CUANDO ALEJANDRO MAGNO ENTRÓ EN
TEBAS Y ARRASÓ LA CIUDAD, NO
RESPETÓ MÁS MORADAS QUE LAS DE
PÍNDARO Y SUS DESCENDIENTES
Viene el conquistador;
en la sedienta casa de su corazón
la muerte vierte ríos;
con millares de hachones de cabellos incendiados
aluza el hombre de la soledad sus compañías;
son actos universales sus palabras.
Todo pase a la muerte, dice,
todo lugar y toda gente
que no tenga algo de mi nombre,
menos las casas de Píndaro, el poeta.