TIEMPO
Después del tiempo que ha pasado, Jon me toca sin sorpresa, sin deleite; ya no me desviste él, espera a que yo me quite la ropa y él se quita la suya con desgano, sin ansias y sin juego. Ya no bromea. Yo me recuesto bocarriba y quiero mirarlo con lujuria, pero sin su participación ya no me sale. Sin embargo, desnuda, ofrecida, vuelvo a sentir cada vez la novedad, el gusto por el miedo que siempre me ha procurado el placer. Él entonces se excita, me mira hacer y hace. Me sigue como un perrito faldero, imitando mis gestos y los ruidos que hago. Me sigue como un pescado en el aceite hirviendo. A veces acabamos en la cresta de una ola embravecida. Otras veces el pobre sólo susurra que me quiere, que me quiere.