Anoche en Indianilla

Somos las visitas oportunas /te venimos a buscar/ y venimos todas hoy con unas/ grandes ganas de… ¿bailar?, ¿cantar? No tengo el libro a la mano y no me puedo acordar de qué tenían grandes ganas. Ahí estaba el compositor Carlos Cruz de Castro, que entonces era pareja de nuestra inolvidable Alicia Urreta, quien hizo la música de la obra –de esa y de otras muchas-, pero ni modo de preguntarle; además, no se llegó a la cantada, nada más leyeron la escena de las dos enfermeras Marta, mi hermana, y mi hija María. Me llevaron veintiocho años atrás, cuando debuté como dramaturgo y como director de escena con Las Visitas, en el teatro Santa Catarina –esa vez me puse fatal por la tensión nerviosa; dos o tres días antes tenía contracturas por toda la espalda que no me podía mover; tuve que ir al médico-; por cierto, ese es uno de los teatros que he comprado; lo compré para la UNAM cuando era Director de Teatro y Danza. Otro fue el Vizcaínas, lo compré para el gobierno de la ciudad cundo fui director del Instituto de Cultura. Y hace tantos años que no hago teatro, oh paradoja, y qué lástima porque estar en escena era formidable. Pero es que anoche se trataba de puras evocaciones.

Yo ni me lo imaginaba; según eso, iba a hacer otra lectura de poemas de Se está tan bien aquí y chao. Pero me armaron una encerrona sin escapatoria y se pusieron a hablar de mí. Muy acomodaditos en la mesa estaban Pacho, Ricardo Cayuela, Andrés Bustamante y Pablo Boullosa, apalabrados por María Cortina para que dijeran lo que quisieran del pobre de mí que nada más se tragaba la emoción; luego vino la lectura de Marta y mi Mariquita, y Marta se siguió leyendo algunos poemas míos de juventud; luego la exhibición de un video muy ágil y lleno de humor que hizo Enrique Strauss con imágenes de algunos programas que él mismo produjo hace años o del que hizo mi hijo Pablo conmigo en España; Isaac Masri y July disimulaban la generosidad y el conjunto de Carlos Tercero le puso música al asunto. Y muchos amigos había, que estaban ahí con espíritu de homenaje. Y chupe. Y Bocadillos. Un fiestón.

Luego, claro, en la noche le daba vueltas a la memoria barajando las imágenes y no hallaba modo de quedarme quieto; me volteaba para un lado y para otro buscando ese lugarcito recoleto en la almohada en donde venden serenidad y uno se relaja y se duerme, pero lo único que encontraba era al payaso que me echaba polvos de pica pica en la garganta y me hacía toser. Se me deshizo la noche como una pastilla efervescente; en nada ya era de día y la luz se estaba colando por los intersticios. Y allí fue donde comenzó el ritornelo de Somos las visitas oportunas… Nunca salió el verbo del que tenían grandes ganas, hasta que ya con el día pleno, por fortuna, con todo y las evocaciones de Indianilla, me volví a quedar dormido. Fue duro, pero a ver, que me quiten lo homenajeado.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba