Hamlet, o cuando la perra es brava…

Hay algo que está podrido en Dinamarca. Y la podre extiende sus miasmas como ondas malignas por toda Europa; la vieja Europa; la Europa amada, encantadora y bella que ha levantado tanto la cabeza a pesar de sus desaguisados recientes –lo lejos y olvidado que quedó el Plan Marshal, los amores a cambio de medias de seda, el intercambio de besos por cigarrillos-; claro, es heredera de la cultura griega y Roma fundó en piedras imperecederas el sueño de verse unificada en una sola religión–; yo nacía y ellos estaban en guerra fratricida haciéndose pedazos unos a otros, como han hecho durante miles de años-, y miren ahora, ya todos como hermanos, buscando unir a otros y otros; hasta el enemigo eterno que tanto sufrimiento les causó a algunos países del este con sus sucesivas invasiones; el olor y los asientos del café turco se hacen familiares y deseables ahora que Turquía está a la vuelta de la esquina. Ni batalla de Lepanto ni cosa de memoria que valga. No le aunque que sean musulmanes al cabo también son blancos. Y qué más da si ya los judíos reabrieron su sinagoga grande en Berlín. Si Europa no cabe en Europa nos extendemos un poco, al fin los límites continentales los impuso el capricho. Viva el euro.

Pero algo, mi querido Shakespeare, huele a podrido. No sé si en Dinamarca o en Bruselas. Tanto que se ha afanado Europa equipando y entrenando a los cuerpos policiacos para que repriman a los descontentos; tantas veces que los hemos visto golpeando a los muchachos ingenuos que se juntan afuera de Davos cuando se reúnen allí los representantes de los ricos del mundo, o cuando viene de visita el delicioso Sr. Bush. O cuando protestan los inmigrantes por las constantes discriminaciones de que son víctimas aunque lleven dos o tres generaciones de ser europeos. Y de repente, algo salta de sus goznes, algo resquebraja el orden, algo altera el ojo de los adocenados que acostumbramos ver que a quienes golpean y se llevan en sus coches patrulla es a unos que se parecen a nosotros, con ropas informales, con el pelo largo, con camisetas alusivas, con la piel más o menos oscura o renegada. ¿Pues qué pasa aquí, William?

Ayer los jaloneados eran unos señores mayores de traje y corbata. Pobrecitos, sentí tan feo de ver que les daban de palos con sus cachiporras que deben entrenar con costales de granos, o quizás sus jefes sean tan eficaces que les pongan animales para que los maten a palos y conozcan el poder de sus macanas. Y resulta que los alborotadores que obligaron a la autoridad a ser severa eran unos diputados europeos conservadores –ya mayores, los señores, hasta más que yo-, ultra conservadores, padres de familia, que estaban protestando en contra de la islamización galopante en Europa. Pues cómo es eso, se quejaban, ¿ahora resulta que vamos a dejar al Islam, que durante tantos siglos hemos tenido a raya, que se meta en nuestros países y vengan musulmanes asquerosos a contaminar nuestras costumbres y nuestro modo de ser? Y que los agarran a macanazos y que se los llevan en sus patrullas. No: el mundo está de cabeza, algo está podrido en Bruselas. O lo que es lo mismo, Willy: les dieron una sopa de su propio chocolate.


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[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070912aurahamlet.mp3]

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