RETRATO DEL ASPIRANTE A LA RIQUEZA
El aspirante a la riqueza esconde sus sentimientos y se comporta como un alegre vencedor.
Hay quienes lo envidian pero él también se envidia. Mas no le es indiferente a nadie.
Pone en juego todos los recursos de su imaginación para permanecer de una manera u otra con algo de fe.
El aspirante no es bondadoso pero su soberbia tiene ángel. Y no le importa la pesada pugna del bien y el mal.
Hace todo de tal manera que parece un ser ardiente. Su corazón corre de boca en boca, y a él le interesa que esto ocurra.
Fomenta el amor entre las gentes; con un refinamiento peligroso propone el bienestar, inventa modos, tiene amigos.
Pues sabe lo que sus palabras valen y las entrelaza de tal manera que parece pródigo con ellas.
Pero las que dijo ayer pierden hoy todo sentido y él se ríe y hace que los demás se rían de ellas. Aunque cada ocasión sabe y recuenta lo que ha perdido.
Y es capaz de hacer a un lado cualquier gesto bello, cualquier medida austera, cualquier programación ética y coherente.
Porque no quiere más lazos que los que pueda arrojar hacia el futuro; como si fura audaz, como un valiente.
Ilusorio domingo, fiesta íntima,
que días los que hemos de pasar;
tendremos una casa que parecerá una flor
y comeremos mieles exquisitas todo el tiempo.
El aspirante a la riqueza, pues, carga la tierra en una mano, y con la otra, a su pesar, detiene el cielo.