No sé por qué me amaneció tan temprano; estoy seguro de no haber llegado ni cerca de mi cuota de sueño necesaria pero algo se me movió por dentro y me despertó, además del costado derecho que me duele porque no puedo cambiarme de posición en toda la noche. Si hubiera tenido sueños que me inquietaran, al menos; si el oxígeno que me abastece a los pulmones se hubiera cambiado de sitio saltándoseme los pequeños ductos de la entrada de la nariz, pero no, todo está en su sitio. Simplemente desperté como si hubiera terminado de dormir; qué extraño. Como a las dos me tomé la pastillita demoledora y unos veinte minutos después dejé la novela que leía y me tendí, y ya sé que es inmediato; pero no duradero, por desgracia. Al rato sentí a Milagros poniéndome fomentos calientes en la espalda porque me oyó quejarme antes de que despertara. Desperté, claro. Pero me volví a dormir cuando acabó el proceso y estaba yo otra vez con la espalda posible, no sé qué pasaría después.
El verano está en pleno; yo no puedo decir que el calor sea insoportable porque para eso hay que salir a la calle, estar un rato bajo el sol, exponerse, y yo he permanecido en el resguardo de mis habitaciones con las ventanas abiertas por las que ha estado entrando el aire, bastante aire, por fortuna; lo grave será cuando deje de soplar y todo se vuelva una masa compacta de calor veraniego porque no tenemos (ni quiero que tengamos) aire acondicionado. Ya una vez hablé de esto el año pasado y alguien se inconformó con mis puntos de vista, prefiero no entrar ahora en discusión. Mejor procuraré volver a dormirme un rato, al cabo no hay ruido todavía en la casa; mis hijos anduvieron danzando hasta la madrugada.
En realidad mi única preocupación actual es sobrevivir cada día y pasar al siguiente, de ese modo vamos viendo si recupero un poco de vitalidad y entro de nuevo al circuito; a ver qué dice el oncólogo el lunes próximo que me toca verlo. Sí, me voy a acostar otro rato; ah, si pudiera volver a dormirme.