Milanesas

Qué bárbaro, no pensé que pudiera tener semejante efecto; es más, estaba ya pensando en reducir la dosis de analgésicos a la mitad porque no había vuelto a sentir dolor. Pero anoche se me olvidó tomar los medicamentos y esta mañana me desperté soñando cosas horribles y con un dolor muy intenso en la cintura. Durante mucho rato pensé que era por la postura al estar viendo anoche unos capítulos de una serie, aunque en el sueño la causa era que habían engañado a un hermano de Milagros y le habían puesto un terrible virus verde en la computadora que no lográbamos erradicar, hasta que me di cuenta de que no había tomado las pastillas. Maldita sea, me dolía muchísimo. En fin, ya las tomé, ya dormí otro poco, ya se me pasó el susto, ya es domingo y hace sol.

Lo que en México llamamos milanesas o bisteces empanizados, acá se llama filetes empanados o escalopes, y son igual, pero distintos: aquí la carne se corta diferente, mucho más gruesa, y no se aplana; y el empanizado es otro: pasan la carne por harina, luego por huevo y enseguida por pan rallado y el resultado es que la costra se desprende de la carne a la hora de comerlo, como un rebozado aparte, además de que, como la carne es más gruesa suelta más jugo y se remoja el pan. Las milanesas que hizo ayer Milagros le quedaron doraditas y deliciosas; compró la carne cortada para carpaccio, pasó los bistecitos por huevo y luego por el pan rallado sazonado con un poco de ajo en polvo, sal y perejil picado y las aplastó bien con la palma de la mano sobre la tabla de picar. Luego las puso, sin mucho aceite, a fuego medio. Listas, y a la mesa. Y tomates pelados, en rebanadas delgadas con aceite de oliva y sal gorda.

Ya sé que no hay platillo más común en México que las milanesas, que son cosa corriente y que no vale la pena andar hablando de ellas, lo hago porque pienso que la receta puede mejorar las que se comen en España y no hay cosa más deseable que poder compartir lo que a uno le parece que es bueno. En mi tierra se hacen unas grandototas, que se llaman orejas de elefante, de solomillo aplanado, y son proverbiales. ¿Se imaginan ustedes que dentro de unos cuántos años acabara reconociéndose que este humilde blog sirvió para mejorar un platillo que quién sabe en qué momento perdió su exquisitez y se volvió complemento de menú barato? Bueno, perdón: no todos los días me asisten las mismas musas.

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