REFLEJO
a Byron Gálvez
Sin duda alguna están muertos, casi puedo jurar que están todos muertos. Si no, veamos esas quietas tensiones que se quedaron ya para siempre en su lugar de belleza al revés. Si están aquí es porque están todos muertos, de otro modo el que juzga, el que los juzga, su revividor, no los habría tomado en cuenta para decirme este violento mírate. Sí, tú, mírate. Mírate en estos que yo vi cómo andaban creyendo que vivían con sus gestos, sus costumbres, su ropa, su dinero. Mírate aquí qué muerte la del amor y qué mentira es que vivimos. Detrás de la máscara de muerto hay otra máscara de muerto, y detrás hay otra máscara de algo. Y en alguna parte, por allí adentro, una amarguísima burla de todo lo que cree. Pero el que nos juzga parece que no se quiere librar, pone su mano dizque elegante, sarcástica en todas partes como un guiño de complicidad. Es verdad que invento, me dice, pero sólo puedo inventar lo que ya he visto. Y me dice que estoy perdido sin ese algo de vida que da el amor. Pero me enseña su herida, me dice que él también se está muriendo de la misma dolencia.