La defensa es el ataque

En el manual universal de la defensa hay capítulos curiosos: una compañera temperamental, cuando llegaba tarde a los ensayos de teatro tenía la estupenda táctica de entrar de mal humor, de modo que a todos inhibía para reclamarle porque conocíamos sus groseras respuestas y no nos gustaba la idea de pelear con ella porque la queríamos. Yo no soy jugador de ajedrez pero en ese juego hay tácticas de defensa inagotables según sé. Y en política también. La Conferencia Episcopal Española, sin que nadie la llamara a intervenir, citó a una rueda de prensa y orientó el voto de los españoles para las próximas elecciones a favor, aunque sin decirlo explícitamente, de la derecha y lo desaconsejó, aunque sin decirlo explícitamente, para el partido de lo que aquí se llama izquierda. No hay más partidos con posibilidades de gobernar. Como la iglesia católica tiene en España privilegios inverosímiles para un país occidental moderno, el gobierno reaccionó diciendo que le parecía injusto lo que habían dicho. Cosa que a los obispos les sonó a insulto inaceptable y claman que están siendo atacados por un gobierno intolerante y represor. Y el partido de la derecha, claro, abona el terreno. Digamos que el gobierno, hasta donde se va viendo, cayó en el garlito.

La cosa es calcular qué tanta fuerza tiene el gobierno y sobre todo, hasta dónde la tienen los sectores progresistas del país, que lo votaron en las anteriores, para enfrentar a esa derecha casposa, retrógrada y agresiva que se está levantando por los fueros que la democracia le ha quitado, o ha dejado en stand by a partir de una transición en la que la derecha franquista pactó pero no fue derrotada. En los gobiernos del periodo democrático, después de la consolidación económica y política con Felipe González, la derecha tuvo ocho años con Aznar en el poder para hacerse a la idea de que había vuelto a donde tenía que estar, a recuperar lo legítimamente suyo, por eso fue tan desgarradora e inaceptable para ellos la derrota a manos del PSOE en las elecciones pasadas y por eso resulta tan virulenta y agresiva la campaña como ha sido la oposición durante toda la legislatura. Zapatero se cansa de buscar buenas maneras para desactivar las crispaciones y el PP, auxiliado por la iglesia y por una inenarrable asociación de víctimas del terrorismo, encuentra en todo nuevos motivos de acusación y rechazo.

Y seguirán hasta donde vayan sintiendo que esa parte bronca, cerrada y altanera de los españoles les de alas para seguir. Sólo los viejos se acuerdan de la Guerra Civil, y lo que recuerdan es que derrotaron a los rojos; los que nacieron durante el franquismo quieren olvidar la dictadura, que nada bueno les recuerda, y los que nacieron después, que son los que ahora empiezan a votar, no tienen idea de que aquí hubo una Guerra Civil. A la hora de pactar para la transición, las fuerzas progresistas aceptaron echar tierra sobre el pasado y volver a él puede costar sangre. Como yo no soy político no sé lo que convenga hacer pero dan ganas de que ahora que gobiernan y les ha ido bien, sacaran la casta y le pusieran un hasta aquí a esa derecha pre democrática y sobre todo a esa iglesia de siglos pasados que tantos dolores de cabeza le puede dar todavía a España. No está fácil, claro, pero la amenaza de otra guerra o de una dictadura disfrazada tampoco es baba de perico.

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