Apaleado, entiendo bien por qué me dan de palos
y perdono los palos que me dan.
Pero el odio,
como salitre en los tabiques del alma,
tarde o temprano sale a la superficie
carcomiendo los yesos,
los estucos,
las pinturas,
los caros tapices que se pongan.
Hoy se me sale el odio
por los alfileres del cuerpo
y no puedo decir sino que amo con violencia lo que amo
y punto,
y lo demás
que se me tome en cuenta
para la historia ignominiosa de mi alma.
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