…Y DOS DOCENAS
(6)
NATURALEZA MUERTA MONUMENTAL
CON HELIPUERTO
Sobre la mesa café,
en una charola azul,
el centro de la ciudad de México.
El ambiente brumoso
se ilumina en algunas partes
con reflejos de algo que está fuera.
Predominan los rosas mortecinos.
A un lado,
una gran bandeja con gelatina
representa un lago.
Una vela blanca
sobre candelero de hierro forjado
irgue su llama roja.
Arriba,
en el plano horizontal del muro,
en la azotea,
se posa blandamente,
como conducido por ángeles,
un hermoso helicóptero azul.
Las horas de trabajo
Yo soy aquel que ayer nomás decía…, desperté pensando, o sintiendo, más que pensando. (¡Ah, si pudiera yo hacer alguna vez un verso semejante!) Y es que dormí. ¡Dormí! No floté sobre las horas oscuras recogiendo la basura de mis quejas sino que dormí, dejé de sentir el paso monótono de las horas infinitas y me pegué al ritmo del silencio. No es que haya dormido todo lo que deseaba (porque ahora tengo un apetito voraz e insaciable de ese abandono), pero fueron varias horas seguidas en las que pasé el tris entre una y otra toma de conciencia. Y eso que tenía yo metidos en la nariz los tubitos del oxígeno y pensé: este estorbo no me va a dejar dormir, lo voy a perder a la primera, me voy a despertar y sepa dios dónde habré dejado la respiradera. Pero no, aquí está y ni lo sentí.
Pero quedé atónito cuando lo trajeron. No se trata de un tanque, o una bombona, como aquí se le llama, sino de una máquina que saca el oxígeno del aire inagotable del entorno y lo va filtrando y metiendo en su depósito del que abastece al respirante que lo use. Una maravilla. Ya no hay que llenar infinitos depósitos costosos e inmanejables sino encender la aspiradora imitación de pulmón y a respirar todos alegremente.
Pero miren ustedes, ya se me volvió a pasar la mañana sin poder concentrarme en mi trabajo diario (que es este); cada momento que pasa hay más movimiento en mi apacible entorno y todo me distrae y todo me es excitante, de modo que me retiro del aire antes del tiempo que voluntariamente he puesto a esta emisión y les deseo a todos buena tarde.
…Y DOS DOCENAS
(5)
NATURALEZA MUERTA
CON AZUCARERA
Sobre la mesa café
un mantel rojo
que la cubre entera.
Una botella de coca-cola
con líquido negro hasta la mitad;
un vaso
con la otra mitad de la misma
coca-cola.
Un gallo de barro policromado.
Un cuchillo de partir pan.
Salero y pimentero japoneses.
La luz
toda roja
en planos gruesos.
Arriba
una bóveda negra.
Al centro de la mesa
una azucarera,
con su azúcar morena
riéndose de todo.
Llegadas y salidas
No, hombre –le decía a Marta mi hermana, ahora que nos despedíamos de los poquitos días que me vino a ver-, si no sabemos nada del enigma del cambio de estado entre materia viva y materia inerte (rete bonito concepto que le oí a Eduard Punset la otra noche en un programa de tele), lo único que tenemos seguro es que todos vamos a pasar, absolutamente todos, por el mismo trámite. Es cierto que yo estoy tocado pero lo que es incierto es cuándo opere el toque. Quizás nos veamos este año o dentro de cinco o diez, o esta haya sido la última. En este mismo instante miles de organismos vivos están pasando de este al otro estado. Alegrémonos. O no. Quién habría de imaginar que iba a morir el mismo día que lo estaba pensando, dice uno de los personajes de La Dorotea, de Lope, al final de la obra. Una embolia, un síncope, un accidente, o cualquier otro fenómeno físico y el orden de los factores cambia. La maravilla es que todos nos pensamos de duración ilimitada porque tenemos la curiosa condición de no saber ese momento.
En eso, que nos decíamos estas cosas y bajaba Marta al taxi que ya la esperaba, sonó el teléfono. Mis hijos María y Juan, que venían saliendo del aeropuerto hacia acá.
Y en lo que escribo y babosea uno ya se pasó el rato. Ya llegaron. Y como ya estuve muy conceptuoso y tengo pretexto, espero que no les parezca mal que aquí corte el discurso de este día y mañana les sigo contando. Aunque mañana llegan, también en la mañana, Pablo, mi otro hijo, y María Cortina. Pero luego les acabo de contar.
…Y DOS DOCENAS
(4)
NATURALEZA MUERTA
CON TELÉFONO
Sobre la mesa café
un florero abigarrado
para el que no basta la paleta entera.
Una lámpara con espejos
proyecta la luz
fuera del cuadro.
Las gladiolas se continúan en la pared,
lo mismo que los altos agapandos.
Una taza volcada
derrama agua por los bordes de la mesa,
pero ésta no llega al suelo,
está pintada en el momento justo
en que el teléfono
que está a un lado,
negro,
con su disco blanco,
suena,
deteniendo el ánima
del pintor de estas palabras.
Relación de hechos
Milagros se portó como de costumbre, como una reina. No me queda más remedio que hacer relación de los hechos de ahorita. Me tomé un somnífero fuerte cerca de las doce y a media noche me dormí con la esperanza de durar varias horas en ese alucinatorio paraíso de los sueños, pero apenas pasadas las dos sentí unos dolores intensos que me sacaron de donde debía permanecer mucho rato todavía, unos en el maxilar derecho y otros en la espalda. Los del maxilar ya sé que se los debo a un medicamento que me han puesto asociado a la quimioterapia y que precisamente allí es donde la da por afectar de manera negativa, y los otros, los de la espalda, en mi inconciencia bruta se los achacaba al doctor que antes de ayer me hizo las punciones en el pulmón para sacarme el líquido que, supuso, con base en la radiografía, tendría yo allí acumulado, aunque, como ya había dicho, no tuve nada. A esas horas, ¡almamía!, Milagros se levantó a calentarme una y otra vez un cojincito para aplicarme fomentos en la cara; ya que fui despertando me di cuenta de que lo que me dolía era el afectado pulmón, en donde también me aplicó la misma terapia de calor, y la más importante, la de su solidaridad, hasta que los padecimientos se agorzomaron y me pude relajar para volver a dormir. Entre esto y aquello el resultado es que dormí varias horas, ¡aleluya!
Y como pasa siempre, porque esa es la condición humana, ahora lo que quisiera es seguir durmiendo, pero como nada más duermo acostado de un lado acaban despertándome los dolorcillos de huesos del cansancio de estar en la misma posición, y allí sí ya no puedo seguir porque ante el dolor ya ven que todos nos achicamos. O nos despertamos. Bueno, a ver si al rato me puedo echar otro sueñito porque me quedé con los bigotes enmantequillados; o sea, pues, que me quedé con ganas de más. Ah, pero lo que les quería contar es qué chistosita es la mente, porque cuando me desperté por la mañana respiraba perfectamente sin sentir que me faltara aire ni que necesitara mayor ventilación, ni nada por el estilo, pero apenas hice conciencia de ello comencé a respirar con dificultad y a pensar que cómo no tenía yo un tanquecito de oxígeno a la mano. Ah, y que Milagros se despertó conmigo en cada despertada, pendiente de que no me volvieran los maldecidos dolores que tanto me laceraron cuando estaba bajo los efectos del somnífero y tanto trabajo me dieron para entender que una cosa era el sueño y otra, muy incómoda esta vez, la realidad.
Pero en fin, volvemos a una cierta normalidad después de la crisis que me impidió escribir la página de antier. De lo que me di cuenta luego de que dije que llevaba cerca de quinientas páginas escritas en igual número de días es que también llevo publicados el mismo caudal de poemas y todavía quedan, entre los publicados, para seguir por lo menos este año. Creo. Y si no, pues hago otros, válgame; ni que no pudiera. Y estoy feliz porque mañana llegan mis hijos a visitarme. Luego les cuento.
…Y DOS DOCENAS
(3)
NATURALEZA MUERTA
CON LUZ AMBAR
Sobre la mesa café
un platón grande de barro;
en él,
duraznos,
una papaya,
algo que semeja las uvas,
un membrillo
y cáscaras de nuez.
Junto,
un vaso de vidrio soplado
lleno hasta el borde con agua de limón.
Junto,
un litro de leche amarillenta.
Junto,
un guante blanco con los dedos raídos.
Junto, una hormiga grande en movimiento.
Y arriba,
colgando de una gruesa cadena,
una lámpara de vidrios emplomados
con foco ámbar
que me impide disfrutar
de la naturaleza.
Ayer
En México había habido toda la vida unos tanquecitos de oxígeno que vendían en las farmacias, no sé si todavía lo hagan, pero aquí no, aquí está muy regulado el asunto y hay que hacer el trámite hospitalario para que te abastezcan de eso que respiramos todos y que anda por la envoltura de la tierra como alimento general y básico de los organismos vivos.
Como cuando uno enciende el coche una mañana pensando que andará como siempre y nomás hace ruiditos y no arranca, y luego, cuando piensa uno que será la batería o alguna pieza gastada y viene el mecánico y nos dice que está todo desconchinflado y hay que cambiarle no sé cuántas partes, así estaba yo ayer en la mañana. Pero, bueno, ya estoy aquí.
Discúlpenme pero es que antenoche de plano no dormí porque así como a Aquiles le faltaba el espíritu para serenarse y perdonar las ofensas de Agamenón, así me faltó el oxígeno toda la noche para recostar mi cabeza en la almohada y dormirme. Sentado en un reclinable tosía sin parar, y acostado, el aire no entraba por donde tenía que entrar, como la razón en la cabeza de Alonso Quijano, y así se me acabaron las velas con que me procuro la luz de la noche y vino la despiadada aurora del verano -que por fortuna es junio y las noches son cortas-.
Así monologaba nuestro héroe ayer por la tarde o por la noche con el calosfrío de la falta de sueño. -Del 20 de febrero del año pasado a ayer han pasado cerca de quinientos días en los que no había fallado ni uno para escribir este papel, así que imagínense la cantidad de hojas que ya llevamos trabajadas; si algún día hay alguien que se ocupe de ordenarlas y publicarlas en libro harán un tomo gordo y de letra no muy grande.
Pero ayer de plano amaneció y les dije a Milagros y a Marta, mi hermana, vámonos para el hospital a ver si me dan una botellita de oxígeno que me ayude con la horizontalidad; pero se nos fue la mañana en antesalas y pláticas de consultorio, además de dos puñaladas por la espalda que me dio el doctor, porque aunque el pulmón parecía inundado otra vez como hace tres años, resulta que no, que estaba seco y nomás sufrí de balde el horror embozado de las epidérmicas, de modo que cuando volvimos a casa estaba yo tan desgraciado que pensé: No, puras quejas y lamentaciones van a salirme, y renuncié, por pudor, a compartirlas con ustedes.
Hoy no crean que estoy muy rodeado de gaitas y castañuelas que acompañen mis melódicos cantos pero por lo menos dormí unas horas despedazadas y recogí algo del humor que se me había quedado por completo desacompasado y aquí me tienen dispuesto a enmendar mis fallas y seguir con el juego hasta donde se pueda. Cuando me den la bombona de oxígeno supongo que cambiarán las condiciones, aunque eso puede tardar algunos días; por lo pronto tengo una pastilla para dormir con más energía de mando que las que antes usaba. Espero que sepan, aunque mis explicaciones estén cojas y maltrechas, perdonarme por la ausencia de ayer.
…Y DOS DOCENAS…
(2)
NATURALEZA MUERTA
CON CAJETILLA DE CIGARROS
Sobre la mesa café
la máquina de escribir
Olivetti portátil, verde.
En el rodillo una hoja interminable,
blanca, interminable,
hacia arriba se ensancha.
Al fondo
una ventana cuajada de edificios:
en el ángulo izquierdo
un árbol.
Un altero de hojas amarillas.
Un pequeño sol
corona la pluma fuente dorada.
En el primer plano,
saliéndose del cuadro,
una cajetilla de cigarros raleigh
en llamas,
en rojas llamaradas
que en unos minutos más
incendiarán la tela.
Disculpa
Perdonen mi ausencia de hoy, mañana les cuento.