Antojo de ostiones

Todo es tener paciencia y solito el cuerpo se acomoda. Hoy ya, sin gritos ni sombrerazos, dormí toda la noche y parte de la mañana; hasta creo que exageré, pero mejor, así me voy poniendo al corriente del adeudo y borrando los efectos del jet lag. Bueno, no, no exageré, porque cuando me desperté pasaditas las seis apenas llevaba cuatro horas; lo bueno fue que me volví a planchar hasta las diez. Tenía en la cuenta un sueño horrible en que había niños muertos por intentar hacer una acrobacia que se me había ocurrido, o algo así; pero ahora me desperté con buen sabor de boca: mi abuela había mandado a comprar me parece que un cebiche y yo aproveché la oportunidad para encargar en el mismo lugar una ración de ostiones naturales; se me hizo agua la boca con la posibilidad porque en México me quedé con las ganas, tenía antojo de un vasote de ostiones de esos del Golfo, de los que cultivan en la laguna de Tamiahua, que son tan exquisitos, pero por angas o por mangas no pude satisfacer mi apetito; menos mal que existen los sueños.

Claro está que ya despierto me voy a quedar con las ganas porque acá las ostras se comen una por una y son de sabor muy fuerte, algo parecido a nuestros ostiones del Pacífico con ese gusto a yodo, a fondo marítimo. En fin, me quedaré con el deseo porque no he oído que haya un lugar en Madrid en donde vendan ostras importadas del Golfo de México, ni creo que se le haya ocurrido a nadie traerlas, por desgracia. Lo que sí puedo, en cambio, es prepararme un rico cebiche para la comida, eso no tiene ninguna dificultad y como quiera que sea satisface una parte de mis sueños. Pico un poco de lomo de pescado, que puede ser casi cualquiera, y lo pongo a macerar con jugo de limón un par de horas, luego le pongo cebolla, tomate, chile verde y cilantro finamente picados, sal y unas gotas de jugo de naranja, y listo, lo chorreo con aceite de oliva para rematar. Chilitos verdes sí trajimos, por fortuna, aunque podría decirse que no es indispensable para la receta. Pero ¡tate!, creo que me estoy repitiendo. Ah, no, ya vi: es la entrada del lunes 8 de octubre, pero no puse la receta del cebiche sino la evocación de uno de mis lugares de culto gastronómico. Asómense y verán.

Creo que tosí mucho menos durante la noche, por lo menos desde que me desperté ha sido menos intensa la tos. Uf. Parece que vuelvo a un cierto orden. Si dejo de toser se acabarán otras molestias concomitantes y sólo me quedará el problema de las piernas flojas, pero eso yo creo que se puede ir solucionando con un poco de ejercicio. Todo es cosa de ponerse en marcha. Y cuando esas molestias hayan desaparecido, ¿qué cosa me detendrá para volver a intentar tomarme una copita de mezcal? Yo creo que nada, que voy por buen camino. Yo soy de los que creen que no hay que adelantar vísperas, pero ¡aleluya!

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