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Agua


Hace mucho tiempo que aparece el agua en mis poemas; bueno, en los de cualquier poeta. Dejara de ser uno de los elementos básicos. Pero creo que está siempre ligada, cuando la uso, con sensaciones de bienestar, de plenitud. Por lo menos las evocaciones que puedo hacer de memoria son todas de esa naturaleza.

La circunstancia de este poema en particular la recuerdo perfectamente: entro a la ducha y los hilos de agua me cubren, dejan de ser hilos para tornarse en velos, en gasas envolventes, en afecto circundante y pleno; qué cómoda y dichosa puede ser la vida, aunque sea un ratito. Hablo con el agua, le doy las gracias, le digo palabras mimosas, le señalo el mérito de lo que estoy recibiendo de su parte; qué bien lo hace, condenada. Y ella, discreta, apacible, me sigue acariciando. Toda sensación de dolor desaparece, se van los malestares de la espalda, de la cintura, de las piernas, y queda sólo ese trato benévolo.

Hace tiempo que he perdido el reparo de hablar sin interlocutores, lo que llaman por ahí hablar solo; en realidad no me importa hablar con el agua, con la ropa, con los instrumentos de la cocina. Hasta hago un juego que comenzó por verbalizar el asunto ante Milagros: no, no hablo solo, ni que estuviera loco; estoy hablando aquí con la cazuela. De modo que no es una figura literaria lo de decir que coqueteo con el agua de la regadera, que casquivaneamos.

Recuerdo un poemita más breve todavía que surgió durante un viaje en tren por Nueva Inglaterra; habíamos ido a Providence invitados por Julio Ortega para un coloquio y ahora nos dirigíamos a no sé dónde, quizás a Boston; era invierno y afuera todo bosques, nieve y agua, montones de vías acuáticas, arroyos, canales, esteros, pantanos, agua, agua, agua por doquier, agua ligeramente azul, y todo blanco de nieve: “Si tuviera /un agua mía /mi agua,/ la llamara, /mía.” Éste está publicado en “Júbilo”, y en “Poemas y otros poemas”, ahorita que estaba buscando el anterior, me encontré con éste: “Del agua,/como de otras mujeres,/se sabe por su canto/su temperatura.” Y este sí es antecedente directo del que hoy reseño porque es de la misma ducha de la que estoy hablando, de la del baño de la casa de la calle Cervantes, en Madrid, donde vivimos; o sea que ya mi relación con ella iba bastante adelantada.

REPENTINO AMOR

Mis relaciones con el agua
han sido siempre de primer nivel
pero últimamente ella y yo
estamos, francamente, enamorados.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura13repentinoamor.mp3]

Ilíada

No recuerdo si esa vez leí toda la Ilíada o nomás la estuve picoteando, porque ese 2005 fue un año marcado por otro acontecimiento, para la historia no más importante que Homero, pero para mi vida personal sí. Ya me había sucedido algo semejante con la descripción de cuando Helena es llamada por la mensajera Isis para ver el combate entre Paris y Alejandro -esa vez creo que andaba yo en Nueva York visitando a mis hijos-, e igual que en esta ocasión me pareció que teniendo cosas semejantes que decir, me daba Homero elementos para mi propio cuento, mi Homerito chulo, mi cieguito de cabecera; el caso es que de pronto me apareció el fragmento de Tamiris que fue atacado por las musas y se me ocurrió el poema; o no, no es que se me ocurriera el poema, un poema, sino que me puse a escribir lo que yo leí en esa anécdota y cómo me sentía ligado al destino de ese pobre personaje cuya culpa, aparte del gusto de tomarse unos tragos con los amigos, cantar y decir tonterías, era no poder trascender la belleza femenina e ir más allá. Me venían en auxilio muchos momentos de solaz y descoyunturas, de risas y otras adrenalinas con Arturo Beristain, a quien tanto extraño, y con otros amigos entrañables más la sensación de perder lo más por lo menos. Pero aunque digo esto anterior no con eso quiero decir que el poema se hiciera en la conciencia antes que en la escritura; una cosa y otra, poema y escritura, no pueden estar separadas: la chispa salta en el acto físico de la escritura. Si es que hay chispa.

TAMIRIS EL TRACIO

“…Dorio (donde las Musas, saliéndole al camino a Tamiris el tracio, le privaron de cantar cuando volvía de la casa de Eurito el ecaleo; pues jactose de que saldría vencedor aunque cantaran las propias Musas, hijas de Zeus, que lleva la égida, y ellas irritadas le cegaron, le privaron del divino canto y le hicieron olvidar el arte de pulsar la cítara…”
Homero, Ilíada

Igual suerte que Tamiris el tracio he corrido yo;
él salía de la casa de Eurito el ecaleo en donde habían estado pellizcando la lira, bebiendo y componiendo el mundo,
cosa que como todos sabemos, aunque nos gusta hacerla y un poder superior nos impele, no está reservada a nuestras pobres fuerzas,
y antes de irse,
muy alegre y sosegado como se está cuando el vino entra al torrente de nuestras preocupaciones y las disuelve con su elegante sombra, tuvo la ocurrencia de decir que no creía en las musas,
que para él la creación era el trabajo, que eran patrañas
de holgazanes y advenedizos, que
“musas a mí, eso quiero yo, ja, pero las quiero a otras horas y para otra cosa”
y salió no muy recto, tal como a mí me ha pasado algunas veces, ligoteando ideas con imaginaciones,
recuerdos con presagios y deseos
y se encaminó al cercano bosque que había de cruzar por fuerza, como a todos nos pasa, antes de llegar a su destino,
¡que otro hubiera sido!
Allí, en esos sombríos trayectos en que se internaba sin temor
no sabiendo lo que le devendría,
las Musas, hijas de Zeus, que lleva la égida,
lo cercaron por designio divino como si fueran un juego de espejos, lo acorralaron, lo amansaron con sus altos poderes,
le afearon sus locas expresiones de descrédito y chacota
y ante el terror reflejado en el último brillo de sus ojos,
le infligieron el peor castigo que se puede aplicar a un poeta: lo cegaron, lo privaron del divino canto y le hicieron olvidar el arte
de pulsar la cítara.
Y nadie crea que tenían piedad ni lástima del pobre hombre
que no obstante las había mirado una a una, de frente,
retratando en medio del pavor sus perfectos rostros
–las hijas de Zeus dedican su estar en la eternidad a cuidar
con afeites y cosméticos naturales la belleza de sus pieles
y sus larguísimos y abundantes cabellos,
la contundente hermosura de sus cuerpos alimentados con
mieles y ambrosías, la ligereza de sus longuísimas piernas,
la táctil agilidad de sus divinos pies-,
no, ninguna clemencia mostraron sino riéndose y contentas
se internaron en lo profundo con su óbolo, pues de algún lado
han de obtener los cantos y melodías con que alegran a los dioses.
La suerte de Tamiris el tracio, digo, la he corrido igual,
y como él, guardo en algún pliegue imposible de mi ceguera
y mi mutismo,
arrinconado en esta pocilga de mendicante,
la felicidad de haber visto -¡mal que lo hiciera!- la insondable
belleza de las Musas.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura11tamiriseltracio.mp3]

Ficharon a Pe

Woody Allen ficha a Pe para su próxima película, decía El País un día de la semana pasada. Y nosotros sabemos que ha contratado a Penélope Cruz, porque Pe es el apocorístico que le da España a una de sus actrices consentidas, y que lo saque en su edición de internet el periódico como la noticia destacada de la tarde no suena fuera de lugar. Lo que extraña es el fichaje, o a mí me extraña porque sólo lo había escuchado en el caso de los jugadores de futbol. Al principio confieso que no entendía –sobre todo por mi falta de interés en el tema- a qué se referían cuando decían que tal club había fichado a tal o cual jugador. Ni siquiera me había valido la pena desarrollar la posibilidad de que le hubieran dado turno para ingresar a sus filas o lo hubieran puesto encima de una mesa de subastas; mucho menos que lo hubieran fotografiado de frente y de perfil con un número colgado del pecho e ingresado en los anales informáticos del combate a la delincuencia. Me pasaba lo mismo con el repechaje, que sigo sin comprender. Y de repente, con el uso del término en el caso de Penélope, se me revela el sentido del término: contratar.

Claro, ahora lo entiendo: contratar es un verbo que sirve para el oscuro mundo laboral, para los mortales comunes y corrientes a quienes una empresa contrata para que desempeñen un trabajo que seguramente podría desempeñar cualquier otro u otra que tenga una preparación y una experiencia similares, y en cambio fichar señala, separa, individualiza, subraya al sujeto laboral elegido como único para realizar determinada función. No sé desde cuándo se usa en los terrenos deportivos pero es la primera vez que lo veo usado en los artísticos; esperemos a ver si se traslada a otras disciplinas: Alfaguara ficha a Felipe Garrido, el Museo de Arte Moderno de México ficha a Juan Manuel de la Rosa, el Festival Cervantino ficha a Fernando del Castillo para su próxima edición… Más inesperado será cuando deje de tratarse de personajes vivos y se refiera a toda clase de personalidades: El Prado ficha a Tintoretto, Gredos ficha la obra completa de Plinio el Viejo, Hollywood ficha por fin al verdadero protagonista del Divino Rostro.

Ya en lo puro especulativo se me ocurre que en cualquier momento nos vamos a enterar de nuevas traslaciones del habla deportiva y seremos informados de que el pichichi de los novelistas en español es Arturo Pérez Reverte, el de los dramaturgos José Sanchis Sinisterra, o que el pichichi del cine es Michel Douglas o Brad Pit, y el de los artistas plásticos está siendo Gabriel Orozco; pero más me sorprenderá cuando abarque otros oficios y se dé por ejemplo la noticia de que el congreso venezolano acaba de fichar para pichichi vitalicio a Hugo Chávez. Uno no sabe las vueltas que da el idioma.

Brevedad de la vida

¡Qué va!, uno no piensa en eso, porque está incluido en el paquete inicial: la vida es breve, duele, etcétera. Pero, al menos yo, siempre he pensado que como la vida dura toda la vida no hay por qué estar pensando en su final. Lo que tiene el poema es que no habla sólo de eso sino de la imaginación y la memoria.

Durante muchos muchos años me despertaron en mi casa de Tiépolo los trinos de los pájaros. Es lo que extraño en Madrid, como no vivo cerca de ningún parque… Había uno de vocación académica muy acusada que silbaba cinco notas ascendentes y regresaba en seguida a recogerlas sin perder ni cambiar la entonación, y vuelta a empezar, hasta que todos los demás se despertaban y empezaba el concierto. Hago enorme esfuerzo por recordar el santo que fijó la escala musical que usamos o el concilio en que se definió su estructura, pero de balde, no me sale; esas y tantas, tantísimas más trampas tiene constante la memoria. Como los jardines de La Alhambra que ya no sé si los recuerdo porque los vi o creo que los recuerdo porque me los narró Pepe Tito.

Pero lo que de veras me apura es lo otro: el ansia de pensar que la vida hubiera sido otra cosa si me hubiera aplicado. Pero qué le vamos a hacer, nací cabeza de chorlito.

MÁS BREVE

Más breve que el canto de los pájaros
que anuncian el amanecer ensayando escalas musicales,
más corto que el trayecto entre el principio y el final
de algún jardín nazarí que se me escapa en la memoria,
más fugaz que la imaginación, porque en nada puse pie,
ha sido la vida,
que está preguntándose cómo es que se acaba así.

Escúchalo:
[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura10masbreve.mp3]

Aquí empiezan los poemas

La cosa empezó por aquí. Ya estábamos en octubre y seguía haciendo calor; menos mal porque me quedaba varios días tumbado en casa con el trancazo de la quimioterapia y cuando se me pasaba el efecto devastador salía a la calle a mover un poco las piernas y el calorcito no se había ido de allí. Las muchachas, claro, seguían ligerísimamente vestidas. Y cómo no. Madrid bullía, efervecía la vida y donde quiera brotaban estímulos. Por lo menos la mitad del primer tratamiento me lo pasé con esta estupenda medicina.

No es que este sea cronológicamente el primer poema escrito de los que conforman el libro, sino que es el que abre el ciclo que me dio la gana tratar en esta colección de poemas; algunos que aparecen en páginas posteriores fueron escritos mucho antes, años incluso; aunque sí, la parte más carnosa la escribí en esta etapa y a principios de 2006. En algunos momentos sentía la necesidad de apurarme, de terminar, de despedirme. Pero después de cerrado este ciclo ya llevo escritos muchos otros poemas. Qué gusto.


UN VERANO REMOLÓN, 2005

Con cuánta rémora se fue el verano, que no se quería ir,
y quién va a querer marcharse cuando se está tan bien aquí.
¿Habrá un cielo prometido para los veranos muertos,
o se irán nomás a enfriar como los otros cuerpos?

Las muchachas del verano no se querían cubrir,
todo septiembre fue remolonear con los desnudos hombros
y octubre mismo, lleno de sol, moraba sobre pieles,
piernas, brazos, vientres, cuellos, casi pechos,
y sonrisas y efluvios de los ojos jugaban al calor
como si fuera eterno. Ah, qué bien, verano.

No sé si fui yo el causante de este alargamiento
o yo no tuve que ver y fue el desorden de los tiempos.
Pero este verano fue distinto, ajeno a la costumbre,
sorpresivo, elástico, moroso, humano más que nunca.

Escúchalo:
[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura09unveranoremolon2005.mp3]

Ahí les voy

El día menos pensado sin necesidad de aparatos externos vamos a poder leer, oír, ver, sentir, a lo mejor hasta oler lo que pase por donde nosotros no andamos, y tal vez no falte mucho para que tal despropósito ocurra; seremos entonces semejantes a los dioses, aunque, claro, habremos perdido lo que en los últimos siglos hemos apreciado tanto: la individualidad. Vaya usté a saber. Sólo me quedó la duda de si Dios nos huele; yo para eso mejor no existiría.

Por lo pronto, lo que ya es cierto es que es bien fácil escribir y ser leído por los demás sin permiso de los editores, ni de los censores, ni de los que nos quieren o dejan de querernos, sin quedar bien (ni mal) con los que manejan las redecillas de poder. Ora que el chiste es que a los demás les interese lo que escribimos, que se sepa, que todo el mundo se entere y que tengamos el toque de la varita mágica, el ábrete sésamo del interés de los demás. Y como esa es la principal característica de este medio, ahí les voy.

Qué va a haber

Y teniendo en cuenta que aunque me gusta escribir todo lo que puedo, prefiero escribir versos, que por lo común es el género que me proporciona (no todas las veces, claro, pero sí muchas) un estado que puedo identificar con la felicidad, me permito compartir con quienes se avengan a buscar periódicamente este espacio los versos que últimamente me han alegrado. Los voy a ir poniendo día a día hasta que se me acabe el material del último libro que tengo conformado e inédito: “Se está tan bien aquí”. Luego seguramente pondré otros que voy haciendo, unos mejores y otros peores, y lo más seguro es que a veces abra otros temas: que si viajes, que si reflexiones, que si acontecimientos o sorpresas, que si fotos. Si algún día no pongo nada será seguramente porque esté quimio (hay veces que estoy así) o de viaje o porque no sepa alguna de las truculencias del blog.

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