Un libro de Gibson

Estoy encantado leyendo un libro de Ian Gibson -el hispanista de origen irlandés que hizo la biografía de Lorca-, que se llama Cuatro poetas en guerra (Planeta), sobre Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, García Lorca y Miguel Hernández; no podía soltarlo anoche aunque se me caían los párpados, porque ya ven que hay libros así, que se agarran a uno y por nada del mundo quieren dejar de recibir el agua de nuestra mirada. Con qué amor y con qué conocimiento tan serio de ellos y de España emprende Gibson la narración del momento del inicio de la Guerra Civil de estos cuatro poetas y su destino trágico. Con una prosa viva y transparente nos lleva por los avatares de estas cuatro almas grandes que no sobrevivieron a la bestialidad del fascismo y nos hace verlas en carne viva en medio del horror de la irracionalidad franquista.

Ya habíamos oído a Ian Gibson dar una conferencia sobre García Lorca, en enero pasado, en Calanda, en el CBC (Centro Buñuel Calanda) en un ciclo que organizó Javier Espada, también a propósito de la memoria histórica, España leal en armas, y esa vez estuvo brillantísimo, claro, seguro y directo, y con un conocimiento de causa que saca ámpula, así que cuando supe que había salido este libro me interesé por él en seguida. Qué bueno que lo estoy leyendo; ya sólo me falta la parte de Miguel Hernández y si no fuera porque estoy escribiendo esta bitácora, estaría pegado a él, comiéndome sus exquisitas páginas.

Hoy aparece el segundo poema del libro que comienza con una colección de poemitas muy breves, de modo que toda esta semana y parte de la próxima son de pinceladas tenues que sugieren esto y aquello. El de hoy, habla del mar; muchas veces he hablado del mar, aunque nací tierra adentro, a cuatrocientos kilómetros de los litorales, pero recuerdo perfecto mi primera impresión de la bahía de Acapulco en mi adolescencia, a los catorce o quince. Como son muchos, dispersos en varios libros, no estaría mal juntarlos aparte y hacer una edición en la que dialogaran unos con otros, porque además del mar, tratan de muchas otras cosas. Lo he pensado muchas veces, incluso podría ser un libro ilustrado y ampliar el concepto a todos los poemas que tengo en que hablo del agua, que son muchos. Pero, bueno, esas son ilusiones y este es un poema de carne y hueso, o más bien, de agua y alma.

Ah, de lo de ayer en el hospital no hay mucho que contar, excepto que no era carboplatino lo que me iban a poner sino vinorelbine; con esos nombres qué más da para qué sirvan tales sustancias que meten a pasear en el jardín cercado de la sangre de uno.


ES QUÉ

yo sé decir
de mí
que el mar que me ensordece
no es de agua

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