Sábado en Calanda

Estábamos en un café, en alguna terraza de alguna parte y un grupo de jovencitas, garridas mozas de estupendos talles se acercaron a mí con intención de hablarme. Que había yo ofrecido cierta vez ir al lugar al que me convocaban y había faltado a la cita, será, les dije; no, maestro, pero queremos que vengas, planteó una de ellas, más bonita que un sol naciendo apenas; tenemos un lugar que se llena y la inquietud allí aflora burbujeante, abunda la juventud en tal espacio y queremos que vayas, participes y constates. Y las demás tercian, apoyan, abundan con argumentos tales como éste: queremos que lleves, como ejemplos de poesía, unas trenzas de estambre medievales, de esas de color verde cenizo entreverado con grises, que aunque parecen cosa firme, si las deshaces son sólo rizadas ondas, y que ante todos desveles el enigma de lo que no siendo nada puede hacer la belleza o darnos risa. Ah, pues iré, cuenten conmigo, allí estaré a las ocho. Pensé en irme a casa a trabajar para tener lo necesario, pero ahí se deshizo la intención y todo derivó por otros cauces menos entusiastas.

Desperté con la preocupación. Son las ocho, y a las once será la presentación de mi libro en el CBC. Milagros está dormida. La persiana bajada impide el paso de la luz pero ya es día pleno. ¡Hop! ¡Arriba! Por más rápido que vaya usaré una hora al menos, porque ya me conozco, para escribir y publicar mi página del día y su poema correspondiente; de modo que andando, galgo viejo, moviéndose, cochecito, me dije a mí mismo; luego, hay que hacer las abluciones apropiadas y desayunar, ir a comprar el periódico, ir al baño, lavarse los dientes y llegar caminando al lugar de los hechos, así que ¡arriba! Entonces levanto la persiana y en efecto: ya está el sol trepado en el andamio, listo para comenzar a hacer piruetas, ya no me puedo entretener con sueños de jovencitas como gacelas que vienen a buscarme para que las adoctrine; lástima, tan bonitas que estaban; aunque no era eso lo que en el sueño me importaba.

El caso es que como en el soneto de Lope, mi vecino, burla burlando ya va el tercer párrafo saliendo. Y como a la estructura ha de corresponder el contenido iré perfilando alguna oración de despedida. Todo fue bien ayer en la carretera; pasamos por Belchite, de tan infausta memoria; llegamos por la tarde a Calanda y descansamos; buscamos luego a Javier Espada, el culpable de que estemos otra vez en tierras de Teruel y de Buñuel, y nos fuimos a cenar a Alcañiz, a donde hay que volver de día y visitarlo porque se ven construcciones monumentales, una catedral y una lonja y una plaza de estupendas proporciones y un Parador legendario y mucho más que ver por arriba y por abajo, porque creo recordar que hay cuevas y catacumbas del tiempo de los romanos. Pero bueno, esta vez no vinimos de turistas sino de trabajadores de la cultura. A ver mañana qué les puedo contar.

Pero… el hombre propone y el azar dispone: wordpress está lavándose la carita y no le abre a nadie; hace una hora que estoy intentando poner mi página, de balde. Así que a ver a qué horas.


Escúchalo:
[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070825aurasabadoencalanda.mp3]

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba