En el water

Vaya que son extrañas las formas de comportamiento que usamos apenas se desvía un diezmilímetro la vista de lo que se espera de nosotros en cada caso y podemos entrarle al terreno de la imaginación, de la imaginación activa, digo, no del puro imaginarse cosas, sino de hacerlas. ¿De qué otro modo, si no, se habría ampliado tanto el catálogo de la inabarcable condición que mostramos las personas en la larguísima lista de los siglos para el conocimiento y la desesperación de quienes quisieran que fuéramos idénticos siempre y previsibles? Todo lo que roza el pecado, el delito, la alienación, el arte, se mueve por caminos que o no tienen antecedente o han sabido interpretarlo sus ejecutores de tal modo que es imposible prevenirlo.

Imposible, me parece, que cualquiera de los dos supiera lo que iba a pasar. Ella se sentó en el retrete como hacemos absolutamente todos dos o tres veces al día cuando contamos con ese moblaje. Vamos a suponer que se tienen en ese momento ya la confianza corpórea suficiente para no hacerlo un acto de intimidad individual sino de intimidad de pareja, y pongamos que en ese momento encuentra ella un tema de conversación que la abstrae de lo que está haciendo y se halla en la mejor condición para desarrollarlo, por lo que decide permanecer allí sin pensar en los límites de su acción; él le ofrece un trago –no, mejor ella toma la iniciativa y lo pide ante la extrañeza de él- y se sienta en la orilla de la tina a seguir los argumentos pero ella comienza a enfrascarse en definiciones trascendentes acerca de la relación de la pareja, del sentido de la vida en común, o quizás, del sentido general de la vida. Y él no está en condiciones de imponerse y mandarla al diablo. Pasan las horas. Ella no muestra ninguna disposición para cambiar de ubicación y él tiene que continuar con sus hábitos y sus responsabilidades. Ve, ve –le dice- yo prefiero quedarme aquí un poco más, nada más acércame el teléfono y mi neceser y me traes algo de comer cuando regreses.

Es raro encontrarla ahí mismo a su vuelta pero las mujeres hacen cosas tan extrañas a veces. Y peor, que se alarguen los días, las semanas y los meses sin que la situación cambie. Y él, por otra parte, no tiene la garra para imponerse y deshacer la composición que dura ya dos años y acepta con cariño (o con estupor paralizante) lo que ella, por más raro que parezca, ha decidido. Aquí me voy a quedar hasta que averigüemos… (qué, hasta que averigüemos qué, ¡maldita sea!.)

¡No!, lo siento tanto, no me estoy acercando ni de broma a la noticia de la prensa de hoy (ésta), en la que una mujer permanece dos años sentada en el inodoro de la casa de su novio hasta que vienen los servicios hospitalarios y la despegan con todo y asiento para llevarla al hospital en donde la desprenden del objeto, ya seguramente encarnado. La historia debe ir por otro lado, un toque místico, un hallazgo ontológico, una perversión sexual extrema, un capricho de mujer que mi mediocridad me impide imaginarme. Qué desgracia, qué desgracia; no poder hacer nada con una noticia tan bonita. Y no contar con el narrador que todo lo ve, porque le pedí expresamente desde ayer que se quedara sentado en el excusado hasta que lo necesite.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba