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Aprendí a contestar

Pues no, no se manifestaron ni Punta Arenas, ni Beijing ni Australia, como los conjuré, pero en cambio apareció uno nuevo en China, además de Beijing, y oh sorpresa, se encendieron puntitos en Indonesia, en Filipinas, en Grecia, en Croacia, en Cerdeña, en Milán, en Suecia, en Cochabamba, en Colombia y en Lima, a cambio de los de Punta Arenas y Australia, que desaparecieron. Por lo que mi teoría de los monitores (que ya me dijo Alfredo que no se llaman monitores sino Bots) parece desdibujarse, a menos que se trate de una conjura mundial en mi contra y muevan los detectores (Bots) de un país a otro, pero ¿por qué había de ser? Quizás porque di la receta del jugo de carne, que es algo que guardan tan celosamente algunos chefs, o tal vez porque vi de cerca los flamencos en Doñana con sus plumas rosa encendido y supe y dije que es a causa de esos crustáceos rojos que se comen, o a lo mejor por haber revelado el mecanismo secreto de los sueños y la posibilidad de llegar a través de ellos a la creación, o perjaps por lo de Bush y Osama… No, no me suena. ¿Y si fueran lectores naturales que se enteraron de que existe este blog y están tan gratamente sorprendidos que no les importa vivir tan lejos? ¿Y si los mismos que me leen tienen amigos en tan remotos confines y les han dicho: ándale, léelo, está curioso? Vaya, Hamlet, dejemos también esta duda a que se resuelva con el devenir de los acontecimientos que son la carne con que se alimenta la bestia de la incertidumbre y pasemos a lo siguiente.

Ya me dijo mi maestro Alfredo Rodríguez Brondo que se puede contestar los comentarios de los lectores y cómo hacerlo y está bien fácil, de modo que a partir de ayer ya contesto a lo que me digan; perdón por lo burro que he sido. Era tan fácil. He dejado con la palabra en la boca a Elvira, a Gominoz, a Javier, a Pepe, a María, a Ama de Casa, a Heriberto y a no sé cuántos más, pero de ahora en adelante me hago el firme propósito de responder aunque sea con un acuse de recibo. Sólo estoy tamañito de que quien me lee en China me escriba en chino y quien en croata lo haga en su idioma, pero luego me sereno, pienso que si me leen en español es porque seguramente saben castilla. Pero no importa, escríbanme en el idioma que quieran, a todas respondo, ¡faltaba más!

A veces, entre una nota periodística y un poema sólo hay la distancia mínima de la voluntad: dejarlo noticia o hacerlo dato permanente. Una vez más el horror de la pobreza, de todas las pobrezas, se impone a los acontecimientos, la anécdota pierde valor como anécdota y los hechos puros cambian su signo común para volverse la novedad constante del dolor por los demás y por nosotros mismos.

RELATO DE UN NÁUFRAGO

Se quedaban quietos. Morían. Y los echábamos al mar.
Con este tenue lenguaje reseña El País algo que pasa entre África y España:
los marroquíes y quienes usan a Marruecos como puente
necesitan venir a trabajar acá;
no es que quieran, nadie quiere irse a trabajar a otra parte en donde no están sus gentes
ni sus fiestas, ni sus recuerdos, ni sus soportes espirituales
sino que tienen que venir porque esto que está lejos es lo que está más cerca y hay trabajo,
y los contratan porque quien los contrata se beneficia; así.
Pero en la travesía se acaba el agua, se pierde el rumbo, se equivoca el astrolabio
porque huele a los guardias marinos que están tratando de evitar que lleguen
y se pierden, se quedan a la deriva, se salen del rumbo y empiezan a morirse.
Primero se incomodan, se agitan, se desesperan, pero acaban por quedarse quietos
y una vez quietos se depositan en ellos todos los pies y las manos y los pechos,
las bocas, los recuerdos, las fiestas, los momentos de gloria, las catástrofes,
las listas de gobernantes, los nombres de los ricos y de los pobres, las pieles de los animales libres,
los pájaros, los cielos, las extensiones de África,
y entonces se mueren. Así son.
Y quienes vienen con ellos, que tienen la misma suerte, los echan al mar.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura37relatodeunnaufrago.mp3]

Invocar a las musas

Quería con todas mis ganas conservar las sensaciones, los inasibles talcos del sueño, que no se me fueran esos sutiles tejidos más leves que los hilos de la seda en suspensión, pero es imposible, el ejercicio de la conciencia lo arrasa todo, avasalla cualquier estado puro anterior a ella. Se me esfumaron las mejores escenas con sus locas, con sus absurdas conclusiones, con sus irracionales análisis. Sé que había mucho pero ahora ya no puedo saber mucho qué. Quién va a poder conservar las minucias del sueño si se levanta, va al baño, se lava las manos, va a la cocina, saca la fruta del refrigerador, calienta una almohadilla para fomentos, revisa su correo electrónico y finalmente se apresta a describir lo que había en ese otro territorio en el que no prima la conciencia. El caso es que la física cuántica había ya dado el paso y logrado, con la mayor naturalidad del mundo, la teletransportación, y a mi lado podía estar un automóvil más o menos antiguo y elegante, venido porque sí, por traslación molecular, digamos, desde otro continente; o ropa, me parece, que también aparecía de la misma manera; no, no estaban a mi lado, yo estaba en el auto y en la ropa… Nada, ¡maldición!, se esfumaron todas las galas del sueño, no me queda ya nada que contar. Debiera borrar todo el párrafo anterior; no lo hago para que sirva de escarmiento a soñadores descuidados. Porque al sueño se le agarra en caliente, cuando está acabadito de hacer, antes de pensar en ninguna otra cosa, si es que uno quiere que tenga su propia carne misteriosa y fascinante. Como uno que sí alcancé a transcribir hace dos o tres años. Y que aquí pongo como mínimo testimonio de amistad con Fernando del Castillo

Vamos Fernando y yo por una calle y pensamos en una imagen y en la forma de cumplirla: invocar a las musas. Para hacerlo nos metemos a un amplio vecindario y nos dirigimos a buscar el número 8 porque sabemos que allí ha de hacerse, y la invocación será mediante humo, mediante exhalaciones de humo, sacrificios con sahumerio, pero ha de ser frente al 8. Cuando estamos ante la entrada con ese número vemos que se trata del acceso a los baños, de modo que no hay ningún problema, no se incomodará a nadie, puede hacerse. Unos vecinos que están ahí nos preguntan que qué estamos haciendo, o qué buscamos, y les decimos de qué se trata: de invocar a las musas. Yo no fumo hace muchísimos años y mantengo los ojos cerrados para tratar de conservar dentro de mí la pureza de la imagen pero uno de ellos que ya se ha incorporado a la acción enciende unos cigarrillos y nos los reparte. Yo sé que no se trata de sahumar así pero acepto el cigarrillo y comienzo a echar humo, como ensayando el sacrificio. En eso aparece cantidad de gente del vecindario deseosa de participar, y yo, que sé de lo que se trata, como director de escena trato de explicar los movimientos, las acciones, pero la iniciativa popular me rebasa. Hay ya una gradería y un escenario en el gran patio, al menos un templete; la gente hace música, luce vestuarios, jovencitas que bailan, instrumentos improvisados, hay alegría y entusiasmo desbordados. Tratamos de sistematizar un poco el desorden y desde el escenario quiero hacer consciente a la gente de que la escena es suya aunque tenga en las tablas y en los respaldos los logotipos del PRI, quiero explicarles que esa manipulación política de poner su logo en los bienes comunes ya no sirve, está superada. El escenario tiene ya vida propia en sus participantes. La acción continúa, sin que Fernando ni yo podamos contenerla o abarcarla hasta que desde un punto que domina más o menos la escena, aunque está fuera, mando a alguien a decir algo que podría ser la explicación o el discurso final, pero al terminar me pasa la palabra porque soy yo quien tiene que concluir; yo entonces me acomodo mejor y veo hacia arriba: son muchos pisos y en todos hay un gentío, es como un gran corral de comedias; son un titipuchal, murmuro; han salido cientos de vecinos. “Fernando y yo -digo proyectando muy fuerte la voz, aunque ya comienza a haber demasiado barullo-, Fernando y yo tenemos una amistad creativa –sigo diciendo con imperiosa necesidad de síntesis-, nos propusimos invocar a las musas y sabíamos que tenía que ser frente al número ocho.” Ya es un caos, una romería, una verbena, de todos lados sale gente, ya no me escuchan, el barullo se impone. Todavía alcanzo a insistir en el remate de mi alocución: “¡La creación se ha logrado. La creación se ha logrado!” Y luego Arturo Beristain me aconseja que lo escriba. Sí, mira, me dice, en el primer acto van dos cuates solos y planean invocar a las musas… Luego se me desdibuja la estructura que aparentemente era tan fácil. Te va a quedar bien, me dice.

Hay veces que uno escribe algo que preferiría no haber escrito y que sin embargo sabe que no puede, que no debe borrarlo, más allá de la calidad literaria que le reconozca, a partir de que uno entiende, o cree entender, cuándo un poema o un texto cualquiera, está terminado. En el libro, al formarlo, se podría decir que cumple la función de los colores contrastantes en un cuadro, que sirven para matizar otros. Tiene anécdota pero no quiero contarla porque no es anecdótico, no se refiere a algo en particular sino a la percepción de un movimiento espiritual que no necesariamente es grato. Por lo demás, creo que es sumamente claro lo que dice.

TRAGEDIA

Nada caduca
por más que el tiempo pase
uno cree que las huellas
se han borrado
cuando el crimen se asoma
de nuevo a la ventana
con cara de payaso

y el payaso espanta.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura36tragedia.mp3]

El amor

Estoy desconcertado: resulta que yo, como muchos otros que lo confiesan, escribo para que me lean, y tengo siempre la secreta esperanza de que aquellos que me lean disfruten, se diviertan, crean, vean algo nuevo, se reconozcan. Y claro, me entran ansias de saber quién me lee y me gusta ponerme en sus zapatos y volverme a leer yo mismo como si fuera ese lector. Supongo que eso nos pasa a todos, pero no todos tenemos chance de acercarnos tan rápido a tal enigma, como los que tenemos blog: hay un servicio de cuenta-visitas que se baja también de internet y se instala en la propia página; sirve, además de la cuenta que va haciendo, para ver gráficos por hora, por día, por semana, por mes; para ver cuánto tiempo se queda cada lector con uno; para ver cuántas páginas lee quien se nos acerca, y un montón de cosas más. Pero la que me parece estelar es la distribución de lectores por ubicación geográfica. Resulta que puedo saber al momento en qué ciudades del mundo están leyendo mi página; figúrense; pienso: me está leyendo José Ramón en Mérida; en Berlín ya se conectó Edmundo; en San Diego, los Singer; Oscar en Bolivia; ya se encendió el puntito de Málaga, es Alfredo; el de Zaragoza, ha de ser Javier; y así. Claro que hay un montón en España y en México que no intento saber quiénes son. Pero lo que decía que me tiene desconcertado son tres lectores constantes en ciudades donde no conozco a nadie y que están lejísimos del punto desde el que emito mis botellas al mar: Punta Arenas, Beijing y Australia (no especifica ciudad). Aparecen siempre, como si fueran unos adeptos irredentos, unos fans perdidos que nomás están esperando a que yo escriba una coma para bebérsela con ansia. Ah, qué delicia. Pero entonces aparece el diablillo consejero tras la oreja, que me dice: “¿y no has pensado que a lo mejor son puntos de monitoreo del sistema? ¿No se te ha ocurrido que en esos parajes tan distantes entre sí hay grandes computadoras que registran lo que aparece en todos los blogs del mundo con fines de lo más variopintos, desde los más honestos hasta los más inconfesables? Ah, pues qué chistoso; no, le contesto, no se me había ocurrido, pero puede que tengas razón y mira lo que voy a hacer: Oh remotos y constantes lectores, yo os conjuro a que os manifestéis, así tengáis la pata peluda o criéis antenas tras las orejas, haceos presentes en forma de mensaje y os juro que no volveré a dudar de vosotros.

Pero no nos distraigamos, continuemos con la lectura del libro; éste que sigue es, como su nombre indica, una nueva visita al tópico más socorrido por la poesía lírica, el amor. Como todas las historias de amor tiene sus momentos felices y los que les tocan de dolor; roguemos porque estos amantes puedan al fin romper la fatalidad y venciendo al destino se unan cumpliendo el anhelo del filósofo que quería que ese sentimiento fuera el acto de encontrarse de dos mitades de una misma naranja hasta volver a quedar redonda y madura como en el poema de Gorostiza. Y conjuremos el escepticismo del autor que los lleva a tan cruel destino. ¿Por qué los amores literarios son siempre infelices? Son los poetas los que han hecho desgraciado al amor porque ¿quién, si no, ha tenido en sus manos la solución de todos los amores?

UNA HISTORIA DE AMOR, COMO HAY TANTAS

Hay en un lado del globo un señor que se llama Bush
y del otro lado del mismo globo, o por ahí, hay un señor que se llama Osama;
cada uno tiene guardado un tesorito de amor por el otro
debido sobre todo a que el otro le ha sido siempre fiel;
tienen sus desavenencias, sí, como las tenemos todos pero
no habrá nada que los separe nunca jamás, nunca jamás, ¿me oíste?
como nada separa a la mezcla de cosas nobles de la mugre,
como nada separa a Dios de las tempestades, los terremotos, la peste,
y ellos, que lo saben, ponen los ojos en blanco cuando hablan uno del otro,
porque quieren, tratando de escapar de la maldita fatalidad,
que su tesorito no se vaya a doler de lo que están diciendo,
porque quieren esa experiencia mística de estar a solas con Él.
Cuando uno está a punto de ser destruido el otro lo protege,
lo cubre con el manto mediático de su infinito poder;
y así pasan los siglos de los siglos y los siglos de los segundos
y nadie, nada -ellos que no lo saben creen que algún día serán felices-
puede evitar que la almendrita de su amor se amargue
como se acaban por amargar todos, todos, todos los amores.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura35unhistoriadeamor.mp3]

Jugo de carne

Acá no se acostumbra el jugo de carne (en España, digo) pero Roberto Beltrán me lo tiene prescrito para combatir neutropenia y anemia, que son las hermanitas flacas que se ponen a veces, cuando nos descuidamos, en la puerta de mis venas e impiden el paso de la quimioterapia; porque, claro, dice el doctor Jiménez, si te damos el medicamento, estás tan disminuido que… No se te puede dar. Pero la verdad es que un tazón de jugo de carne diario hace que uno sienta enseguida el rigor del alimento.

Es así: en un frasco pongo digamos que un cuarto de kilo de pescuezo de ternera picado, una poca de cebolla, un diente de ajo, un tomate chico, una rama de perejil, todo desmenuzado y revuelto, una hojita de laurel, una pizca de tomillo, sal y pimienta (y por aquello de la nostalgia, un pedazo de chile verde). Aprieto la tapadera y meto el frasco bien cerrado en una olla con agua para que se cueza en baño de maría. Hora y media después, abro el frasco, escurro el contenido, que es una bomba alimentaria deliciosa, y me lo tomo caliente en un tazón como si acabara de llegar de un viaje brutal por el desierto, o como si viniera de pelear con unos molinos de viento y este fuera el bálsamo de Fierabrás.

Y parece que por equilibrar la dieta, o quizás el paisaje, me tiene indicado comer ensaladas verdes. Pues órale, me digo, ¡al hierro!, y saco la ensaladera para mezclar espinacas, rúcola, endivia, lechuga, apio y unos arbolitos de brócoli pasados por agua hirviendo durante un minuto (ahora porque no tenía, pero también berros, canónigos, escarolas); sal, una pizca de azúcar, aceite y vinagre, cebolla, aunque no sea verde, y no faltan unas pasitas, unos piñones, unas nueces desmenuzadas, porque así comer es más una fiesta que una receta a que me obliga el doctor.

Hay textos que no requieren ninguna explicación, son tan claros y transparentes como conjugar el verbo más cálido del idioma. Sobre la conjugación de lo mejor que puede haber se impone el destino último de todas las cosas, sólo que el verbo, la acción, lo vuelve voluntario y evitable: humano.

Claro que el ejemplo vibrante, anaranjado fluorescente, lo tenemos hoy en Irak, pero durante el Siglo XX se repitió hasta el hartazgo, hasta mucho más allá de la nausea. Los fascismos, la imposición del comunismo, la Guerra Civil, que ahora parece añorar la derecha española que ha recomenzado a negar la democracia, Vietnam, la Guerra Sucia del Cono Sur, las guerras post coloniales de África… Irak, Irak, Irak…, en lugar del dulce nombre de un país hoy suena como un revoloteo de aves carroñeras.

CONJUGACIÓN

Yo amo,
tú amas,
él ama,
nosotros amamos,
vosotros amáis,
ellos matan.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura34conjugacion.mp3]

A veces, un libro de poemas puede ser también manual para panfletarios y pancarteros. Avívense.

Dirección de la mirada

Ya había dado por terminado “Se está tan bien aquí”; o al menos, ya había escrito el poema de despedida con el que inicialmente pensé que habría de cerrarlo cuando de pronto se me apareció éste. No sé ahora cómo leerlo. Cuando lo escribí pensaba en una especie de renacimiento, en el punto de partida quizás de una nueva oportunidad de estar vivo, imaginaba que podía ser el principio de otro libro pero lo acomodé en el medio de éste siguiendo un impulso difícil de explicar porque no es producto del razonamiento sino de un movimiento interior como el que se pone en práctica en una puesta en escena: esto va aquí, esto acá, esto otro, aunque la lógica lo pida en tal sitio, irá allá. En esto también un libro de poemas es tan distinto a un relato. Y digo que ahora no sé cómo leerlo porque ya no dice lo que yo creía que decía, porque puesto en este lugar del libro, y con el libro ya, digamos, frío, tiene unas posibilidades de lectura de las que no fui consciente cuando lo escribí. No sé si volver a tocar el tema de la inspiración, es tan resbaloso. Para unas notas de bitácora quizás sea suficiente con lo que he dicho y ojalá que no sea contraproducente, que no ayude, al menos, a crear confusión.

Hoy es domingo; no por eso, pero nos levantamos tarde; ayer Milagros se desveló poniendo mi foto en la parte superior de la página; y más se desveló volteándola. Me explico: quizás algunos hayan visto que la dirección de mi mirada en la primera aparición de la foto era a la izquierda, postura con la cual me siento cómodo en general, pero resulta que quedaba mirando hacia afuera de la página y chocaba con los más elementales principios de la composición. Cariño, ¿no podrás darle vuelta al retratito y que en vez de mirar pallá vea pacá? Y en eso, porque apenas estamos aprendiendo a movernos en este medio, se fueron las horas. Por fortuna hoy amanecí mirando hacia adentro de la página. Y eso tranquiliza al corazón.


CON QUÉ NUEVOS OJOS TE VERÉ

¿Con qué nuevos ojos te veré, vida,
ahora que salga otra vez a buscarte,
qué membrana sutil vendrá por arte de oficios
a cubrir mi mirada para filtrar la gama
inagotable de matices que manan de ti
como de la luz brota lo verde en tanta profusión
que no hay glosa que agote su manto de sorpresas;

con qué ojos te veré
que puedan describir al mismo tiempo
la mezcla de tu inverosímil variedad
de materiales y sombras y trasuntos
y todo lo demás que ocurre tierra adentro
construyendo especies que nunca habían vivido
y piden a su creador un nombre que las nombre,
una entidad que las proyecte al tiempo;

con qué ojos nuevos te veré que sirvan
lo mismo para el sí que para el no
y no tengan ya que escabullir el bulto
por no haber entendido a tiempo lo evidente,
lo clara, vida, que es tu transparencia,
que no me coja ciego la nueva vida que vea;

con qué ojos de alegría me asomaré
por última vez a la ventana antes de salir
a mirar la perspectiva y su sonrisa ignota,
ojos de asombro, ojos de lumbre, ojos de tinta,
ojos de miel y terciopelo; y cómo habré de conservar
tal entusiasmo cuando ponga mi pie en el umbral común
y tenga que aportar lo que yo traje;

tendré que ser prudente y decidido
y acoger todas las cosas como vengan,
más abierto que el cáliz de un tulipán maduro
y listo para decir con precisión lo que me toque
así sea el silencio más negro entre lo negro,
el negro y contundente silencio del silencio,
o me toque tal vez, jugando adivinanzas,
morder una manzana para sacar el nombre de la fruta
y que comience de nuevo a hacerse la palabra:
háganse todas las cosas otra vez,
empiécense las obras bonitas y las obras feas,
frescas ambas y con toda la vida por delante;

no quiero censurar ninguna de tus partes,
ni ser el aguafiestas de tus fastos,
yo no gano nada con ser tu detractor, basura,
simplemente te veo que existes y que dependes de mí
en tan alto grado que me espanta, y pienso:
tiene que haber un lugar para la basura
también adentro de mi corazón, no puedo estar
siempre negándola como si yo fuera el sacerdote
sin humor, encargado de la limpieza del templo,

y me echo a correr y a saltar por esos campos
con la ilusión de inaugurar otra mirada,
una que acepte las cosas como son y sepa verlas,
igual ver lo sublime sin que la piel se quiebre
que ver lo abominable sin volverse la tonta,
la anónima, la pobrecita aguja del pajar;

con qué ojos renovados te veré, vida,
cuando comience a germinar mi voluntad
y emprenda con ojos nuevos de nuevo mi camino?


Escúchalo:

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura32conquenuevosojostevere.mp3]

El albaricoquero

Ten mucho cuidado con los carteristas, le dije, son muchos y son profesionales; van a la caza de los turistas y luego luego te notan que no eres de aquí, parece como si conocieran a todos los que viven en la ciudad porque reconocen inmediatamente a los de fuera. No suele haber atracos con violencia ni situaciones más desagradables pero en un santiamén te dejan limpia con artes de birlibirloque, y eso ya es bastante incómodo. No tiene caso que traigas contigo el pasaporte ni más dinero del que puedas necesitar para el día ni ningún documento extra…

Pero los carteristas son más listos que las prevenciones y los turistas están siempre en situación de fragilidad mayor que de ordinario porque no conocen infinidad de códigos que uno maneja sin darse cuenta en el lugar donde vive: colores, volúmenes, ritmos, aproximaciones. En la escuela de cacos deben estudiar el esfuerzo que cuesta dominar el entorno para hacerse una naturaleza protectora. Y claro, en la noche llegó angustiadísima porque le robaron la bolsa con el pasaporte, el dinero, la licencia de manejar y no sé qué otras identificaciones. Adentro de un restorán bueno, me desabroché la kangurera (acá se llaman riñoneras) para estar más cómoda y cuando me di cuenta ya no estaba. Si te digo que son profesionales: te van siguiendo hasta que te descuidas y saben que tarde o temprano caerás. En la delegación de policía no le tomaron la denuncia porque no podía identificarse, vaya a su consulado y que le den una carta de reconocimiento, y el consulado no puede elaborar un pasaporte sustitutivo sin que haya denuncia previa de robo: un coñazo, como se dice acá. Finalmente, aunque es sábado, hay guardia en el consulado y dentro de un rato estará resuelto el intríngulis y mi amiga podrá tomar su avión a las dos de la tarde. Uf. Por cierto, la responsable de la guardia ya estaba advertida desde las tres de la mañana por la Secretaría de Relaciones Exteriores de que mi amiga llamaría hoy a primera hora porque otra amiga común, desde México, llamó para avisar del percance, o sea que, en este caso, no está uno tan solo como parece.

Hoy correspondía el turno a otro de los poemas que me pidieron para la Memoria del CIELA Fraguas, de Aguascalientes, así que queda en blanco ese espacio pero como tengo horror al vacío me permito sustituir la página con una prosa curiosa que encontré en mi archivo; yo creo que es del año antepasado pero he vuelto a pasar por ahí montones de veces y las cosas no han cambiado un ápice.

Por cierto, el nombre de la página de hoy no se corresponde con nada de lo escrito pero ¿a poco no es una palabra bonita?

LA CAMISA DE PANA Y OTROS PELIGROS

Hay en la calle de Espoz y Mina, esa calle estupenda de Madrid que desde que cerraron la Casa del Azafrán, la tienda de productos manchegos, se ha quedado chimuela, una tienda de ropa y artículos de caza y pesca muy bonita ante la que siempre me detengo a ver los aparadores pues me hacen recordar unos que había en Cinco de Mayo, en México, cuando yo era chico, y que solían tener cosas semejantes porque se dedicaban al mismo giro, aunque despues, con la prohibición de venta y posesión de armas supongo que habrán quebrado, o quién sabe, tal vez el hecho de tener en las vitrinas cabezas reducidas por los jíbaros del Amazonas colgadas de sus propios pelos les trajo la mala suerte, a lo mejor los dueños tuvieron una muerte horrible, o sepa Dios; el caso es que en este establecimiento madrileño hoy vi una camisa de pana verde oscuro, como de cazador, a muy buen precio y muy bonita, con dos bolsas y broches como de ropa vaquera, y me dije, ándale, muchacho, siempre lo dejas para después, siempre se te antoja entrar a esta tienda y no te decides, no seas tímido, seguro que te van a tratar bien, ya una vez vi uno de esos sacos ingleses encerados que son también como de cazadores o pescadores, como el que tiene Arturo Beristain, que calientan mucho y son impermeables, y esa vez no me atreví a entrar; otro día, debo haberme dicho; así que agarro y que me meto sin pensarlo más. En efecto, me trataron bien, fueron amables, pero de camisa nanay, sólo había talla S y sin esperanzas, porque me dijo el afable sujeto que hasta la próxima temporada ya no tendrán. Ah, dije yo, y ¿cuándo es la próxima temporada? Pues en septiembre, me contestó, mirándome con extrañeza como si le estuviera yo preguntando algo que debía saber. Supongo que se referiría a la temporada de caza (o de pesca) para la que están prescritas esas camisas. O sea, deduje, que no son para ponerse así nomás, como camisas de andar por casa, sino que deben ser reglamentarias, y no sé si hay infracción y sanciones por usarlas fuera de su lugar debido, o algo peor; de la que me salvé.

Campanas

En un excelente libro sobre los orígenes del mito de Santiago de Compostela me encontré con la muy novelera idea de que la iglesia española tuvo, en sus días, cuando todavía no cuajaba en concilios sucesivos el basamento y columnaje definitivos del edificio institucional, la tentación de colocar al apóstol y su iglesia por encima de San Pedro y el Vaticano como sede de la cristiandad, cosa no tan descabellada cuando se pondera esa parte cristiana, dura, imperial, guerrera, de los españoles que cristalizó en el imperio en que no se ponía el sol. Me encantó la historia del saqueo de las campanas y su ir y venir (condición sine qua non de toda campana) entre el mundo cristiano y el árabe, que no acaban de hacer unidad aunque pasen y pasen los siglos y tengan tanto en común, y de la metáfora que surge naturalmente con ese vaivén.

Mi amigo Isaac Masri montaba en esos días en que lo escribí una exposición de esculturas con el tema de campanas en Paseo de la Reforma, en la ciudad de México, y me pidió, como a todos sus demás amigos poetas, un poema del asunto. Caben dos posibilidades: una, que lo haya leído como una apología de la españolidad y parecido que ni gustaría a los mexicanos ni convendría a mi prestigio, y otra, que le haya llegado tarde, como me dijo.

El poema termina en una exaltación eufórica y eufónica, no exenta de sarcasmo, que saca de la jugada todas las argumentaciones previas y deja el puro sonido de una reiteración monótona que no sabe de razones. Algo semejante a la campaña que estos días ha desatado la derecha española más recalcitrante enquistada en lo que debería ser un partido demócrata de centro derecha, contra el gobierno de Rodríguez Zapatero. ¡Qué talán talanes los que están sonando!

LAS CAMPANAS DE SANTIAGO

Llegan los moros de Almanzor como una ola incontenible
a Santiago de Compostela
desde donde la iglesia resistente piensa
que puede competir con Roma
ya no digamos con Jerusalén lejana y tenebrosa
luego de que el propio apóstol matamoros en persona
saliera a caballo en la matanza de Clavijo a destrozar infieles

Y luego de hacer todos los desmanes y saqueos que se acostumbran en las invasiones de antes y de ahora
que el mundo siempre ha sido así depredador y tosco
se llevan las campanas de la iglesia a hombros de prisioneros cristianos
para hacerlas candelabros de la Mezquita de Córdoba
luz de la Mezquita luz de la vida ¡chíngalo!

Dejan mudo al apóstol a quien vienen a ver de todo el mundo
todo el mundo se entiende que es Francia y poco más
hasta que la reconquista doscientos años después toma Granada
y todo lo que le corresponde
y se vienen a Santiago despacito y celebrando
con la carga sobre los hombros de presos granadíes
para poner de nuevo las campanas en su sitio. Uf.

¡lo que habrá sido esa fiesta!
¡lo que habrá sido esa gesta!
cierto, no se pudo hacer que Sant Yago fuera más fino gallo
que San Pedro o que el propio Jesús
pero qué talán talanes más alegres, imperativos, durables
densos con la tensión del aire contenido por la rabia
qué talán talanes que volvieron a serpentear por las rutas
de los peregrinos ¡Viva España! ¡Viva Santiago!
¡Viva Santiago! ¡Viva España!
¡Talán talán! ¡Talán talán!

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura29lascampanasdesantiago.mp3]

El valor de las palabras

Tampoco es cosa del otro mundo. Hay que llegar a las ocho de la mañana, en ayunas, a una sacadita de sangre. Recibo el aguijonazo pero jamás veo la aguja, me da cosa; en cuanto me ponen el elástico para aminorar el flujo sanguíneo y me piden que apriete la mano, me volteo para el otro lado hasta que me advierten va un pinchazo y sé que de ahí no pasa, son profesionales y lo saben hacer sin daño innecesario; vuelvo a mirar cuando me sacan la aguja y me piden que apriete el apósito para que no se me haga hematoma. Listo, a desayunar y volver a consulta a las doce y media o una, cuando ya el doctor tiene los resultados del análisis de sangre y sabe si tengo los leucocitos requeridos para poder aplicarme el medicamento. Y vuelta al sillón a repetir el ciclo de la mañana, nada más que ahora no es sólo el mosquito sediento sino que la vía intravenosa se queda instalada durante el tiempo necesario para vaciarme dentro, por goteo, el contenido de cuatro o cinco frascos de distintos tamaños que durante al menos dos horas hará su aplicado ingreso a mi organismo y empezará su enigmático trabajo de seleccionar células perversas para aislarlas y darles matarili, aunque de paso se lleve un titipuchal de otras que estaban nomás mirando, o de paso, o haciendo cualquier otra labor que no necesariamente era contraria a mis intereses más personales. Durante cuatro o cinco días después de la invasión quedo poco capacitado para divertirme. Y así sigue el ciclo, a lo largo de tres o cuatro meses, del mejor método que se ha encontrado hasta la fecha para combatir el cáncer. Luego me dejan en paz otro periodo mientras el organismo se recupera. En fin, deveras que no es cosa del otro mundo. Es formularlo lo que cuesta sangre.

Y a propósito, hay asuntos pendientes que tratar, aun dentro de un libro de poemas. La propiedad de las palabras, por ejemplo. ¿De quién son? ¿Cómo se deben usar? ¿Hasta dónde llega el derecho individual y el derecho colectivo de utilización del lenguaje? ¿Cada cuántas generaciones se puede decretar que el idioma es originario de tal o cual grupo humano? Cuestiones como el respeto a los demás, la generosidad, la tolerancia, la humildad, el agradecimiento, ¿tienen que ver con la sistematización del idioma? ¿Para qué estudian su idioma los hablantes de una lengua? La manera como una colectividad ve su lenguaje ¿deja traslucir su temperamento, su talante, su idea del mundo, su ubicación en lo que se llama, con un dejo nostálgico de inexistente armonía, el concierto de las naciones? Porque de lo que tratan las siguientes líneas, que algunos preguntarán qué tienen que ver con la poesía, es justamente de esta serie de preguntas y del azoro que su formulación puede causar.

COMO BUENOS HERMANOS

Dice la RAE:
Cacahuate: m. Hond. y Méx. Cacahuete.
Cacahuete: (del nahua cacáhuatl) m. Planta papilionácea anual procedente de América…, etc.

El orden de los factores sí altera la simpatía;
debería decir:
Cacahuate: (del nahua cacáhuatl) m. Planta papilionácea… etc.
Cacahuete: Esp. Cacahuate.

¿Qué perderían?

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La mula de la noria

Hace ya 17 años que publiqué “La hora íntima de Agustín Lara”, una aproximación autobiográfica sustentada en los mimbres del canasto del Flaco de Oro; ya allí mezclaba las niñerías de mis recuerdos con las canciones y las anécdotas del sedicente tlacotalpeño y me iba con él al improbable más allá en donde sólo se disfrutan los placeres del tlalocan y persiste el deseo. No he tenido la determinación para hacer un ensayo en que demuestre mi convicción de lo fuerte y verdadera que me parece su obra y del lugar tan importante que ocupa en el arte mexicano del Siglo XX; lo más seguro es que no pueda hacerlo porque hay cosas que uno no puede hacer y cosas que no quiere, aunque pueda.

Pues esta vez vuelve a aparecer Lara tocando un piano de fondo y componiendo a contrapelo de la voluntad. ¿Por qué no sale y se mezcla con los demás en lugar de estar mandando ese mensaje obstinado de que quiere estar con ellos, pero antes que salir se detiene en el umbral de la creación? No sé por qué; yo lo veo, me conduelo, cuánto lo comprendo, y me doy la vuelta para ir por mi propio camino a buscar mi poema, ese que se hace como se hacían las casas antes de la era del ladrillo y las piezas de hormigón preconstruido, con toda clase de materiales: piedras, cascotes, vigas, huesos, lodo, conchitas del mar.

Para nosotros, al otro lado del Atlántico, una noria es un mecanismo que gira, impulsado por una fuerza, generalmente animal, en torno a un eje vertical fijo en la tierra y cuya función es mantener en movimiento un sistema de engranes que sirve para sacar agua de un depósito subterráneo; acá una noria es un sistema de canastos que giran sobre un eje horizontal sostenido con caballetes al piso con objeto de llevar paseantes al punto más alto de su trayectoria y devolverlos a la dura realidad de la tierra; vaya, lo que nosotros llamamos una rueda de la fortuna. ¡Lo que va de una herramienta de supervivencia a un artilugio de feria!

Viene a cuento el tema de la noria por aquello de que como la mula de la noria uno vuelve una y otra vez sobre sus mismas pisadas con el único objeto de seguirle sacando agua a la tierra, aunque no siempre sepa para qué.

AMANECE NEVANDO

Agustín Lara, desvelado, metido en su ámbito de composición y sus manías, escribiendo canciones como “La clave azul”, “Noche de ronda”, “Última carcajada de La Cumbancha” o “Arráncame la vida”, puras obras en las que no es más que un testigo taimado de los ruidos externos, tímido, apocado, está en su habitación ansiando participar de la vida, que para él está afuera, en la noche de los demás. Aunque haya detractores ciegos que sostengan que todas sus obras son plagiadas.

Amanece nevando y no parece ser nada especial, nieva
y todos tan tranquilos porque adentro de las casas está seguro el calor;
si tienes que salir a la calle te pones abrigo, bufanda, gorro y guantes y todo queda bajo control,
aunque te escurra el moquillo en la nariz,
y en tal temperatura pasa el día sin que acontezca nada destacado.
Excepto lo que ya todos sabemos: que en Irak no hay modo de resolver la agresiva presencia de los ejércitos gringos,
que en Afganistán no se solventará en décadas la destrucción que hicieron esos sátrapas,
que los fundamentalistas del Islam siguen atizando el fuego que atizan los fundamentalistas cristianos, y algunos otros temas semejantes
que abonan la construcción de otro siglo conflictivo.
Que no será el primero ni ha de ser el último con abominables ejemplos de lo que somos capaces de hacer.
Sí, todo eso ya se sabe, pero por afuera de mi balcón
van allá abajo impermeables y paraguas que yo estoy viendo
y aunque sean las doce de la noche de este sábado en Madrid
están empezando capítulos impredecibles de sus historias personales,
en las que no me puedo inmiscuir por más que quiera,
no me queda más remedio que meterme con las cosas generales,
que me importan menos, mucho menos, que la intimidad.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura26amanecenevando.mp3]

Trazos rápidos

Casi siempre estas centellas surgen como revelación, acontecen de plano, se dibujan con todas sus letras en el lugar sin nombre en que aparece la creación. Ésta no, ésta tuvo trabajo laborioso de parto. Empezó como una euforia y anunciando que sería un punto de partida, un sólo verso largo hasta mujeres que en un primer borrador juntó más palabras y más versos largos y cortos, y perdió el aliento. Bla bla bla. Yo lo hubiera dejado allí olvidado si no hubiera vuelto por su propia voluntad una y otra vez a hacérseme presente. Otra vez feliz la calle… Lo volví a intentar y siguió pasándole lo mismo: después de algunas retóricas se desinflaba. Así es a veces esto de hacer poemas, como uno no sabe casi nada del poema que todavía no existe no se puede prever qué ocurrirá. Hasta que de pronto, tras varios intentos, cambió su presentación, se hizo versos cortitos y apareció, como una solución natural la pausa primero y el sujeto después, con su carita de ángel. Aunque en este caso el sujeto es el objeto del poema.

Y a propósito: ayer me pidió Milagros que me hiciera cargo de la comida de hoy porque ella tenía varias cosas que hacer por la mañana (Presente/Pasado: hoy es ayer). Teníamos unas codornices que puse en la sartén con sal y pimienta en un poquito de aceite, tapadas y a fuego bajo; le pedí a Mariola que picara dos dientes de ajo muy finitos y un buen ramo de perejil y las vigilara mientras yo baboseaba por ahí; cuando ya estuvieron cocidas las pobrecitas, las destapamos para que se doraran un poco y ya doradas, les puse el ajo y el perejil, les eché encima un chorrito de jerez y las volvimos a tapar unos minutos con el fuego un poco más fuerte; antes de que esta humedad se resecara pero cuando se habían evaporado los alcoholes del jerez y los picantes del ajo, las servimos. Y las acompañamos con unas hojas de endivia aderezadas con un queso crema fuerte sazonado con hierbas finas, aceite para hacerlo suave, unas gotas de vinagre de jerez, para que se sintiera a gusto, y una cucharada grande de caviar que se distribuyó como chía en agua de limón por toda la vinagreta; el amargo de las endivias se matizaba bien con el aderezo y la ensalada se entendía con las codornices. Confieso que fue comida rápida, pero quedó bien. Me gusta más decir endivia que endibia, aunque la última es más correcta, según la RAE, porque trae cola del latin: intûbus, aunque debo aclarar que el acento circunflejo de la u no es el que yo le puse, de casita, sino uno al revés, con las patitas para arriba, pero aunque nos destrozamos las carnes buscando en el código ascii, no lo encontramos, no existe; o sea que la RAE se los manda a hacer para su uso personal y para que no podamos copiarle. En fin: cocina.

FELIZ LA CALLE

Feliz la calle
que tiene en sí
tantas mujeres,

y a mí.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura25felizlacalle.mp3]

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