Sigo con la publicación en orden de los poemas del libro Júbilo. Aclaro que las líneas de este poema no van todas al margen izquierdo sino en diferentes posiciones pero la labor no la sé hacer y Milagros de plano no se da abasto. El sentido del poema no cambia; su respiración sí, creo yo. Ya lo enmendaremos. Ah, y tampoco se escucha porque no pudimos editarlo; ya lo haremos. Perdón.
PIEDRA
O sea
que no soy parte de la vida
sino una especie de testigo encarnado
que con su padecimiento
está aquí
un tiempito,
mientras florece
adorna,
luce,
engalana
y a la porra.
Más es la piedra.
O la potencia macabra
de alterarlo todo
y no ver nada.
Y testigo es un decir:
objeto,
porque
el albedrío no tiene espejo.
La voluntad no se ve sino en su ruina.
Ahora resulta
que sin que nadie me lo diga
me doy cuenta
de mí mismo
y no puedo alterarme.
¡Qué incómodo, qué feo,
qué injusta cosa!
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