La comunidad de la UNAM, que es una reserva humana tan importante para México, está de fiesta: la UNESCO ha reconocido la parte central de Ciudad Universitaria como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Para todos aquellos que no la conocen les cuento que la CU fue construida a mediados del Siglo XX en lo que eran las afueras de la ciudad, un remoto pedregal volcánico; en su diseño y construcción participaron los mejores profesionales del país y significó en la práctica un nuevo diseño del uso del espacio en la ciudad de México. Y la materialización de una noción de país que en las últimas décadas se ha desvirtuado sacrificándola en el altar voraz del neoliberalismo. Arquitectos, ingenieros y artistas definieron la que habría de ser una universidad grande e importante en el mundo. Pero lo mejor de la UNAM es su reserva humana; allí sigue estando, con sus tres funciones sustantivas: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura, lo más rico de la comunidad de personas que conforma al país. Así es que ¡enhorabuena!, ¡felicidades! Beberemos el mejor de nuestros vinos para brindar por la decisión de la UNESCO y por el vigor con el que la comunidad universitaria sostiene su propia grandeza.
Y ya encarrerados con el mejor de nuestros vinos, aprovecho para anunciarles que el jueves de la semana próxima va a tener lugar el Palenque de Poetas que hace meses nos propusimos hacer Julio Trujillo y yo. Ni muy gallitos, ni sangre, ni nada de eso: leeremos nuestros poemas arbitrariamente, sin orden ni programa, acudiendo a lo que nos sugiera la lectura que haga el compañero. Un juego alternado: ahora tú, ahora yo. Pero lo que pasa es que tanto Julio como yo creemos que la presentación pública de poemas en voz de sus autores no tiene por qué ser esa ceremonia solemne, rígida, que se acostumbra, en la que todo el mundo se siente un poco incómodo, sino una fiesta, un jolgorio, un agasajo para celebrar el gusto de que haya personas que dedican lo mejor de su vida a construir con palabras lo que creen que son mundos mejores para sí propios y para los demás. Será el jueves a las 21:30 en Buenavistilla, Club Social, el bar de nuestro colega Kiko Helguera. Ya les ha de haber llegado la información por correo electrónico.
Y a propósito del mejor de nuestros vinos: no recuerdo si les he contado de mi amigo David Cabello, el bodeguero de la calle Cervantes, que es un hombre muy peculiar. Tiene una bodega de vinos grande, negocio familiar heredado de su padre, en la que acumula, resguardados por polvo venerable, vinos de hace treinta, cuarenta, cincuenta o más años. El otro día me regaló un Viña Tondonia del 68 con la advertencia con que deben ir siempre estos caldos: puede que sirva, puede que no. 39 años guardado y quieto. Casi puedo decir que había dejado de ser vino para convertirse en ambrosía, si es que este gusto de fruta celestial tiene la bebida de los dioses. Pero hemos abierto otros de esa misma reserva y han tenido que irse por el caño.