Blog

Cocina mestiza

Antes de que otra cosa suceda conviene que vaya pensando en el desayuno porque a poco que escriba media página me empezará a dar un hambre feroz, no porque el ejercicio de teclear sea muy rudo sino porque es la hora. (Cambio de tercio:) Y nuestro desayuno es relativamente fácil: se trata de pelar algunas frutas: un poco de melón, papaya (que es fruta exótica), plátano, manzana, pera, tal vez una mandarina, y hacer una macedonia, quizás con unas fresas que tanto adornan el sabor, el color y el olor del platillo. Luego servirlo en dos tazones, uno para ella y otro para mí, y exprimirles el jugo de algunas naranjas. Llevar a la mesa esta provocación junto con unos pequeños recipientes con nueces, piñones rosas (los encargo a México porque aquí sólo hay blancos y saben mucho a resina), pasitas, amaranto y un poco de muesli, que viene a ser la misma combinación de cereales que en México llamamos granola, todo mezclado en el tazón con la fruta, y ñam ñam ñam, padentro.

Viene luego una taza de infusión hecha con té verde, té blanco y té rojo (sin que haya en esto alusiones banderiles), con distintas propiedades y mezclados con sabiduría, sobre todo para que no prevalezca el blanco, el que más sabe a hierba; le agregamos anis estrella, canela, un clavo, cardamomo y pimienta entera, y queda una exquisitez que aroma el velo del paladar durante un rato largo de la mañana. Con lo que sufro es con el pan dulce, que acá se llama “dulce”, sin que intervenga la palabra “pan” y cuyo genérico es “bollería”, porque está a años luz de la repostería popular mexicana; suele ser empalagoso y sin gracia; pero no hay más remedio, es lo que hay. Cómo extraño las campechanas a veces. Y amarro mi memoria para que no me haga la mala jugada de repasar el catálogo inagotable de los panecitos dulces de mis panaderías.

Y hasta allí, porque aquí lo salado está proscrito del concepto desayuno; los huevos, las quesadillas, los chilaquiles, los peneques, los bistecitos encebollados, los molletes y otros platillos de nuestra gastronomía desayuneril son inimaginables. Ya lo que he descrito de las frutas es un exceso, un franco mestizaje. Sea por dios. Ofrezcamos el sacrificio por las almas del purgatorio.

Y a propósito: el tamaño de los dioses es inconmensurable. Como Neptuno domina el mar ya se ve que no puede ser del tamaño más o menos humano en que está representado sobre su carreta en la glorieta que está a dos cuadras de la casa, ni Cibeles puede tener las proporciones de una robusta señora tal como está figurada en la siguiente glorieta porque es nada menos que la que domina la tierra, la fertilidad de la tierra, su capacidad de producir sustento para todas las especies; más bien hay que atender a que es una forma de representarlos para que los comprendamos, digamos que es su advocación pedagógica, así como el dios Hijo del cristianismo está representado con un humano cuya proporción con el dios Padre debe guardar cierta armonía con el dios Espíritu Santo, que ya se entiende que no puede ser del tamaño de una paloma convencional de estas que vuelan aquí afuera. Bueno, pues creo que de eso se trata el breve poema que sigue, de las proporciones de lo divino.

EL DIOS DEL CIELO

Zeus tiene el cabello azul,

¡azul tiene el cabello Zeus!

por fin algo
he comprendido.

Escúchalo: [audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura20eldiosdelcielo.mp3]

Un taxista en Madrid

Es raro que ocurra pero el taxista que me llevó ayer era republicano. Suelen ser un gremio muy conservador; la mayoría son señores de edad madura, de sesenta para arriba, y pocos son amables; algunos, incluso diría que son groseros; no sienten que tengan que responder con cortesía a desconocidos: prestación de servicio a cambio de una paga determinada. Y punto. Una vez a uno le tuve que hablar alto y fuerte porque empezó a mascullar de mala manera que él sabía la ruta, que éstos creen (ese ofensivo éstos me englobaba, claro) que uno (uno, era él y su gremio) anda haciendo turismo, y no sé cuántas más burradas. Le dije con la voz puesta en su lugar que estaba prestando un servicio pagado y si el cliente sugería una ruta podía discutirla pero no regañarlo ni expresarse con desprecio. Acabó diciéndome que él hablaba así, que disculpara si me había ofendido. Hasta eso que no son malos, es que es su modo de ser. Nomás que uno tiene que hablar fuerte y claro, porque si no…

Conste que he contado esto haciendo una generalización basada en la experiencia y con carácter estadístico, porque ya se ve que hay de todo; con frecuencia la realidad da sorpresas gratas. Los hay con buen humor, con gusto por la plática, con curiosidad por los distintos acentos de hispanohablantes. Algunos muy conocedores, otros tímidos pero arrojados, temerarios, charletas, filósofos…, de todo.

Pero el de ayer era distinto. Lo tomé nada más saliendo de la casa porque se estaba bajando, con dificultades, una señora, a la que ayudé cuando el taxista me dijo ayúdela. Pues qué bien se siente, le dije, ya instalado, tomar el coche a las puertas de casa, como si fuera uno rico (porque esta calle donde vivo es peatonal y sólo entran vehículos de servicio). Y comenzamos a charlar, aunque con muchos circunloquios porque acá hablar de política, que es el tema obligado, es muy riesgoso: la mayoría de la gente tiene muy pocas pulgas. Y la crispación anda en niveles altos. Pero a propósito de esto y aquello salió México a relucir y entonces dijo que tenía una deuda pendiente con la vida: conocer México, en donde está enterrado su tío abuelo, que era exiliado de la guerra. Y por ahí se fue la hebra: que si la Guerra Civil, que si el levantamiento de los militares en contra de la República legítima y democrática, la ayuda a Franco de alemanes e italianos, el exilio, el triste comportamiento de los franceses, la mano tendida de Lázaro Cárdenas, la diplomacia mexicana. Le recomendé el libro de Manuel Ortuño del que hablé aquí hace unos días. Acabamos amiguísimos. Me dio su teléfono y me dijo que no dude en llamarle para cualquier servicio de taxi que se me ofrezca. Hombre, qué diferencia. Lo llamaré cualquier día de estos para ver si ya leyó el libro.

Hoja de otoño

Hace unos años, ya casi seis, estaba de visita Octavio Vázquez acá en Madrid y nos fuimos a caminar por ahí; la plática nos fue llevando hasta el Real Jardín Botánico que es un parque tan hermoso, y allí nos metimos a ponerle clorofila al gusto del palique, nomás que ya la cosa andaba en sus otoños, porque Octavio llegó los últimos días de octubre o primeros de noviembre, lo recuerdo bien pues traía una caja con pan de muerto para la ofrenda de María Cortina. Yo estaba feliz con la visita. Nos sentamos en una banca y recogí una hoja de plátano (de la familia de los arces), que son tan parecidas a las del liquidámbar (que en el diccionario se llama ocozol) o el maple (que no existe en el diccionario, así que el que no lo conozca está perdido), ya dorada por la estación y arrancada por el aire pero perfecta en su forma y bella como suelen ser las hojas secas cuando apenas han tomado el color declinante pero todavía tienen la flexibilidad de cuando fueron verdes. Y allí puse con humildad vegetal los versos que siguen:

HOJA DE OTOÑO 

En ésta
que no es página
escribe sus versos
el otoño.

Escúchalo: [audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura19hojadeotono.mp3]

Corre la voz

¡Qué entusiasmo! Milagros ha ido un paso más allá en la construcción de este medio sorprendente: ha conseguido que se oiga mi voz. De ahora en adelante, además del texto de los poemas para que cada quien los lea como le dé la gana, se podrá oír al autor. Claro que luego iremos hacia atrás para dejar grabados todos los de “Poemas y otros poemas”, pero después viajaremos más atrás, para grabar los de “Se está tan bien aquí”, y luego seguiremos la ruta hacia la semilla, hasta dejar grabado el momento en el que Dios nos echó del Paraíso de tan mala manera, y lo que le dijimos; o lo que es lo mismo: el Big Bang. ¿A poco no es magnífico? ¡Corran a decírselo a los demás! ¡Que se sepa por calles y plazas y la Fama parlera cobre el óbolo de su desmesura en el tintineo de plata de las voces de todos! ¡Ya se oye, ya se oye, como los claros clarines de Rubén!

Y quiero dejar constancia de un conflicto entre la duración real del día y lo que yo percibo de él en la cuenta de los visitantes de este famosísimo blog. El número con que nombramos al día pierde su encanto a las doce de la noche. Ok. El mito de la carreta-calabaza. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero el apuro comienza cuando se va constatando que ya la tierra no es plana ni el sol le da vueltas con galanura desde que a alguien se le ocurrió redondeárnosla, que ya las doce de la noche no son lo que antes eran, sino que ahora son tan móviles e imprecisas que cuando dan aquí, a los que están una hora más temprano en el mapa les importa un comino, para ellos son apenas las once, las diez, las nueve, y así. Y los satélites que van transmitiendo a todo el globo se despepitan de risa ante el visible engorro en que me veo. O sea que la cuenta de visitantes sigue actuando de por sí pero yo la he dado por cerrada a mis doce de la noche y todos los que llegan después se quedan fuera. Ahora bien, si me recorro en la franja del conteo e incluyo a los que entran al blog pasada la media noche me veo en la necesidad de ir descontando a los que entraron en lo que para mí fue la una de la mañana. Un broncón, mi querida doctora Corazón. A punto estoy de pensar que se me está desarrollando una frondosa esquizofrenia.

Por lo que desplazo mejor mis preocupaciones mirando hacia otro lado. Abro mi libro y me vuelvo a entusiasmar con la relectura de un poema que no hace más que celebrar el gusto, y que, además, ya puede ser por todos escuchado. Helo aquí:

RECREO

Suena el despertador
y como si fuera
la campana del recreo
corro a revolcarme
en tu pecho
y a paladear la golosina
primaveral
de tus pezones.

Escúchalo:

Comer y divagar

Ya sé que sería mejor hacerla pero amasar pasta para dos que la van a comer de vez en cuando es poco estimulante, además de que tengo poca energía para dedicarla a la cocina -o a cualquier otra cosa que no sea escribir, que no me cansa-, y no tengo la maquinita de troquelar pastas, por lo mismo, de modo que ayer o antier que fui al súper compré pasta fresca, un espagueti muy delgado, casi como el fideo cabellos de ángel. Lo de menos es cocerla los dos o tres minutos que requiere porque mientras hierve el agua para echarla, pelo y pico un diente gordo de ajo y un buen de perejil; pongo en una cazuela aparte el aceite de oliva a calentar, echo el ajo y apago la lumbre; conforme se va enfriando el aceite se cuece el ajo sin alcanzar a dorarse y entonces aplico el perejil y la sal y un chorro grande de aceite; lo vierto en una fuente sobre la pasta escurrida; enseguida le revuelvo unas cucharadas de caviar (venden unos frasquitos muy económicos de huevas de otros peces que si no son tan famosos como el esturión, la verdad es que no desmerecen y se prestan para muchos aderezos) y encima de cada plato, al servir, queso seco rallado; el resultado es un buen plato de pasta que hace la base de una comida sabrosa y abundante. A mí lo de abundante confieso que no me hace tanta gracia porque lo cierto es que como relativamente poco; nunca he tenido apetito voraz sino selecto y curioso; como un poco de esto, un poco de aquello y quedo satisfecho; lo que sí es que disfruto mucho la comida. Por cierto hoy desperté pensando en una cazuela de chicharrón guisado y me di cuenta de que tenía charquitos en la boca. Me acordé de uno en salsa verde que me gustaba pedir en los desayunos del hotel Virrey de Mendoza, cuando iba a Guadalajara; me acordé del chicharrón que me hacía Irma en los desayunos de mi casa en México y además de los charcos empecé a chapalear en la nostalgia,chapalear.
(Voz onomat.).
1. intr. chapotear (sonar el agua batida por las manos o los pies).
2. intr. chacolotear.

esta entrada del Diccionario de la RAE se debe a que acudo a él siempre que tengo dudas sobre el significado o el origen de alguna palabra; lo normal, pues; y pensé que a lo mejor chapalear venía de Chapala, del hecho de caminar por sus orillas fangosas y extensiones de poca profundidad, pero la Academia dice que es onomatopéyica y no hace ninguna alusión a nuestro mar interior (o lo que queda de él). No, hay que preguntarle a nuestra Academia, a Pepe Moreno de Alba, porque luego aquí hacen cada barbaridad con el idioma que qué te tomas. Pero me distraje, perdón; decía que desperté con una profunda nostalgia de chicharrón guisado. Aquí hay chicharrón, por supuesto, todo lo que tenga que ver con el cerdo proviene de España; se llama cortezas y es exactamente lo mismo, aunque es igual pero distinto, aquí lo hacen completamente seco y desgrasado; porque esos chicharrones esponjosos grasositos, o los que tienen un trasunto de carne cortada en la cuadrícula que evita que se frunza al crecer en la manteca… No; hoy de plano tengo la baba suelta.

El poema de hoy no necesita aclaración cual ninguna, ni cartabón de instrucciones, ni manual de procedimientos, se explica todo por sí mismo. Sólo un dato casuístico: es la misma chiquita con la que comparto la pasta y otras delicias.

MI NOVIA

Mi novia es una
chiquita altiva
con algo de ave
y mucho de presumida,

¡ay qué bonita!

Escúchalo: [audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/PoemasyOtrosPoemas/AAura17minovia.mp3]

Guardado en casa

Salgo poco a la calle últimamente -yo que siempre he sido pata de perro- pero la cosa se explica porque los medicamentos que me dan me provocan anemia y ésta me desarticula el vigor; me canso a la menor provocación; unas cuantas cuadras y quedo para el arrastre. De modo que mi natural pasear por las calles con aquel dejo de arrogancia juvenil, con pasos seguros y sonrientes, con ágil cintura y aspiración universal al viento se ha vuelto cansino y sin atractivos, lo que de por sí no me importaría si pudiera alargarlo. Digamos que camino una hora y quedo exhausto, tengo que descansar largo rato para reponerme. Y debo confesar, la verdad, que estoy harto. Estupendo de todo menos de eso. Me parece horrible el ataque justo al centro de mi inveterada holgazanería pedestre en cuyo seno acogedor he ensoñado toda mi vida y de donde han salido todas las piezas, partes, minucias, herramientas, refacciones y perplejidades con que se construyen los poemas. Muchos sentidos abiertos y a caminar por ahí, dejando que la vida revolotée sobre nosotros, como expuso ya con claridad Rubén Darío: “Poetas, pararrayos celestes…, rompeolas de las eternidades”.

Pero bueno, hoy es lunes, es día de hacerse propósitos. Como el de aumentar cada vez un poquito los paseos, para volver a hacer músculo. O cambiar la técnica y hacerlos breves y más constantes, nomás que está el inconveniente de que hay que regresar a la casa, descansar y volver a emprenderla por el mismo camino, lo que le quita bastante el atractivo de la novedad, de lo inesperado del paseo espontáneo. En fin: mañana iré a una clínica nueva a valorar la posibilidad de un tratamiento alternativo que justamente me ayudará a resolver esta carencia. Ojalá que funcione. Ya os diré.

Aunque no me sabe nada bien haber contado lo anterior; parezco quejica. Ganas me dan de borrarlo y empezar de nuevo; retomar el tema, sí, pero cambiarle el signo, volverlo heroico, quitarle la debilidad y el decaimiento y ponerle galas de aventurero, capa y espada, ferreruelo listo al embozo conveniente para raptar doncellas. Eso que decía del ensueño y los paseos no crean que es poca cosa, ahí se gesta todo el material de la imaginación. Pero no tengo suficiente energía para borrarlo: estoy un poco anémico.

Conozco el tintineo del agua cuando cae y eleva el sonido a la revelación de un símil con la voz íntima, acalorada si es preciso, de las mujeres. Y eso que conozco es lo que este poema -de la serie de muy breves con que comienza el libro- cuenta. Forzar el símil del agua con lo femenino, dándolo por sabido y aceptado, abre la espita para verter lo demás.

LA DUCHA

Del agua,
como de otras mujeres,
se sabe por su canto
su temperatura.

Escúchalo:

Memoria y berrinche

No se han cumplido todavía dos meses de que empezamos con esta página diaria a ocupar un espacio en la atención de algunos navegantes con la sencilla propuesta de publicar cada día un poema; eso ha permitido que, ya que están, les cuente cosas: que si tuve tales sueños, que si comí con más o menos apetito, que si leí tal cosa en la prensa, si descubrí libros magníficos, si me pusieron una vía en una vena para entrar en secreto al misterio de mi muy particular vida real. No he parado de contar intimidades, de hacer a todos partícipes de cuanto me ocurre y se me ocurre. Y así pienso seguir. Falta tanto…

Los navegantes han ido aumentando; cada vez hay más tráfico por estas aguas, aunque hay días que parece que todos se pusieron de acuerdo en irse al cine o a la playa o al cielo, ve tú a saber a dónde, y baja drásticamente la asistencia; pero también hay otros en los que parece que se pasaron mensajes unos a otros, que se avisaron que había que estar y entonces cunde el menudeo, sube la aguja del marcador como si se tratara del tablero de resultados de un partido en el que voy ganando. Esas veces me gusta más, lo confieso; pero también sé que la vida tiene de todo, que como decía el Arcipreste “la peña tien blancos, tien prietos, pero todos son conejos / son los dedos en las manos pero non todos parejos”. Pero dudé, me entró la cosquillita de que algo no estaba bien y corrí a preguntarle al tío Google si había hecho bien la cita de memoria y me puso una regañina: está perfectamente mal citado, no es así, me dijo. Pues bueno, le dije, así es como yo me acuerdo que lo leí. Pues te acuerdas mal, corrígelo, inútil, bueno para nada, chiquilicuatro, mequetrefe. Entonces yo, como mal portado, y quién no cuando le dicen majaderías de ese calibre, hago berrinche y lo dejo como está, que lo corrija su abuela.

Aunque estoy convencido de que la página de ayer era redonda, veo que el poema de hoy le correspondía más a su espíritu que al de este domingo. Ya nimodo, lo cáido cáido. Qué esperanzas que repita lo que dije ayer nomás para que el pobre poema se sienta protegido. Por fortuna tenemos la ventaja de que ahora sí la Primavera ha establecido un clima de lo más grato y para toda esta semana nos promete un bienestar que ronda por los veinte grados. Y eso cualquier poema lo agradece.

LA CEBOLLA

Son hojas de cebolla
las capas últimas del sueño

y la lechosa claridad del alba
me hace un poco llorar.

Escúchalo:

Durísima batalla

Qué debate tremendo dentro de mí: una fuerza tira hacia el día y otra quiere permanecer en la oscuridad, regresarse a donde no se es nada, aguantar en el calor interno y regular del sueño. Cada una quiere argumentar y no hay discurso que se complete, todo son hilachas de pensamiento, palabras sin sentido, raciocinios a medias en los que parecen surgir explicaciones contundentes que a la mera hora no son más corpóreas que el vapor vano del vaho. Ni siquiera las estructuras oníricas se sostienen por su propia fuerza pues se ha perdido ya la fe en el sueño. Entre querer y no querer despertar hay una lucha colosal a veces, y hoy me ha tocado vivirla. Un cataclismo, o poco menos.

Me desvelé sin mérito y como no he dormido suficiente el cuerpo pide más pero por otra parte el hábito de la hora remueve sábanas y edredones, sacude almohadas y desordena ese mundo blanco de plumas y algodón en que dormimos. Vamos, holgazán, levántate, abre los ojos y constata cómo otra vez la luz está ahí afuera esperando a que corras las cortinas y la veas, con sus vestidos de sábado toda engalanada, enamorada de ti, esperándote para hacer lo que tú quieras; épale, arriba, upa, hop; te están esperando cientos, miles, millones de palabras posibles para ver qué haces con ellas; míralas retozar todas frescas y desnudas en el agua de la luz del día, ándale, deja de hacerte el remolón y alienta, respira fuerte, saca un brazo, órale, mueve la patita…

Y heme aquí levantado, contento, sabatino, mirando la página que me tengo impuesta por propia voluntad y poniendo en ella las varitas, los mimbres, las sutiles hebras con que se tejen cabos y jarcias para amarrar el viento de estas navegaciones.

CALIDAD DE VIDA

Todo me gusta,
en todo tengo fiesta,
mi nombre es esplendor,
nada me cuesta.

Escúchalo:

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba