Gris, gris

No. No me sale ni media palabra. Suponiendo que con palabras a medias –mitades, pedacería de palabras, calderilla verbal- uno pudiera construir o comprar algo. Pero no, ni me, ni peda de pala con lo que obte una so ide. El mundo amaneció desolado y despalabrado. Todo está gris afuera de las ventanas y esa grisura invade los interiores de mi casa, normalmente tan variados de color y tintes luminosos (y de secretillos con luz). Lo gris de la bóveda celeste –espacio ajeno a nuestro acervo de sentimentalismos- lo contagia todo, y todo, por lo tanto, es gris. Y lo gris tiene eso, que mata los demás colores e impone una suerte de oscuridad que nubla hasta las imaginaciones más pródigas y saltarinas.

¿Fértil mi página en blanco, he dicho alguna vez? ¿Que todo es ponerse frente al vacío y empezar a llenarlo con aquello que se va escogiendo entre lo inagotable que hay de por sí más lo que produce en esas circunstancias el deseo? ¡Falso! ¡Pretenciosa vanidad! Basta ver el palio gris con que el cielo cubre hoy la peregrinación de mis tristezas. El solvente de toda esa contumaz grisez, que es la lluvia, se afana de balde tratando de sacar algunos brillos, apenada por mi situación.

Luego, según esta peregrina tesis, las palabras vienen con la luz, y con sus colorinches se alegran y entrelazan bailando valses, polkas y quebraditas que dan por resultado bellas y novedosas páginas de imaginativos textos literarios. Ajá. Y cuando, como hoy, los espíritus que sobrenadan el aire deciden en su guardarropa escoger los matices serios del otoño en retirada para dejar la plaza a tono con el invierno que ya llega, yo, inconsecuente frívolo de zapatitos claros y ligeros, me pongo de morros a decir que así no quiero, que no me gusta así, que quiero mi solecito. ¡Qué desastre! ¡Basta de mariconadas! El día es lo que es, y los que tenemos la obligación de llenar una bitácora con los incidentes de la navegación podemos subjetivar el informe pero a partir de que lo hayamos hecho; ¡faltaba más! Y si me apuran, diría también que el responsable de las palabras tiene que encargarse de que sirvan y no nada más de que estén ahí para cogerlas y usarlas como quien quiere salir del paso.

De modo que, señoras y señores, siendo consecuente con la introspección que no me ha quedado más remedio que hacer, informo que hoy, martes 18 de diciembre, el día está horroroso, nublado nublado, frío y con lluvia; ni ganas de salir a la calle. Menos mal que mi obligación cotidiana puedo cumplirla a resguardo y con calefacción. Que como soy de temperamento solar días como éste me disminuyen y achicopalan y que la página se me presenta blanca como una pendiente de nieve en la que no sabiendo cómo comportarme, carente de la técnica y de los implementos que se requieren para esquiar y hacer graciosas figuras en la nieve, y consciente de que tarde o temprano tengo que llegar a la parte de abajo, no me queda más remedio que tirarme como me ven, con perdón de la expresión, de culo.

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