EL IDIOTA
He procurado con cierto trabajo algunas turgencias en mi cuerpo que me hacen sentir bien. Ah, qué satisfecha quedaría -me entra un temblor que sólo yo percibo cuando sorprendo la mirada de Iván, como si yo hubiera tenido el poder de dirigirla, posarse en algún lugar de mi cuerpo (determinado por sus ojos acariciantes que estoy aprendiendo a manejar: él cree que yo creo que él cree que no lo veo mirarme -aunque sabe que lo sé- pero veo bien, en el espejo de sus ojos, cómo me desnuda)- si se atreviera a dar el otro paso. Lo que él no sabe es que cuando me mira así, y yo finjo que no me doy cuenta, él pierde la oportunidad que durante tanto tiempo ha estado buscando. Yo, en cambio, no.