Esta es la última de las tres calaveras de Efraín (parece chiste, como la pequeñita de Pancho Villa que le vendían al gringo: sí señor, de cuando era niño); creo que hice otras pero, como no dejan de ser versos de circunstancia, fueron a dar a alguna parte y no guardé copia. Está hecha con decasílabos pareados, que aunque no son una medida ni una rima holgada, buscan dar la impresión de la voz del de Silao. En un tono rudo pero juguetón, el poeta le reclama a la muerte algunos matices del reconocimiento que pudo faltar a su trabajo en vida y hace alarde de haberla enamorado, a la vida y a todas las demás que se dejaron. Claro que no lo dijo él, lo dije yo.
POST SCRIPTUM CABRÓN
¿Crees tú que he trabajado poco?
Pues atájate en la punta el moco
y agarrándote la hebra mira
el bastón que mi derecha estira
nada más que por hacer mi suerte
similar a lo que fue mi muerte:
no dejé que me agarrara seco;
menos mal que frío y enteleco
el amor me dio la primavera
y yo hice que en poemas viera,
bajo un ala de sombrero loco
y tenaz como el estreptococo,
que no fueron suerte sino suerta
los trabajos del poeta Huerta.