Sonidos de la ciudad

Ya ven ustedes que hay muchas formas de conocer un sitio, y luego, cuando se distancia uno un tiempo, vuelve, reconoce y con ello se evoca a sí mismo. Ya se sabe que la memoria es altamente creativa, que es capaz de inventar cosas que nos cuela por tan ciertas como lo que estamos constatando ahora. ¡Adió!, ¿no va a ser cierto?, si yo me acuerdo como si lo estuviera viviendo ahorititita. Y en esas felices trampas nos dejamos enredar con alegría.

Uno de esos reservorios de recuerdos son los ruidos, sobre todo los ruidos sociales, los ruidos con clave de utilidad. Pienso en estos seis últimos años vividos en Madrid y apenas hay ejemplos comunes: el chatarrero, que pasa en un camioncito con altavoz anunciándose a sí mismo con una dicción imposible pero que igual no hace falta, porque es como el ropavejero mexicano que pasaba empujando un carro de madera de dos ruedas y gritando algo como, “zpaaaats, ropsada que veeeenda”, o el afilador con su zampoña melancólica, que comparte el instrumento con el de México, aunque con distinta melodía.

Contrario al ruido combativo que hacen los camiones de basura a la medianoche en Madrid, que jalan con gran estrépito los contenedores y los acomodan para que el camión haga su ejercicio mecánico de subirlos, vaciarlos y devolverlos a la tierra, acá pasa a media mañana un hombre por la calle sonando una campana manual que indica que es hora de sacar la basura porque el camión llegará en unos minutos; los hábitos de esta ciudad son distintos, acá hay siempre gente en las casas para entregar en mano las bolsas al hombre que las recibe arriba del camión.

Otra percepción auditiva que es notoriamente distinta entre ambas ciudades es el volumen al que hablan en la calle las personas; en México se habla con almohadas de terciopelo ante la voz para que nadie más que nuestro interlocutor se entere de lo que estamos diciendo; en Madrid se solicita a toda hora testigos públicos de cuanto se habla.

Ahora en Madrid ya no se vocea el gas desde que el gas natural entubado abastece a la mayoría de las casas -hasta hace poco pasaba gritando el butanero-, pero en algunas ciudades de México, como en Zacatecas, por ejemplo, el camión repartidor tiene un equipo de sonido de altísimos decibeles que invade desde tempranas horas el espacio colectivo con una muy agresiva competencia entre marcas que desde primera hora se pelean la clientela sin que el ayuntamiento les imponga reglas de comportamiento social en defensa del recato de los vecinos. En la ciudad de México todavía se escucha ocasionalmente la voz humana natural que grita “el gaaaaaas”.

Me puse a evocar y se me vinieron a la memoria montones de pregones y ruidos de la ciudad que ayudaron a construirme y hoy ya no caben, pero otro día los usaré para escribir otra página inútil, como ésta.

[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070926sonidosdelaciudad.mp3]
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