Tampoco es cosa del otro mundo. Hay que llegar a las ocho de la mañana, en ayunas, a una sacadita de sangre. Recibo el aguijonazo pero jamás veo la aguja, me da cosa; en cuanto me ponen el elástico para aminorar el flujo sanguíneo y me piden que apriete la mano, me volteo para el […]