Había en Monterrey, hace años, una hoja literaria llena de vitalidad y simpatía, que me mandaban con frecuencia. Yo entonces vivía en los esplendores del siglo y el tiempo me era escaso pero procuraba contestar y estar presente. Nunca logré, sin embargo, traspasar los límites de la urbanidad y hacerme cuatarroñas de los mancuspios. Un buen día me avisaron que se acababa y esta fue mi respuesta, con su carga de culpa y melancolía.
RESPONSO POR LA MANCUSPIA
Hoy le toca morir a la Mancuspia
y siento en un riñón la gran anguspia
de cuando algo se muere bien morido
sin habérnoslo ni una vez bebido.
Yo se los dije y se los dije: miren
es necesario que los tragos giren,
cuando vengan a México me avisan
para que acábemos a risa y risan
(se dice risan cuando somos muchos
que caemos en tales arrechuchos
de no poder parar las risotadas
que la parca resuelve en tres patadas.)
Adios, Mancuspia, adios, hasta la vista;
se despide de ti este gran artista
quien te quiso con loca complacencia
que nunca equiparó en munificencia
y hoy lo llora mirando tropo tarde
que la vela ilumina mientras arde.
Me arrepiento de todos tus pecados:
que te sean por Las Letras perdonados.
Y los míos que también se me perdonen
y mis deudas que todas se condonen.
Amén.
También.