Domingo comprometido

Pues hoy será muy día de ir a votar con el corazón lleno de entusiasmo democrático pensando que va a ganar, que debe ganar nuestro voto para que todo vaya mejor, pero como yo no voto porque no soy español, estoy aquí sentado sin que el motor que encendieron las campañas, sus accidentes y las reflexiones que me hicieron hacer sirva para nada ni tenga consecuencias; no tengo más que revolver mi humor en su propia salsa y esperar hasta la noche cuando comiencen a dar los primeros resultados para seguir especulando sobre cómo irán a ser los próximos cuatro años que, mal que bien, tendrán que ir por caminos similares en la vía del capitalismo europeo y con más o menos atención a los problemas sociales. Más si ganan unos, mucho menos si ganan los otros.

Con este monólogo desencantado está nuestro hombre que se despertó muy temprano y de mal humor. Con frecuencia le pasa que cuando no duerme bien no se le da el optimismo y hoy peor porque pasó por la cocina y cogió un par de mandarinas pensando que al menos su dulzura fresquita le haría la boca jugosa pero resultaron un fiasco, eran como de hulespuma, que acá llaman gomaespuma, lo que las hace todavía más resecas, horrorosas, de escupirse, y eso de plano lo hizo regresarse a la cama a ver si se podía dormir otro ratito; y sí, se durmió, pero veo que no le sirvió de gran cosa, que sigue de malas. Rezuma incomodidad por todo el cuerpo y tose.

Ya desde anoche estaba propenso a la irritación cuando leyó lo que había escrito ayer; todo lo de la basura de ayer, a la basura, pura pinche palabrería, dijo, ¿qué no puedo contar las cosas como son, como las veo, como me pasan? ¿por qué tengo que meterle tanta calicatencia, para impresionar a quién? Pero lo bueno hubiera sido que darse cuenta de que había caído en ese hoyo le ayudara a pegar un alegre salto, salirse de allí y correr por caminos limpios y despejados, pero con la mala leche que se despertó no encuentra el pobre para donde voltear ni qué hacer, ni ganas tiene de cumplir hoy con su trabajo diario, dice que al cabo es domingo, que los domingos ni lo lee nadie ni él tiene por qué estar todos los días chistosito, que mejor fuera volver a dormirse hasta las dos de la tarde y no encender el radio ni la tele ni leer los periódicos ni saber por dónde andan las intenciones del voto mayoritario.

Yo lo veo y me acongojo, no crean; prefiero su buen humor y que esté con ganas de compartir y de llenar el tiempo con cosas alegres. No dejo de sentirme culpable por lo de ayer, desde que yo me ofrecí a narrar le he metido mucha mano a sus escritos, o más bien dicho, a sus cosas con mis escritos, tratando de hacerlas más completas y compartibles, pero ayer que se dio cuenta -no que me reclamara porque no hay diálogo posible entre ambos- sí noté que se preocupó y eso me dio mucha vergüenza; si yo estuviera haciendo bien mi trabajo rete contento que estuviera mi tercera persona. Trataré de fijarme para no caer de nuevo en los mugrosos charcos de la retórica. Me avisan.

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