¡Demonios!, llevamos una semana de días nublados y lluviosos, y por más que uno quiera levantar el ánimo y ponerle sonrisas al día, hay algo que pesa y apachurra, algo que literalmente ensombrece. Y bueno, ya sabemos que pasará, que son los menos días del año los que está nublado y desaparece el sol, pero como aquí no estamos acostumbrados a tantos días seguidos de sombras, ya pesa. Ay, España, España, no te nubles. Yo sé que más al norte hay quienes viven en regiones en las que está siempre brumoso, en donde el sol es una dádiva escasa y su luminosidad plena una rareza, allí se valora la vida de manera diferente y dicen que el índice de suicidios es muy alto y que el amor está hecho de desapego y frialdad. No sé. No me gustaría vivir en donde el gris se impone al verde y al azul. Ya con una semana de días nublados me basta.
Por fortuna, anoche vi una película excelente: El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, una aventura infantil, de cuento de hadas, enmarcada en el horror de la Guerra Civil. O más bien, de los primeros años del franquismo, cuando los ganadores se dedicaron a matar con saña a los vencidos y pusieron en juego lo más bajo y vil de la condición humana. Con el contrapunto magnífico de la esperanza llevada en dos caminos: uno, la fantasía pura, el cuento de hadas, y el otro, en la realidad histórica, los maquis, los guerrilleros que luchan por devolverle a España la dignidad y la humanidad que le han sido arrebatadas. Me encantó la película, qué bueno que la vi.
Y lo peor es que según el pronóstico, mañana estará peor: rayos y truenos, nubes y gris; el domingo, como es domingo y los niños tienen que ir al parque, se estarán yendo las nubes y el lunes tendremos de nuevo sol pleno; lástima que el lunes me toca arponazo y eso le quita una poca de alegría a la expectativa. Ya os contaré cuando suceda. Hoy lo que pasa es que está nublado, como les decía, y ya llevamos muchos días así…