34
Éramos imprudentes y serviles
y era poca cosa nuestro orgullo
porque teníamos un patrón
hecho con cáscaras de tierra.
El que andaba manvacío
no tenía cara ni corazón.
Y éramos muchísimos millones
en el mundo
con este pesaroso estado.
Pero a veces
se levantaba un polvo
posterior a nuestra pena
que se nos metía en los pulmones
y nos hacía cantar.
Entonces revalían nuestras personas
con este aspirado terremoto
y nuestros ojos
se alzaban milagrosos
a la altura
del diálogo
de
tú.