Basura y ciudadanía

Ocurre con cierta frecuencia que los empleados de limpieza de una u otra ciudad, allá o acá, deciden dejar de recogerla si no cambian en determinado sentido sus condiciones laborales; huelgas de recogedores de basura, pues. Y se arman unos muladares dantescos, escalofriantes. Por las esquinas y bajo los postes comienzan a amontonarse montañas apestosas de bolsas de innobles colores cuyas emanaciones contaminan el entorno y amenazan con extender mantos mórbidos de ominosos miasmas. Los alteros crecen y ninguna bolsa, caja o paquete allí incluido reconoce a su dueño original, a quien lo tiró. La basura, una vez arrojada de la cercanía de su amo y productor, deja de ser personal para convertirse en colectiva. Se torna en problema de las autoridades administrativas de la ciudad, que han de encontrar la manera de negociar políticamente con los huelguistas o romper el cerco con esquiroles y dar el servicio por el que ya clama irritada la ciudadanía.

Era tema diario en los informativos noticiosos de la televisión esta semana una huelga de recogedores de basura en Almuñecar, en la costa de Granada, donde la gente, con mucha indignación se refería al problema de la peste y el riesgo para la salud que representaban las toneladas de desechos amontonadas en las calles y en crecimiento constante sin que las autoridades acabaran de resolverlo. El pobre alcalde hacía declaraciones en clave para no perder cintura en el pugilato con los demandantes ni poner en riesgo la simpatía de sus votos. A nadie se le ocurría, por supuesto, volver la vista un poco atrás y hacia sí mismo y reflexionar aunque fuera con la brevedad de una intuición sobre el origen del problema y su posible participación para solucionarlo. La acción civil de respuesta rápida parece o ser inexistente o estar completamente bloqueada. El primer paso tendría que ser el control sobre la producción de basura. Y el primer productor de basura –aunque esté tan condicionado por los usos del mercado- es cada uno, soy yo.

No me pongo a elaborar un catálogo de acciones de separación y procesamiento familiar de la basura porque los hay a montones y el sentido común nos podría llevar de la mano a soluciones perfectas para no aumentar el tonelaje de basura tirada al aire libre en situación crítica, cuando sabemos que no se nos dará el servicio municipal que tan cómodo resulta. Lo otro, y ya sé que es mucho pedir, era que los propios vecinos se organizaran, como dueños de casa, en cuadrillas de limpieza y sustituyeran a los barrenderos con la maquinaria del ayuntamiento o con otra alquilada ex profeso, y limpiaran el pueblo; claro que es desagradable, hay cosas que son desagradables y hay que hacerlas, peor es voltearse para otro lado y dejar que lo resuelva quien pueda porque de esa manera se está cediendo toda la autoridad de ciudadano, de propietario de la casa. Esa autoridad que hace posible la democracia. Urge la educación para la ciudadanía, aunque la iglesia y la derecha se opongan.

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