Tapetes y alfombras

La alfombra mágica de Las mil y una noches es en realidad un tapete de los que se hacían en la antigua Persia, con un valor añadido. Yo tengo varias y alguna que posee el señalado valor la uso para salir a recorrer Madrid y otras plazas de cercanías. Aunque no la uso mucho, debo confesar, porque el equilibrio parado sobre una tela volátil es difícil y no me sé sentar con las piernas cruzadas, que es la postura ideal para viajar en alfombra, por eso mejor pido taxi o alquilo un coche. O camino. Pienso de manera serena y responsable en el caos que se armaría si todo el mundo supiera el secreto para hacer volar los tapetes: anduvieran sin carreteras ni señalamientos, sin semáforos ni sentidos de circulación miles o cientos de miles –o millones en las salidas de vacaciones- topando unos con otros, haciéndose bolas y gritándose enfurecidas diatribas hasta perder el equilibrio y caer al vacío para acabar con la crisma rota, y quedaran abandonadas las alfombras como basura espacial contaminante, porque siendo mágicas ¿quién las controlaría? ¿qué servicios municipales habría para ponerles el alto una vez que se deshicieran de sus amos legítimos, que son los únicos que pueden darles órdenes? Y me felicito por resistir la tentación de divulgar el hiper críptico secreto que las hace volar.

Por otra parte, sería raro que se volara en tapete y no en alfombra, pero es que para el uso del español en otras latitudes una alfombra es una cubierta de tejido fuerte que cubre un piso de pared a pared, lo que en España llaman moqueta, y a lo que llaman alfombra llamamos nosotros tapete, que es una pieza de tejido fuerte que se pone en los pisos para cubrir ciertas porciones de superficie con ánimo decorativo, para incidir en la temperatura, como antiderrapante, o simple y llanamente, como vehículo para volar. Moqueta no usamos -la palabra, digo-, aunque sí la usan en algunos países de América del Sur. Cuando en México se dice un departamento alfombrado se indica que se trata de un piso enmoquetado, y viceversa. Pues hagan de cuenta, tan raro resultaría a vuestro oído que se volara en moqueta mágica como puede resultar para el nuestro la traducción en la que conocimos los tapetes voladores de la antigua Persia, cuyo secreto jamás revelaré.

Cierta vez fui a la droguería -que es el lugar donde se venden los productos de limpieza para el hogar y no en donde se expenden productos químicos para componer medicamentos o remedios, o sustancias para potenciar la alimentación-, y pedí un tapete antirresbalante para la tina. Pues no, no me comprendieron hasta que negociamos con buena voluntad de ambas partes que lo que quería era una alfombra para la bañera. Una alfombra que jamás volará porque es de plástico y se adhiere con ventosas a la superficie lisa de la tina, que es la susodicha bañera, y chulo se vería uno volando en semejante vehículo convertido en flotante por las palabras cabalísticas. En fin, cuido celosamente la condición mágica de mi alfombra que vive revuelta con los demás tapetes que adornan los pisos de mi casa y guardo el secreto de su activación voladora, aunque a veces se me olvida cuál es la verdadera y me quedo vestido y alborotado probando una y otra enfrente de la ventana abierta, con grave riesgo porque vivo en un tercero.


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[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070915auratapetesyalfombras.mp3]

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