Cantos rodados, 11

Me dan ganas de reírme porque no estoy enojado,
Pero tampoco tengo risa. No tengo nada. Tengo una pesadez
De carne amontonada. (Me acordé por la rima de momentos
Tan buenos jugueteando con palabras para hacerles peinados a las musas.
Y ya veo: lo mío son jueguitos de niñas, qué curioso.)

Estoy desprotegido y desarmado; mis territorios grandes, devastados;
Este cuerpo bastante deplorable, más que hecho una desgracia;
Mi entusiasmo –ese impulso delicioso-, aventado al rincón,
Como desecho.

Estoy sin alegría y eso pesa más que si trajera cargando una canasta
Con toda la compra junta del mandado.

Ah, qué bonito: me acordé de las compras en la plaza,
De ir por los abastos, de llenar los ojos y con la boca ensalivada
Ir escogiendo frutas, carnes, cosas, jitomates.
Uno mismo se da cuerda, me parece, y cuando ya no hay nada en la buchaca
Le puedes meter de contrabando una provocación como esta
Y te sales tan campante taconeando como si todo fueran pasos
Que se van por donde se les da la gana, con su ruido parejo de
Invención repentina y sin sustento.

De pasos sin sustento –dije-, que se van diluidos
Primero de distancia en distancia y luego de dimensión en dimensión
Hasta que me los imagino ser los pasos aquellos
Que por más que lo intento no los oigo.
Aquí es donde no quisiera yo que hubiera tope; poder ver.
O sí, lo que decía: que todo este conjunto se deshaga
Y ese puñito de ceniza se revuelva con lo suyo
Que son otras materias. Pero bueno, ya está hecho el encargo.
Me distraigo, me salgo de donde debiera estar, me culebreo.

Porque amanezco así, sopesando hacia dónde pudiera encaminarme
Y viendo desconfiado a todos lados para calcular
Por dónde viene hoy el ramalazo.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba