La batalla contra el narco que ha emprendido el presidente Calderón no es poco inquietante, el reto es descomunal porque la primera apuesta está en la honestidad del ejército y por desgracia hemos visto con frecuencia que elementos del más alto rango están en el doble juego. Claro que la cosa ha llegado tan lejos que había que decidir un camino, agarrar el toro por los cuernos y comenzar. Está bien, ya comenzó; parece la acción más importante del régimen, al menos en cuanto a lenguaje. Y vaya que se ha movido el avispero: ha conseguido llamar la atención general del país hacia un problema común y ha obtenido otro logro político de primera magnitud, el apoyo de la Conago. Pero a los puros balazos no creo que se pueda ganar esa batalla.
El gobierno tiene otros recursos que no veo que se hayan puesto en marcha, aunque no son tan rápidos creo que son los únicos contra los que el enemigo no tendría respuesta, porque gente y armas, la torna una batalla puramente económica: una reforma profunda en la educación; una discusión seria acerca de las leyes y la prohibición de las drogas; el apoyo siempre pospuesto a la rentabilidad de las explotaciones agrícolas; una reestructuración a fondo de la relación entre trabajo y salario; una reforma fiscal que permita, entre otras cosas, que haya una mejor distribución de la riqueza nacional, que es tanta y tan bien alcanzaría para todos, incluso para los ricos, si volviéramos al primer punto de esta lista: una reforma profunda de la educación que nos diera una idea de país distinta de la que la educación escolarizada y la impartida a través de los medios hemos tenido en las últimas décadas. Entiendo que el reto es descomunal, pero eso es gobernar.
Así que, por lo que parece, hoy no me levanté tan infeliz que no pueda pensar un poquito en los demás. Qué tal que esta vez los efectos de los fármacos son mínimos y no tengo que hundirme en la desgracia de aguantar mi propio cuerpo como lo más importante del mundo. Ay, ójala que así fuera. Por lo pronto, hay que sacarle provecho. A ver si hasta trabajo un poco en algunas cosas que he dejado pendientes.