Prosa y verso

Desde que dejé de comentar los poemas que iba publicando en esta página, muchas veces ha ocurrido que el espíritu del poema coincide con lo que cuento (y algunas veces, aunque menos, hasta con su asunto). Es natural, claro; aunque sean distinto género y escritos en distintos momentos, incluso con años de diferencia, son del mismo autor y andan por unos mismos recovecos espirituales. Es lo normal que debe ocurrir. Sobre todo cuando uno tiene la escritura como un lugar para decir lo que considera que es cierto, lo que de veras ocurre adentro de las cavernas del alma, en donde los fluidos y humedades de la historia personal, de lo que se va sumando a lo sabido y del ejercicio constante del músculo de la imaginación andan en busca de los caminos que los lleven a convertirse en manantiales capaces de brotar a la superficie. Sea en verso o sea en prosa. Agua que compartir.

No es que quiera estimular a mis lectores para que se vuelvan críticos literarios –quienes no lo son, digo- y se fijen en esas coincidencias que digo, o más aún: que indaguen, que ahonden en el sentido de las palabras, de las imágenes, de los climas verbales de cada poema para interpretar por qué fue escrito, en qué circunstancias y cuáles son sus verdaderas intenciones; qué hay alrededor de cada construcción poética. Porque ya ven ustedes que a veces los autores, además de lo que cuentan en primer plano, van dejando pistas para otras posibles lecturas, unas que tienen que ver con lo que el autor, aunque no se lo proponga, toca por destino. No es que quiera que me lean de otra manera, porque cada quien tiene sus gustos e intereses y cada quien busca en la costilla asada la parte que más le gusta, sea la carne maciza o la de grasa o la de nervaduras y cartílagos adheridos al hueso. Hay pocos que dejan el hueso mondo y lirondo, abrillantado de vacío. Lectores muy voraces, que también los hay.

Porque aunque parecen ir por distinto camino los intereses de lo que escribo en prosa cada entrega en este diario y lo que va saliendo en los poemas que día a día se reproducen, el caso es que tratan de las mismas cosas, de las únicas preocupaciones y obsesiones que uno tiene. Claro que no se leen igual, porque un texto en prosa tiene muchos elementos explicativos, muchos lugarcitos en donde sentarse a reflexionar o a charlar, muchas agarraderas entre lo anecdótico y lo compartido como experiencia común que el autor concede, y los poemas, por lo general, están en un lugar del aire en el que no hay nada que lo ayude a uno a dilucidar intenciones, están allí y uno se las arregla para llegar a ellos; uno debe ser como una flecha pura que se dispara a sí misma hacia la carne apetitosa del poema para poder disfrutarlo, y eso no es tan fácil.

Pero bueno, mi preocupación principal es que mañana se acaba Fuentes y comenzaremos con los poemas de Poeta en la mañana, que son de un tono mucho más directo y accesible; ya lo verán.

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