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María Victoria en el Metro

MARÍA VICTORIA EN EL METRO

María Victoria en el Metro habría tenido problemas
–suave que me estás…–
y un grito,
un aullido hondo de mujer ofendida
cada quince segundos
(la intermitencia proporcional al volumen).

Claro que la escalera mecánica
resolvería el tranco imposible
de nuestras madres lisiadas,
pero María Victoria compuso su figura
con arreglo a una total inexistencia de Metro,
¡santo dios, lo que la vida enseña!
Imposible prever la mano que aún no se ha movido,
la pierna en paso de tango,
la pelvis impulsada por los que ahora están,
ahora ya no están.

Delante de mí María Antonieta Pons,
semidesnuda en plumas,
agita con pericia de colibrí
sus anchas caderas
para ahuyentar el tacto grosero de la muerte
y hace un gesto feo de mujer abandonada.

Bu chi qui bum bum bum
tamborines panderetas,
bu chi qui bum bum bum
todo es ritmo todo es fiesta.

Su divina materia
alumbra gotitas de sudor en nuestra frente
que no se secarán jamás.

No te muevas. Yo también vi el río Amazonas
y el río Orinoco y el río Paraguay
y mis pies perfectamente nacionales
caminaron del principio de Botafogo
al final de Ipanema
sin detenerse a meditar.

No te muevas, María Antonieta Pons,
no te muevas,
aprende a María Victoria.

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