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Cantos rodados, 10

Desde que tenemos cáncer la vida se nos ha ido volviendo
Una materia difícil de explicar, aunque su manejo sea tan fácil
como una pasta de dientes a la que cada día le sacamos un poco
y va gastándose con la conciencia de que al final se quedará vacía
Y habrá que tirar el tubo a la basura.

Pues sí, tenemos cáncer. No puedo decir que yo lo tenga a solas
Y que me las voy arreglando, sino que entre los dos tenemos cáncer,
Y mis hijos cuando vienen a estar con nosotros.

Ya ven ayer, qué irregular estuvo. Que no pude. Y ya no sólo
Hay que atribuirlo a la enfermedad sino a lo que con ella
Viene y se instala alrededor, un sentimiento de excepción,
Un difícil trayecto de las horas que no son como las de una
Enfermedad cualquiera, de un post operatorio,
Sino como algo que tuviera un signo diferente
Para ser reconocido. Y es por culpa del nombre.

Si tuviera cualquier otra enfermedad sería distinto
–bueno, toda proporción guardada, lo comprendo-,
Podría valorar cómo me siento y empatado con el diagnóstico,
Evaluar lo que digo y lo que hago. Medir mis fuerzas.
Aunque ayer, las fuerzas que tenía yo por la mañana
No daban para empujar el ánimo a nada. El ánimo, no el cuerpo.
Las palabras entre sí se rechazaban. Yo juntaba algunas
Y ellas solas deshacían la formación horrorizadas
Pidiéndome que no las obligara a ser tan tontas.

Porque ahora pienso que bien pude haber forzado un poquito la máquina:
¡a trabajar, chingao, que para eso desayunan, cabrones!, debí haber dicho
y adentro de mis fábricas hubiera habido voz de mando
que resolviera el caso. Pero resulta que me puse de su parte,
que escuché a la sección trabajadora y me acurruqué con ella
a buscar la otra salida. ¿Y si hoy fuera el día, nos dijimos? Y entonces
todos los que trabajamos dentro de mí, cogidos de la mano,
estuvimos buscando la palabra precisa, que no hallamos.
O no nos atrevimos a decirla, y dejamos que pasara el día.

Pasó otra noche, desperté razonablemente descansado,
Agarré el paso y aquí estoy,
Apenas despertado y con un antojo descomunal de nueces de castilla frescas,
Esas nueces tan sabrosas que venden en mi tierra.

El que canta…

Puede vencer;
una mujer como ella
con su puro corazón puede vencer,
o con su piel o con su pelo
–de tanto arder parece que vivimos más
pero vivimos menos–,
puede ser millonaria, vencer;
con suavizar su voz
en la esquina de dos blancas paredes,
con evitarse un poco la alegría
–lo siento–
en esa situación
una mujer como ella puede vencer.
Que no se vista.

Cantos rodados, 9

La materia principal con que se hace la página cada día
Es el ánimo, ustedes han visto cómo sale de algún lado
El entusiasmo, el coraje, el desconcierto, y junta a su materia
Todo lo que se encuentra en el camino
Para hacer la escritura que queda aquí como constancia
De que sigo activo y sobre todo, de que tengo ganas
De seguir.

Pero hoy mi ánimo no encuentra su motor, no tengo ganas.
Dejo pasar minutos largos sin pensar en nada, sin proponerme
Ningún esfuerzo, y veo que el tiempo y yo andamos por distinta
Senda, él va con lo suyo, siempre contundente, y yo
Me voy quedando rezagado con los párpados flojos
Sin encanto.

Es eso lo que me ha sobrado, encantamiento. El toque
Que hoy no llega. La vara de la magia que nos mueve
Y que hoy se me escatima. Ni remedio. Yo no sé si más tarde,
Si mañana,
Si ya no,
Si ya nunca.

El que canta…

Todas las veces anda mi amor rondando;
todo lo veo.

Pasas por mi calle
y te desnudo, impúdica, en una ciudad desierta.
Te poseo apenas
y te ríes,
cosa que me vas diciendo mientras de qué color es tu carne.
Flor, bestia, pacífica extraña mía,
ni te ríes deveras ni corre mi sangre por tu vestido,
pero aquí todo lo veo y estás dentro del mundo,
y sí caminas,
y sí tienen tus ojos el color de las barcas,
y tu vestido es rosa pero son mis manos.

Aquí todo lo veo, rondando.
Hoy lloverá sobre los árboles calientes
y la ciudad se poblará de un ruido húmedo cayendo.

Cantos rodados, 8

Con el valor doble de piedras y cánticos
He echado a rodar estos cantos cada día;
Unos los siento encrespar los suelos en que se raspan
Con arenas y gravas, lodos y légamos, o confundirse
Con ruidos que en ocasiones tienen el propósito
De armonizarse con su entorno y figurar canciones,
Encantamientos auditivos que se cuelen en los demás,
Los que me están atentos, y les cuenten qué pasa
Adentro de la sorpresa diario descubierta del enigma
Indesentrañable de la vida y la muerte. Porque estoy en esa circunstancia.

Otros, piedra pura, los he visto tan finos, tan lisitos, cantos rodados,
Como mejillas, como telas de párpados
Que están a punto de abrirse y de mirarnos.

Lo normal, lo que nos pasa a todos, me puso a mí también
En el extremo y me tiene empujado por la espalda
Sin quitarme presión, a que camine hacia allá, a que me mueva,
Y una curiosidad que no desdeño porque me insinúa
Que vale lo mucho que parece, me alienta y me estimula:
Cantos rodados a los pies de quienes los ven moverse
Y oyen sus roces arenosos o sus pases geológicos, a veces feos,
A veces inquietantes, y ahora y de pronto musicales;
Y sí, siento bonito de ser el que los que canta y los patea.

Me recobro en la imaginación en pantalones cortos
Recorriendo una vereda con una vara en la mano
Que todo lo que toca lo transforma: el paso en salto,
La hoja seca en estrella, el insecto en interlocutor perpetuo.
Y si era para eso este camino y tengo la ocasión
De verlo y caminarlo por segunda vez, como quien dice,
Pues qué oportunidad de joya me ha tocado. Es el cáncer,
Que suena tan horrible y aquí sólo trabaja de palabra simple.

Porque entre que me muero y no, resulta
Que algunos días estoy que ya no puedo
Y otros muchos, en cambio, en que todo es nuevo,
Ni estoy para la muerte ni aparece más cosa que otro día
Que me dice, muchacho, tu trabajo, apúrate
Que ya es muy tarde. Apenas tienes tiempo.

El que canta…

Apaleado, entiendo bien por qué me dan de palos
y perdono los palos que me dan.
Pero el odio,
como salitre en los tabiques del alma,
tarde o temprano sale a la superficie
carcomiendo los yesos,
los estucos,
las pinturas,
los caros tapices que se pongan.
Hoy se me sale el odio
por los alfileres del cuerpo
y no puedo decir sino que amo con violencia lo que amo
y punto,
y lo demás
que se me tome en cuenta
para la historia ignominiosa de mi alma.

Cantos rodados, 7

Ya hice toda la faramalla. Ya no doy más.
No sé qué sigue.
Dormí pésimo otra vez, me despertó el dolor
Intenso en la espalda, y diferente; ahora era clavado
Y no disperso como las otras veces, pero a quién le importa
Que cambie de forma un dolor
Si al fin de cuentas lo que esperamos
Es una solución más seria.

María se fue a Mercamadrid en la madrugada con Oscar,
Compraron mariscos y vamos a comérnoslos
Como si fuera fiesta. Estoy de la patada, no tengo aire,
O no, sí tengo, pero no todo el que quisiera
-debiera aceptar que tengo sólo un pulmón y conformarme-,
desayuné fruta como siempre, aunque poquita
porque no tengo hambre.
Estoy leyendo una novela que no me gusta.

No sé qué sigue. Me comeré una ostra. ¿Alguien sabe
Qué cosa es una ostra? ¿Cuál es su explicación profunda?

¡Qué vergüenza la que tengo con ustedes!
Usar sus ojos y su tiempo para nada. Discúlpenme.
Hoy se me fue chueco el día.

El que canta…

¿Dónde está el perol en que nací,
las ollas de la muerte en que nací,
o el alfarero, dónde?

Yo principiante y partidario
y autor y díscolo y espejo
e íntimo oficiante de mi vida

encuentro feliz que no descubro
sino los ojos de otros hombres,
otras certeras misas en sus pechos.

Ábraseme pues la puerta de la entrada.
Tómenseme pues el pulso, el miedo,
el nombre y la mirada.

Ya que primero bailador, primero
guardador de flores, primero
gran canción de gran entrega

y luego las preguntas y sus partes
para quedar con ellas discutiendo.

Cantos rodados, 6

(Diálogos escuchados sin querer en un transporte público)

UN SEÑOR DE BUFANDA: -Yo estoy cáncer, ¿y tú?,
UNA SEÑORA DE CHAL: -yo creo que no, pero hace que abunda,
PRIMER SEÑOR: -sí; me dicen que hay de todo, como las quesadillas,
de hígado, de sesos, de pulmón, de lengua.

LA SEÑORA DE CHAL: -¿Y duele?
EL PRIMER SEÑOR: -pues depende de qué lo traigas
porque hay uno de próstata que estorba
y otro de pechito que da muchas molestias,
y hay de médula y linfático
y lo hay de cueritos por andarse asoleando
más de lo debido.

LA SEÑORA DEL CHAL: -¿Y te inscribes o nada más te sale?
EL DE LA BUFANDA: -pues hay que revisarse con frecuencia, creo,
y desconfiar de dolorcillos raros
y así te enteras antes de que crezca;
si te dan la credencial a tiempo
a lo mejor la libras.

UN MUCHACHO DE VAQUEROS:-Oye, ¿de qué están hablando éstos?
¿Están locos?
UNA MUCHACHA BONITA: -No, parece que es normal: abunda.

En este momento el autor de los diálogos se apea del transporte público y desaparece por un lateral. La luz se apaga. Todo aparenta normalidad cotidiana.

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