Aquí comienza esta batalla que me di hace muchos años y que apareció publicada por el Fondo de Cultura Económica, en 1991, con el nombre Poeta en la mañana. No fui vencedor pero combatí con lo mejor que tenía en ese momento.
UN RUIDO
De repente ha entrado a la casa un ruido
y ha roto el minucioso y acompasado análisis del silencio
que tejía el insomnio con paciencia ejemplar.
Un inocente ruido. Pero uno cómo va a saber que es inocente.
Se ubica sólido en una peligrosa cercanía
que separa una puerta que se vuelve su cómplice
y comienza a devorar el silencio hasta hacerse corpóreo.
Allí está el ruido ya ingente y no sabe uno
qué irá a pasar.
Me levanto y me acerco a la puerta,
no me atrevo a encender la luz.
Contengo el aliento para que el ruido no me escuche,
contengo el sudor para que no me sienta,
suspendo hasta donde es posible el golpeteo interno.
Los pocos ruidos lejanos nada pueden
contra el ruido de marras que me aterra.
Siento un escalofrío: el repentino canto del gallo
en otra dimensión estalla. O sea que hay otro mundo.
Tomo entonces valor, no sé de dónde, y abro la puerta.
Desaparece el pobre ruido que tenía en suspenso
el transcurrir oscuro de la noche.
Me regreso a la cama, abrazo a mi mujer
y comienzo de nuevo con mi trama.