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En cualquier momento
pueden llegar a mi casa,
a mi dulce casa,
o encontrarme en la calle,
en un café,
en un taxi.
La ráfaga hunde sus aullidos
como uñas de histérica en la carne.
Una cosquilla última
y sentiré riéndome
que estoy de nuevo en la cuna.
Pero en fin,
la vida ha de ser este murmullo
sin acentos,
este traje,
esta ciudad llovida
y nada más.