Me apesadumbra recordar a un amigo con el que iba de la mano y lo perdí entre el gentío. Hace unos años, diez o doce, no sé, pensé en hacer un bululú, un acto de juglaría para el cabaret, con la historia medieval de Roberto el Diablo, deliciosa hagiografía de un san Roberto que antes de ser tocado por Dios y rescatado fue territorio de maldad pura del Demonio. El artista Marcos Límenes trabajó conmigo en la idea e hizo generosamente, con pasión y tiempo, muchas palabras y gestos para mí y unos telones y forillos que enmarcaban la puesta en escena a la que nunca llegué porque me dio miedo, un miedo de nada, de la primera persona de mi singular privado.
La historia no tiene desperdicio; la encontré en un volumen, cuyo guardapolvo de color fue devorado por el polvo hace ya mucho, de la vieja colección Espasa-Calpe (416, Bs.As., 1944, el mismo año en que nací), junto con otras dos breves historias: el Conde Partinuples y Clamades y Clarmonda, y ayer emergió entre una marejada de libros que hizo Milagros para reacomodar libreros y luces. Allí estaba el librito, allí estaba esa historia, y mi amigo Marcos y el par de veces que la conté: una, en una larga, interminable, travesía con algunos miembro del PRD que me acogieron en su autobús por la selva de Chiapas rumbo a la Convención que había convocado el sub Marcos (qué chistoso: Marcos, también, como el amigo que evoco), cuando tenía cosas creíbles para convocar; y otra, muy reducida, que conté para la radio en un programa de María Victoria Llamas.
El caso es que perdí a Límenes poco después. Luego fui funcionario de cultura en la ciudad de México y dejé de hacer teatro y Marcos se mudó a vivir a Cuernavaca y no lo volví a ver. Me vine a vivir a España. Y hoy, como otras veces, me desperté con el vacío de extrañarlo y la sensación muy acusada de que algo importante se quedó pendiente. Que entre la historia de Roberto el Diablo, Marcos y yo, se quedó algo trunco, algo que faltó decirnos. O hacer. Como este es ahora mi único mar, aquí tiro la botella por si alguien la recoge y le lleva el mensaje. Me gustaría saber de él.