Hoy sí me van a perdonar pero repito la acción de hace tres semanas punto por punto de manera ritual: los rituales son eso, repetición de una acción que ya no tiene sentido en sí misma y sólo es lo que representa. A tanto he llegado que ya el horror que les tenía a las agujas me parece la mera reiteración celebratoria de un rito: los dioses del Hospital de Día agradecen el holocausto: las víctimas otorgamos una poca de sangre propiciatoria y ellos, desde su lejano Olimpo, deciden quién sí y quién no. ¿A poco no es para dejar de pensar en la aguja que atraviesa la piel y rompe el cauce sagrado de la vena para llevarse golosa el fluido divino de la vida? Uno tiene entonces visiones más altas y trascendentes y se deja de miedillos ñoños al pinchazo que casi ni se siente. Me voy bien tempranito, pero regreso pronto. -En el español que se usa en España han sustituido, en el caso de la acción personal, temprano por pronto: la gente se levanta pronto o llega pronto a su trabajo cuando hay carga atrasada; en ese caso debí poner me voy bien prontito pero regreso pronto-. Y en un rato más regresaré a desayunar.
Anoche Madrid fue un caos, qué bueno que no salí porque la fiesta duró hasta altas horas; lo malo fueron los cohetes, que tronaban a deshora, algunos muy fuerte, tan fuerte como el entusiasmo que se desató con el cardiaco partido del Real Madrid con Mallorca. Ya muy alto el segundo tiempo empataron a uno y remontaron al rato, y cerca del final consiguieron el tres uno que justifica la fiesta. Yo no salí, digo, pero Alejandro Strauss, que vino a recoger a su papá Enrique que veía conmigo el partido por la tele, pintó en sus ojos el horror de los tumultos de la plaza de Cibeles en donde festejaban al Real Madrid campeón luego de cuatro años de quedarse atrás a pesar de lo que le han invertido. Uf, qué fiesta; o, al menos, qué coheterío. El Ayuntamiento puso un helicóptero de la policía a volar en el centro (yo, casualmente, vivo en el centro) no se sabe si para vigilar a los que festejan o para castigar a los que decidimos quedarnos en casa a dormir. Hasta cierto punto porque entre aspas y motor y los nervios que me da poner el despertador, a las cinco estaba con tamaños ojos. A lo mejor ni era de la policía sino de la tele; en ese caso debió venir uno de la policía a llevárselo preso por molestar al vecindario.
Ahora, sobre la fruta picada en un tazón: papaya, piña, kiwi, plátano y uvas -¿se imaginan qué rico?- voy a poner nueces, piñones rosas (que no existen en España), pasitas, amaranto (que tampoco se conoce), nopal deshidratado (uh: mucho menos: hojas de chumbera secas y hechas harina; buenísimo laxante natural, infalible, porque la quimio me paraliza los intestinos), y muesli (lo que en México se llama granola y en otros países que hablan español no tengo idea: mezcla de cereales y frutos secos) y jugo (zumo) de naranja, y cuando me lo acabe me comeré un mango de manila de los que me trajo María, como si no fuera suficiente la anterior orgía frutal. Antes de eso ya me refiné una gelatina de té, como aperitivo. Ya en otra página conté lo de las gelatinas. Y luego, bien enfrutado me iré al hospital a darle mi libro nuevo dedicado al oncólogo que tanto ha hecho por mí, y a que me pongan las agüitas.