El bosque en Marte

Me emociona hasta ponerme los pelitos de punta una noticia que leí ayer en Reforma.com: unos científicos de la UNAM y la UV (la Universidad de México, la Veracruzana, y la de Louisiana), que trabajan en conjunto con la NASA, están estudiando cómo sembrar un bosque en Marte, a partir de investigaciones que llevan nueve años haciendo en el Citlaltépetl, un volcán de más de cinco mil metros SNM, que tiene la cualidad de producir árboles a una altura inusual y en una temperatura que el propio bosque modifica, y dan por hecho que se podría probar suerte en aquel planeta. Están estudiando el suelo, las bacterias, la humedad, yo qué sé, y buscando cómo hacerlo compatible con aquellas condiciones.

Yo, claro que habría querido ser biólogo y astronauta y explorador y astrónomo y arquitecto de paisaje, y cuanto más se necesite, hasta diseñador de escafandras o de alimentos concentrados, y juntarme con ellos para poner mi granito de arena. Si estuviera tantito más joven, viéndolo con el entusiasmo con que lo veo, les propondría que me integraran a su equipo como poeta del proyecto y la expedición; lástima que esta monserga que les he contado me tiene un poco inhibido para planes de largo plazo, y que vivo hasta acá. Le paso el tip a quien crea que puede tomar esa estafeta y correr con ellos. Urge.

¿Se imaginan la cantidad de información acerca de los planetas que deben tener estos cuates, y la alegría con que han de soñar un bosque del que puedan llamarse padres; la visión de tan largo alcance que han de tener acerca de la especie humana? ¡Qué Zeus ni qué Jehová ni nada, estos hasta podrán comprobar que existen! Yo me vuelvo loco pensándolo: esos sí que son trabajos que valen la pena y no los de engañar a los demás para juntar dinero. Si un día, en el siglo que sea, alguien en Marte respira un oxígeno que producen unos árboles que unos muchachos se empeñaron en llevar para modificar las leyes del universo, cómo se van a sentir de humanos quienes lo vivan y lo entiendan. De manera que cuando vayan, ya muy pronto, las expediciones, podrán comenzar a trabajar su parcela y a sembrar su mundo vegetal.

Sí, ya sé: habrá talamontes que quieran aprovecharse y vender la madera que se produzca, pero quién dijo que todo fuera lineal y que la imaginación tuviera que atenerse a lo peor de lo que somos: entonces alguien la comprará para hacer durmientes sobre los que corran los trenes marcianos y lleven a la gente a ver paisajes insólitos, luces que no imaginamos, crepúsculos de duración tan diferente y colores desconocidos que abrirán a tamaños que no concebimos las nociones del amor y del arte. Tal vez el Amazonas, que ya no existirá, se quede chico. Sí, si no me chupo el dedo, ya sé que la humanidad tiene de todo, pero eso no me quita el impactante entusiasmo que la noticia me produce.

Y no crean que ignoro la abundante y seria participación en el tema de los lenguajes del blog, lo que pasa es que esta noticia me dejó tamañito y por ningunísimo motivo quise dejarla pasar.

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