La foto de la chica
Hay muchas cosas que me gustaría contar acerca de mi casa, no porque sea ejemplar ni notable, ni mucho menos lujosa, sino porque sus minucias suelen ser reveladoras, cuentan de por sí muchas intimidades y abren innumerables puertecillas a estancias en las que mi alma, o lo que se entienda por eso, sale a relucir con más claridad y más matices que lo que pueda decir de mí mismo. Buena parte del salón principal se ve, gracias al diseño de esta página que hizo Milagros. Y cada objeto, cada cuadro en las paredes, las alfombras en el piso o las lámparas con que nos iluminamos de noche, tiene una pequeña historia que enlaza curiosamente con mi ubicación como habitante de Madrid. Parte de esta crónica está en el libro que ahora estoy glosando página a página.En este caso el poema es una constancia sencilla de la posesión de una fotografía y de su descripción, lo más apegada posible a la experiencia ordinaria. Mi amigo Manuel García, valenciano historiador de arte, me regaló el cartel que anunciaba la exposición que él, como conocedor profesional del arte mexicano, se encargó de presentar en su momento y yo lo mandé enmarcar. No pudo ser más oportuno Manuel con su regalo: estaba en el proceso de amueblar y decorar la casa. La fotografía se adueñó enseguida de una ventana y de la luz abundante que entra por ella y ocupó con absoluta naturalidad un espacio que es suyo desde entonces. Está acompañada de una báscula Toledo que recogí con asombro de un contenedor de basura antes de que tuviera casa siquiera, cuando no tenía lugar ni para ponerme a mí mismo, y de un espejo redondo con un gordo marco dorado comprado en mis paseos dominicales por el Rastro y que después de varias ubicaciones tentativas escogió ese lugar, quizás para devolverle al hogar que lo acoge una poca de la luz vespertina que descompone en tenues rayos de colores tímidos.
Pero volvamos a la chica de la foto, que me distraigo con facilidad contando pormenores y rinconcitos. La vuelta de tuerca está en la relación que he establecido con el objeto, y más que eso, con la vida que el arte de la fotografía le otorga como un don a la modelo, lo que la saca del tiempo y la hace susceptible de participar de una relación directa conmigo. Una relación como la que puede establecerse con un cuadro abstracto, con un poema, con una música que nos modifica y nos redime. Importa, además, la acción física que la realidad externa puede aportar a los objetos; en este caso, el sol, o una sombra, o una mancha cualquiera proyectada de manera persistente sobre la foto. Me gusta tanto que es parte de la decoración permanente del salón. Desde el año pasado puse frente a ella una jarra azul de vidrio soplado de la malograda fábrica de Carretones, en la Merced, que alberga unos bambús torcidos que han echado con el tiempo unas altas ramas de hojas lánguidas que no ocultan sino selvatizan un poco la desolación con que la autora de la foto quiso preservar su intimidad, la de ambas.
En ese mismo extremo del salón está ubicado un futón cuya historia particular conté hace tiempo y está publicada en la revista Letras libres, en octubre del 2004. Lo que entonces no conté fue que Octavio Vázquez estaba conmigo de visita y me ayudó con la historia del futón, y no por eso sino porque allí quedaba bien, puse un grabado suyo que me es muy entrañable en el que unos brazos estrechan con calor al mundo que los rodea.
LA CHICA DE LA FOTO
La chica de la fotografía ha comenzado su vida independiente,
quiero decir que la que yo veo, la de la fotografía,
no la chica humana que haya servido de modelo
sino la chica aparentemente inanimada, impresa, ha comenzado
el generoso proceso que anima a las obras de arte, ha comenzado a vivir.
Se trata de una fotografía de Ivonne Deschamps,
y una modelo india, probablemente totonaca, joven y deslumbrante,
retratada de frente, desnuda,
estira hacia arriba el largo cabello lacio y oscuro
y con ambas manos, como si se estuviera llevando a sí misma de castigo, jalada de las greñas, entrega una juventud vibrante y natural, sin artificio,
o como si se llevara de regalo, cargando su prodigioso peso de mujer,
su cuerpo compacto, pequeño, poco acinturado y de caderas y muslos
como piedra y barro;
o como si hubiera descubierto dentro de sí la mecánica del vuelo
y estuviera a punto de extenderse;
decía; ha comenzado a vivir. Será tal vez que en estas magníficas tardes madrileñas
el sol oblicuo entra de lleno por la ventana y ella, acalorada, empieza a reaccionar:
no sólo he notado que mueve delicadamente el cuello alargado por el gesto,
sino que parpadea cuando no estoy mirando su carita perfecta de máscara oriental
y afloja la rodilla derecha cargando su peso sobre la pierna izquierda,
tan bella como la otra;
por fortuna sus pies son anchos para no tener que dar pasos correctivos
por lo que parece que permanece fija siempre y en el mismo sitio,
pero lo que yo quería señalar como prodigio no es eso,
sino que, por lo inusual de la postura y el sol y lo demás, de su axila derecha,
el nido que abrió,
ha comenzado a escurrir visiblemente una gota de sudor
que en el momento en que termine de crearla acercaré mi lengua golosa
y entraré en persona en el reino del arte.
Escúchalo:
[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura27lachicadelafoto.mp3]
Pollito con arroz
Anoche nos fuimos de picos pardos y hoy, claro, me quedé dormido hasta casi las diez, como si no tuviera una responsabilidad que cumplir. No es estación de radio, así que no hay que entrar al aire a una hora determinada, tampoco es un periódico al que esperen los voceadores en la puerta para correr a repartirlo gritando sus novedades (cosa que ya no existe, por lo demás, ni siquiera en las ediciones vespertinas; sólo quedó como prototipo el vendedor de periódicos en la memoria de quienes lo vivimos), no es un programa de tele que esté metido con calzador de segundos entre una avalancha de comerciales. Nada de eso; este blog tiene toda la libertad de moverse en el horario que quiera y con la periodicidad que quiera; éste y todos, faltaba más; pero entonces ¿por qué me siento incómodo de haberme quedado dormido y estar tecleando demasiado tarde? De picos pardos, sí, pero a una casa decente y con amigos adecuados; no nos revolcamos en ningún fango moral ni nada que se le parezca. Unos tequilitas, sí, pero con comedimiento, y un Ribera del Duero con la cena, y luego otros comedidos tequilas bajativos. Así que ¿por qué tanta inquietud por una hora más o menos?Porque si se piensa bien, el tema del horario en este medio es altamente relativo; en España es una hora equis pero en México son siete horas más temprano, en Estados Unidos hay tres horarios diferentes, otra hora o dos horas está recorrida América del Sur, y en Europa lo mismo, sin contar con el horario en Asia en donde los que leen estas palabras están ya en la hora de la comida o en la de la siesta. Así que relájate, me digo; calma, amigo; no pasa nada; escribe lo que tengas que escribir, y olvídate del horario. Y con estas sabias palabras me tranquilizo. Y ya con la respiración normalizada recuerdo que ayer pensé en compartir un pollito con arroz que no me quedó nada feo; veréis:
Puse en una cazuela de barro unas piezas de pollo, piernas y muslos (muslos y contramuslos, les llaman acá) con un poco de aceite de oliva de Calanda, que es el que consumimos en casa gracias a los papás de Javier Espada, y le agregué un chorrito de vinagre de vino, un poco de sake (le iba a poner vino de bandeira pero lo olí y me dijo que no, que lo dulzón no iba a ayudar en este caso), una hoja de laurel, sal y pimienta, y lo dejé, tapado y a fuego muy lento a que se hiciera a su gusto. Y le puse de acompañamiento un arroz con trampa: ya hace mucho que compramos siempre arroz chino con olor a jazmín, esta vez le piqué unos brotes de cebolla que crecieron en la penumbra en que viven en casa las cebollas, sal y un poquito de azafrán, por eso digo que es trampa: amarillo y con el gusto envolvente del azafrán pero en arroz con dejos de jazmín; quedó de pelos.Y ahora quiero acordarme de la mañana aquella en que, por alguna cuestión de trabajo, fui a dar al parque del Retiro -hay allí varios recintos culturales y seguramente había alguna inauguración de artistas mexicanos, o algo así- y acabé desprendiéndome de toda razón que hubiera podido llevarme y disfrutando el paseo como un hombre libre, contento, en paz consigo mismo. En el fondo me doy cuenta de que no soy diferente al que debo ser.
PASEO MATINAL POR EL RETIRO
Oh qué bien se siente andar así,
las personas se saludan, los pájaros
se animan a pisar cerca de uno,
un ejército de jardineros que responden a mis preguntas con comedimiento
quita las mercadelas porque ya acabó el verano;
Parlem del vent, una escultura que anda por allí de Andreu Alfaro
me susurra quedito y sesgado todas las cosas que anoche pasaron en el
parque
y otra de Chillida con cinco puntas como cinco dedos le da consejos al
espacio
y acaricia el cielo muy muy azul de la mañana.
De buenas a primeras
un ahuehuete de los tiempos de cuando Felipe IV y yo éramos niños y este
jardín era monte
me da su propia versión del Retiro;
Taxodium me lo nombran los señores de verde como si no lo conociera yo,
sabino,
¡me siento tan bien bajo su sombra tenue!
Escúchalo: [audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura26paseoretiro.mp3]
Algunos antecedentes
En 1877, en Alcoy, provincia de Alicante, nació mi abuelo, Antonio Aura Peydro, hijo de Antonio Aura Sempere, quien lo era de Antonio Aura Gosalbes, papelero, de quienes no sé absolutamente nada, sólo que el acta de nacimiento de mi abuelo, que sí obtuve, dice que así se llamaban su padre y su abuelo, a quien, si andaba entre los cincuenta y los sesenta (puedo suponer, aunque mi bisabuelo tenía veintidos cuando nació mi abuelo), seguramente ya no le tocó la guerra de Independencia, cuando Napoleón invadió España, en 1808, y luego de hacer abdicar a Fernando VII, coronó a José Bonaparte, su hermano; movimiento de gran envergadura histórica que repercutió en la Independencia de las colonias de América, aunque sí le debieron tocar las Guerras Carlistas (la Primera entre 1833 y 1840), verdaderas guerras civiles, que dejaron España hecha un desastre todo el Siglo XIX, por lo que mi abuelo emigró junto con su padre y dos hermanas, como miles y miles de españoles que se fueron al Nuevo Mundo, o a donde se pudiera, y recalaron en México, en donde le tocó la Revolución, según me contaba mi abuela, y eso que vivían en la Sierra de Guerrero, en Teloloapan, lugar bastante apartado de los conflictos gordos de “la bola”. Cien años después, en 1977, ni uno más ni uno menos, nacería mi hijo Pablo.
También me dijo que mi abuelo era médico y que anduvo ayudando a restañar heridos y mutilados sin que le pagaran nada porque pos no tenían con qué, pobrecitos, y que su suegro, mi bisabuelo, también parece que era médico, nomás que el acta de mi abuelo dice que su padre era tejedor, lo mismo que sus cuates a los que llevó de testigos, con lo que yo me atrevo a suponer que el documento quería decir que se dedicaban al oficio textil que tenía arraigo en Alcoy, además del de la elaboración de papel. No sé si serían fabricantes o comerciantes de paños, u obreros en alguna fábrica; pero es evidente que las cosas no andaban bien, lo que obligó a mi bisabuelo a agarrar a su hijo y sus dos hijas y embarcarse en busca de mejor fortuna.
¿Y ustedes creen que no me habría gustado ser novelista para apasionarme por esta historia y ponerme a investigar, tomar notas, revisar archivos, reconstruir lo que el tiempo se ha encargado de borrar, y poner a vivir a estos abuelos míos en el palpitante mundo de los libros? Ya lo creo que me habría gustado. No saldría aquí la novela, claro, porque el medio no se presta, lo más probable es que no tuviera un blog, pero ya me la habría publicado alguna editorial grande y tal vez me habrían dado premios y sería famoso, o al menos viviría de lo que escribo. Pero, bueno, tampoco soy médico, ni comerciante, ni maestro de idiomas, ni capitán de barco, ni asesino a sueldo, ni todo lo demás que se puede ser.
Aunque bien que fui a Alcoy recién llegado a España, siquiera para ver cómo es e imaginarme cómo pudo haber sido cuando todos mis antepasados se llamaban Antonio: intento imposible porque el país ha sufrido una transformación en los últimos treinta años que lo ha dejado irreconocible, nada que ver con la España que fue pobre. Lo que vi, aunque parezca que no tiene que ver con lo que he contado, fue una paloma de color violeta (en mi pantalla se ve azul pero les juro que es de un definitivo color morado claro; nada me habría costado poner que era una paloma azul). Como pensé que sería difícil que me lo creyeran, o que yo mismo siguiera creyéndolo al paso del tiempo, la retraté, y me vuelvo a asombrar cada vez que sale de algún altero de papeles la fotografía.
LA PALOMA VIOLETA
Hay una paloma de color violeta, en Alcoy
y no es que esté manchada de color violeta
esa paloma de Alcoy
sino que por alguna mutación genética, entre todas
las palomas blancas que hay en el Parque de la Glorieta,
en Alcoy,
una salió morada, violeta, matizada de luz incandescente
de color violeta
como si fuera un ramo de violetas volando como una paloma
en el parque, en Alcoy.
Escúchalo: [audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura25lapalomavioleta.mp3]
Epifanía de los dedos
¡Vamos, imaginación, avívate!, les digo con impaciencia a los dedos sobre el teclado, porque son ellos los agentes, ellos el pelotón de vanguardia, ellos la vibración expansiva, y yo, que estoy detrás, los increpo, los azuzo, les digo, anden, bonitos, pongan letras, jueguen con todos los signos que se encuentren, libérense. Allí adentro, en donde se van acomodando las palabras en construcciones verbales con la danza que ustedes llevan en las yemas, hay un espacio de dimensión tan descomunal que es, más que adentro, un afuera de proporciones colosales, un universo más grande y suculento que el cosmos. Suelten los nervios y piénsense semejantes a la memoria de Homero; ustedes son los acentos y las rimas, la sabiduría y el truco, en ustedes está el tejido constante de esa tela siempre nueva cuya urdimbre y cuya trama rebasan la capacidad de fabricar mundos de los dioses. UH, uh, sin freno, ¡adelante!
Y entonces los dedos solos, sin mi voluntad, van escribiendo cosas con el teclado. Piensan en la maravilla que es este medio inmediato y vivo que al tiempo que se va haciendo puede ser recibido por sus destinatarios; esta fantasía que no tiene sustento real y es sin embargo contundente; esta taumaturgia florida que inaugura jardines de colores y formas de prodigio y los pone al alcance del uso de cualquiera, del disfrute de quien se asome a esta ventana, y se entregan gozosos al baile sobre las teclas de las letras. Allá lejos, en un espacio virtual, quedan existiendo las palabras armadas y cuando los usuarios dan el santo y seña, las claves del portento, se muestran con su simpatía y sus errores, listas para servir a la imaginación de quien sea. Ese es el pasmo del blog. No existe en ninguna parte, no tiene un pelo tangible, y sin embargo decenas, centenas, millares de personas de carne y hueso pueden leerlo al mismo tiempo como si fuera cierto y embarcarse en navegaciones nuevas por mares que no figuraron antes en ningún mapa cierto o ignoto.
Uno de los cuadros más bonitos de Octavio Vázquez es una pequeña acuarela apaisada, de unos veinte por doce centímetros, según el cálculo de mi memoria, en la que se ven las olas del mar, todas regulares y encrespadas como ondas o rizos del peinado de una ondina, mientras, desde el aire, sobrevolando, una tacita con alas vierte su contenido líquido en ellas con la constancia serena de estar haciendo lo que debe hacer. Alguien tiene que estar llenando el mar para que no se vacíe y se acabe.
FILTRAR EL MAR
Hay veces que me levanto con la necesidad imperiosa
de filtrar el mar,
ese trabajo titánico pospuesto desde siempre
pero que alguien algún día tendrá que eslabonar;
a veces me asalta la conciencia
instantes después de despertar
cuando se ha hecho con la labor fantástica del sueño
el acopio de toda la potencia
y una humedad salada y jubilosa apremia
que ha llegado el momento de filtrar el mar.
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Tocado
¡Oh dioses! Vivir no es fácil. Qué cantidad de sufrimiento tiene que procesar cada persona para alcanzar la tranquilidad de una vida satisfactoria, aunque sea por breve tiempo. Lo digo porque me llegan noticias de familia cargadas de dolor y aunque no son ajenas al común de los dolores de las personas vivas, cuando tocan de cerca lastiman. Y es cierto que cada uno tenemos nuestro drama particular y el caudal de pena que hay que asimilar depende de la vitamina con que hayamos nutrido nuestra capacidad de resistencia, pero los dramas de aquellos con quienes hemos convivido en intensidad familiar tocan las fibras más delicadas que tenemos. Estoy tocado.No obstante, como la característica principal de la vida es su azaroso movimiento, su palmaria incapacidad de quedarse quieta, su chisporroteo por los millones de poros de la piel del día que trasudan realidad y fantasía, os remito, con la sorpresa pintada en los ojos, al comentario que hace Eduardo Olvera en la entrada del sábado 17 de marzo pasado en este mismo blog. Es a propósito de Vital Alzar y su carabela. Yo entonces me asombré al buscar el nombre del navegante en internet y no encontrarlo e hice la reflexión de si existirá algo que todavía no haya percibido el ojo omnipotente de Google, y que si este hombre no estaba era porque quizás no era un ente de la realidad, ni de la fantasía siquiera; no había sido creado ni por Natura ni por Imaginia. Ahora hay cinco o seis entradas con su nombre, entre ellas la mía, y mi inquietud se desvanece: existe. Qué más da si hay o no un Vital Alzar de carne y hueso; ya hay un poema, diatribas y noticias en su nombre, y alguien, más de uno, al evocarlo lo construye. “Yo sé que recatándose en la sombra / a toda alma responde un alma ajena”, decía Pablito Cabrera; hoy respondió Eduardo, mañana quizás alguien en la tiendita de abarrotes de Boca del Río le diga a Vital que hay quien pregunta por él en el universo y entonces cobre cuerpo y me escriba diciéndome que ahí está, que tiene un proyecto nuevo de cruzar los mares, que alentamos mientras alguien nos recuerde y nos evoque.Qué más da que el papado de Benedicto XVI haya reinaugurado el Infierno, que había liquidado Wojtyla, y clausurado el Limbo, la imaginación los ha construido con mucha mayor solidez de la que el Vaticano se imagina; ¡que le quiten a Dante lo bailado! Me asomo a Google, según lo antes dicho, y entresaco al azar estas frases:
En el siglo V San Agustín decía que los niños muertos sin bautizar iban al infierno y, a partir del siglo XIII, comenzó a hablarse del “limbo” como “ese lugar donde los niños no bautizados estarían privados de la visión de Dios, pero no sufrirían, ya que no lo conocían”. (Esta es de Wikipedia, las siguientes son de< www.letralia.com/ciudad/gonzalez>):
Nuestro amado Dante pobló este lugar de poetas como Virgilio, Homero, Horacio, Ovidio y de héroes como Héctor, Eneas y el musulmán Saladino… Ludovico Ariosto, el genial poeta italiano del Renacimiento, nos cuenta que el Caballero Astolfo visita el Limbo de la Luna… El gran Shakespeare usa, como sinónimo de cárcel, la expresión “el Limbo de los Padres”, en tanto que John Milton dice que “el Paraíso de los Tontos” es como el Limbo… Un poeta menos conocido, Alexander Pope (s. XVIII), dice que el limbo contiene “la sonrisa de las prostitutas y las lágrimas de los herederos”.
Y pudiera seguir escarbando en ese archivo sin puertas que es utopía y llenaríamos de oprobio cultural la decisión de los pontífices que creen que lo imaginario se destruye con negarlo, y quizás llegara de nuevo al principio de esta página y encontrara la razón del sufrimiento y su eterna cura. Pero se está haciendo tarde, la hora del desayuno pide que le respete su lugar; Milagros no debe tardar en estar de vuelta; hay que comenzar a preparar la fruta…
PERA
Estaba yo pelando una pera muy quitada de la pena,
contenta de ir a servir de desayuno,
cuando de pronto noté el poco pudor
con que se dejaba eliminar la vestimenta
y cómo soltó en humedad que me escurría por los dedos
un jugo lúbrico que me pedía cierto pudor que en esta materia ya he
perdido
y no por eso la sentía menos densa y dulzona
acomodarse a la temperatura de mi mano;
la nombré suavemente la reina de las frutas,
la chupé, la mordí, la hice mía
y escribo su nombre para que no se borre en la memoria de los
siglos: pera.
Escúchalo: [audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura23pera.mp3]
Cosillas que faltaron
Dos o tres cosas me faltó decir ayer del botellón. Una de ellas es que no le tienen miedo a la policía, a pesar de que los encuentre con las manos en la masa. La policía es la policía y su principal función es intimidar como primer paso para imponer la autoridad del estado. Y sí, intimidan. El grupo de hoy, más numeroso que el de ayer se dispersó cuando llegó una furgoneta con dos policías que se bajaron del vehículo y se pasearon fachendosos por el centro del grupo. En ese momento más o menos trataron los chicos de disimular sus vasos y botellas pero su reacción no estaba muy lejos de la que pueden tener unos alumnos ante la aparición de un maestro de esos con los que vale más no enfrentarse. 
Optaron por la dispersión tapando los vasos y las chelas con sus prendas o con las bolsas de las chicas. En diez o quince minutos, con gran calma, todos habían emigrado a alguna otra calle cercana mientras los policías ponían infracciones a los coches estacionados en esta que es peatonal. Otra, es que sólo se juntan, al menos en esta calle, las noches de viernes y sábado, y cuando son un poco mayores ya no se ponen ropas de disimulo. No se descarta que la policía haya venido llamada por algún vecino tiquismiquis, de esos a los que les da horror la juventud, que está tan viva.
Caramelo
Si no fuera porque el epígrafe iba a resultar de más extensión que el propio poema y eso no me parece que esté bien visto, le pondría aquellos versos del cancionero anónimo del Siglo XIV, aunque estén tal como se los copié al tío Google, con todo y su ortografía porque no tengo aquí la antología de don Marcelino, en donde los leí por vez primera y Tomás Segovia no me contesta el teléfono, a lo mejor está ocupado con la Musa.
Qui triste tiene su coraçón
venga oír esta razón.
Odrá razón acabada,
feita d’amor e bien rimada.
De modo que se va sin más introducción, pero no importa: este poema es más que claro, como un campo al medio día, como la vista del mar abierto desde lo alto de un acantilado, como la visión plena de la bóveda del cielo nocturno con todos sus atributos. Es una pura celebración litúrgica hecha desde el lado de acá.
CARAMELO
¿Ésa?
¡Ésta es vida!
Te recibe
con los brazos
abiertos
la poesía.
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Botellón
Al poco tiempo de haber llegado aquí le sugerí a un directivo de una de las escuelas de cine de Madrid, que me habló del conflicto que se vivía al respecto, que convocaran a un concurso de guiones o de cortos o de películas sobre el tema controvertido del “botellón”, ese recurso de los jóvenes de juntarse en las plazas públicas con sus botellas y sus vasos desechables y pasar la noche emborrachándose y escandalizando a la buena sociedad. Se podría ahondar, propuse, en la gravedad del problema y buscar las soluciones a partir del conocimiento y la comprensión de los motivos. Sobre todo si es entre el propio rebaño de los botelloneros donde se analiza y se hacen proposiciones. O no quiso o no pudo hacerlo, no sé. O pensó en el fondo que estaba yo exagerando. Yo lo veía desde mi experiencia de habitante de la ciudad de México. Al poco tiempo legislaron en el Congreso, creo, en contra del juvenil hábito, y los alcaldes, cada uno según su fiereza política, comenzaron a imponer penas o a buscar soluciones negociadas; aquí en Madrid lo prohibieron con amenaza de acciones policíacas pero a poco entró un nuevo alcalde y no dijo esta boca es mía al respecto, laissez faire, laissez passer.
Desde que empezaron a arreglar la calle en que vivo y dejaron de rodar vehículos, se volvió sitio de botellón. Yo, como venido de ciudad brava, pensé que comenzaría a haber problemas. Pero conforme han pasado los meses y se ha acabado el Invierno para dar paso a las cálidas noches de Primavera, se ha venido serenando mi ánimo. Los veo desde la ventana o cuando salgo a tirar la basura en los contenedores que se colocan todas las noches junto a la puerta de entrada del edificio, el portal. No, qué esperanzas; no tienen un pelo de conflictivos; no sé en otros barrios. Estos chiquillos vienen arreglados de traje y corbata y las niñas de vestido escotado y tacones altos, seguramente para no levantar sospechas en sus casas y que no se las armen de pedo. No se meten con nadie, no malorean a nadie, ni a mujeres solas, ni a ancianos, ni a parejas, ni a perros. Están en lo suyo, que es tomarse copas en las que mezclan whisky o ron o brandy con refrescos o con vino o con cerveza, o con ve tú a saber qué porquerías; hablan de sus cosas; se concentran en lo suyo; procuran sus amistades y sus amores; sus enemistades y sus rompimientos también, de seguro; cantan, se ríen; algunos, en un rincón, lloran, y se van temprano, a media noche, a la una, a las dos; no más.
En un grupo de diez o quince se beben una o dos botellas de entre diez y quince euros, más los refrescos y las cervezas de a litro, que harán otros diez o quince. Máximo treinta: dos o tres euritos por cabeza; supón que cinco. Y no hay una música a volumen infernal que les impida oírse unos a otros, de modo que pueden hablar y cantar, secretearse, llorar y declararse su amor, contarse las cosas indecibles que construyen las amistades juveniles; tampoco tienen que pagar entre cinco y ocho euros por cada copa, lo que los haría gastar un mínimo de veinte o veinticinco por persona. Y es más fácil sentarse en los quicios de las puertas, o en el suelo, de plano, que adentro de los bares atestados en los que todo el mundo igual está de pie toda la noche. Se van y sólo queda su aroma. Lo que hace falta son mingitorios, porque, claro, se orinan en la calle: beber y beber genera orinar y orinar. Y a veces, dejan los vasos desechables y las botellas vacías en el suelo o en los poyos de las ventanas que dan a la calle. Y le toman el pelo al sistema que a chaleco los quiere meter a consumir a los sitios mercantiles.
Hay poemas que suenan bonito y poemas que no; algunos son música y otros son el espacio en que la música se escribe; este es opaco, seroso, sordo, pero entra al libro cogido de la mano de todos mis poemas que hablan del mar, que son muchos, y junto con ellos conforma el arrecife en donde han ido fondeando infinidad de recuerdos y aspiraciones que no se dicen.
COMPRENSIÓN
Ya estamos frente al mar
de nuevo
y una nostalgia me tira:
un futuro circular
de ostra
que en sí se regodea,
me desnuda de forma
y de sentido
y me arroja al mar.
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