De mal en peor

Según mi médico homeópata lo que está pasando es que se ha ido pasando el efecto de la cortisona de que me atiborraron en la última quimio para que no me diera urticaria –aquella urticaria titánica que una vez me dio y de la que dejé testimonio inmortal- y ahora estoy resintiendo los efectos de la quimio que en su momento fueron tan benignos. Recordarán ustedes –claro que no tienen por qué recordar eso porque ustedes no son mi mamá, pero es un modo de decirlo- que estaba yo fresquito como una lechuga mientras recibí el último tratamiento y más me quedaba en cama cuatro o cinco días por rutina que porque en realidad lo necesitara. Y tome y tome cortisona. Desde entonces también se ha modificado radicalmente mi relación con el alcohol; desde que estoy en México, salvo un ron al volver de La Habana, que me cayó fatal y un tequila que reseñé en San Luis Potosí que, por el contrario, me cayó de perlas, he vivido la más cruel de las leysecas que hombre alguno haya padecido en mi vida. Ni una cerveza ni una copa de vino que alegren mi corazón.

Y peor, porque las incomodidades se han ido sumando: la tos, que pareció aflojarse hace un par de días, volvió anoche por sus fueros, seca, insistente, impositiva, como ella es: aquí y ahora, sin visión de futuro. Los pies y los tobillos, que se hinchaban al estar sentado o quieto de pie, ahora están permanentemente hinchados aunque esté acostado y su gordura va subiendo por las piernas. Aquel dolor de las articulaciones de que hablé en algún momento, que no me deja subir ni bajar escaleras sin ofensivos dolores, ahora está magnificado y creo que ni siquiera intentaré bajar al resto de la casa porque los diecisiete escalones que durante tantos años subí y bajé como un serafín paseándose en el cielo, ahora me son agravio insoportable. Los huesos de las caderas parecen estar ensayando su aparición descarnada en una función de Día de Muertos y me duelen sin gracia ni paliativo de diversión. Y hambre, pues no tengo, por más que se esfuerzan en darme cosas que me gustan.

No tengo por qué dudar del diagnóstico de mi doctor que tantas muestras de eficacia me ha dado por más de veinte años. Así que estoy aplicadísimo tomando sus medicamentos con disciplina ejemplar. Falta poco más de una semana para que regresemos a Madrid y ya confrontaremos este diagnóstico con el del oncólogo. Por lo pronto, aquí estoy esperando que la crisis pase y mañana pueda estar lo más normalito posible en Indianilla para la presentación de mi libro.Total, que pinche domingo el de hoy en que amanecí tan descompuesto; otro domingo de no ir a comer tacos de carnitas a Los Panchos ni ganas de ir a pasear al mercado ni pensar en quedar con algunos amigos para que vengan o para ir a su casa. Y de tener ánimo para fantasías literarias, como me he pasado la semana, ni hablar. Habrán de perdonarme.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba