Ecos de la fiesta

Ese hombre que está echado en un sillón reclinable, que se sacude de vez en cuando como movido por un resorte que tuviera metido en el tórax, es el de la fiesta. No se ve mal; se ve que está cobrando fuerzas; parece que la celebración se extendió mucho en el tiempo y en el espacio y que corrieron ríos de vino y de bebidas destiladas. A propósito: alguien, en una de las habitaciones preparadas para sentarse a conversar cómodamente, sugería que estaba en negociaciones con los dueños de una cierta hacienda que hay en Zacatecas, llamada Saldaña, en el Municipio de Pinos, en la frontera con San Luis Potosí, para instalar alguna vía de abastecimiento permanente y segura; parece que hay inversionistas interesados en tender un mezcaloducto submarino pero los técnicos están investigando si no se alterarán los sabores con la intromisión del deseo de tantas especies marinas que lo verán pasar apeteciéndolo de balde, otros dicen que si se va a hacer semejante inversión mejor sería para traer petróleo, pero han terciado países que ven en riesgo sus intereses. Finalmente prefirieron posponer la discusión y ver cómo seguía la fiesta.

En un jardín extenso que hay detrás de la casa se organizaron juegos y exhibiciones de animales fantásticos. Como siempre, la chica del unicornio conmovió a todos y estuvo a punto de llevarse preseas, pero un grupo de muchachos dijo que ya estaba bien de cursilerías, que el símbolo estaba muy sobado (un mexicano de la capital que estaba a mi lado dijo tírame algo para almidonar el gobelino y soltó una carcajada pero no fue coreado porque los demás no supieron a qué se refería); un grupo de sirenas con todas sus características intactas estuvo haciendo una especie de ballet acuático en un estanque grande que queda antes de la inmensa planicie en la que corrían los centauros y los hipogrifos jugando a la pelota; un pegaso muy graciosito hacía de árbitro saltando de aquí para allá con el silbato de señales y castigando a los hipogrifos que se levantaban con la pelota, la llevaban al otro lado de la cancha y se sumergían por instantes en el agua. Lo curioso es que las sirenas se hundían también un rato y aparecían con nuevas sirenitas recién nacidas entre los brazos; un prodigio.

El hombre del sillón se agita de vez en cuando pero se ve que sigue más bien interesado en dormir. Está vestido de manera un poco extraña; es evidente que consiguió un sastre heterodoxo que aceptó coserle un frack de mezclilla; se ve chistoso el pingüino azul; ahora, como está echado en el sillón no se aprecia, pero durante toda la fiesta lo vimos ir y venir con su elegante atuendo de faldones y con la pajarita un poco desmañada sobre el cuello de la camisa, también vaquera. Pero esperen. Se mueve. Más bien, se agita; parece que le ha dado otro acceso de tos. Pobre, todos los que hemos querido charlar con él lo hemos tenido que hacer por escrito porque no puede enhebrar tres palabras juntas sin que le venga el incordio. Ayer dijo que el tratamiento que ahora le están dando seguramente resolverá el problema. Y ojalá que sí, oigan, porque si el próximo cumpleaños sigue así yo creo que la celebración va a desmerecer. Aunque de todos modos, superar esta no va a ser fácil.

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