Luego ya no sé bien porque los años se me hicieron meses
Que se me han hecho semanas que se forman en la cola a esperar
La siguiente, a ver qué trae.
Pero me puse listo con los días de gracia, cuando pasaban los efectos
De los medicamentos y podía comer y beber y charlar y todo
Y entonces llenaba las cazuelas y venían a la casa mis amigos.
Unos taquitos dorados de pollo no van a incomodarle a nadie.
El trabajo en las manos de mi socio, y yo de asueto y abusivo.
Al cabo estar enfermo no es tan fácil. El sol hoy muy temprano
Me mandó mensajero, que si quería yo ir con él a dar la vuelta,
Que estaba por salir en su coche de lujo y el lugar del copiloto
Tiene vistas muy bonitas.
–Sí, -le mandé decir- pero a qué horas me regresas
Porque quedé con cuates de ir a un restaurante chino.
-¿Te imaginas el caos que se armaba si en pleno julio me les desaparezco
para venirte a dejar a la hora de la comida? -me contestó el ingrato-.
Y yo ni modo de quedarme solo a la mitad del cielo y buscar por mi cuenta
Cómo regresarme, si por mi cuenta ya no puedo nada, necesito ayuda.
De modo que dejo para otro día la trayectoria del manto azul
Y me conformo con que se acuerde de mí y se le ocurra invitarme.
Menos mal que ya salí del trance de los hijos adolescentes
Porque el pobre tiene uno que –como los dioses no cambian nunca,
Se quedan idénticos en la eternidad- no deja de ser un chamaco
Que todo el tiempo le está pidiendo que le preste el carro, y la otra vez
Armó una sanfrancia que casi se acaba el universo porque los caballos
Sintieron que no era el patrón y se le encabritaron al rato de que
Empezó el recorrido. Lo publicaron todo en las Metamorfosis, por si
Alguien está interesado en pormenores.
Hoy yo no se los puedo contar con detalles, tengo un cáncer
Que ya me está mandando a la cama a reponerme del esfuerzo de despertar,
Desayunar, escribir esta página y suponer que con nombrarlo, como si
Le acariciara los belfos a la bestia, lo voy a suavizar un poco. Qué inocencia.