Nuestra superpersona

Supongo se trata de un personaje colectivo que pertenece a la imaginación de siempre de todos los seres humanos y por eso alguien lo crea como integrante de su bizarro mundo, un superhombre o supermujer que justifica todas nuestras debilidades y nuestros miedos; alguien que se aparece por la comisura del día cuando amanecemos y guiñándonos el ojo nos dice, bueno, a ver ahora cómo deshacemos el orden y destruimos el mundo, me levanté de humor. Y tú, desde el primer trago que le da al agua del día sabes que va a ser contrario y difícil y que tienes que probar si el músculo te amaneció funcionando con suficiencia porque si no, ay de ti, amargura es lo que todo el día te espera, porque querrá probar la calidad y dureza de todas las cosas y empezará desechando lo que sueñes tener más a la mano y con lo que cuentas para deslizarte con los menos sobresaltos posibles por la superficie de las horas. Ya de antes te tiene vendido el control de calidad de todas las cosas de la vida, ya te amargó parte del sueño y sabes que te amargará la vigilia porque este es uno de sus días y hay que hacerle caso si no quieres ver destruida tu personalidad y disminuida tu autoestima. Vamos, a comprobar la dureza y resistencia de materiales de la vida.

Tal es el pensamiento borroso que se revuelve bajo los párpados de nuestro personaje del cuento que está tratando de juntar las partes de su personalidad para integrar a un señor, o señora, da igual, que despierta y se incorpora al día viendo por dónde puede echar a andar sin ser demasiado notado, para llevar a su engendro consigo y ver en qué callejón se deshace de él, o de ella, en qué muladar lo deja con un golpe de conejo en la nuca o en qué terminal de autobuses encuentra un pasaje directo a la frontera y lo despacha a la brevedad posible. Deshacerse de él, o de ella, no supone un crimen sino un acto de limpieza, un paso profiláctico ya que no estamos hablando de un ser completo sino de una réplica, el superhombre o la superchica bizarro que amanece a nuestro lado de vez en cuando con la intención de meternos en un predicamento. Claro que no lleva uniforme ni tiene superpoderes ni es todavía ejemplo de nada; se trata de la primera configuración de una capacidad que todos tenemos de crear una saliente de nuestra personalidad que quiere mejorar todas las cosas porque no está conforme con su presentación original. Así de simple.

Tienes miedo de acabar de abrir los ojos e integrarte plenamente a la vigilia porque conforme lo haces le tienes que ir dando cuerpo y abriéndole espacio en tu mundo cotidiano. Sabes que nos pasa a todos, que todos tenemos un superpersonaje que quiere arrastrarnos siempre a la mejoría de las condiciones de vida o de trabajo, que a veces se levanta antes que nosotros y tenemos que correr para impedir que llegue antes a la oficina y comience a hacer destrozos en nuestro nombre exponiéndonos al esfuerzo de cambiar desde ese momento actitudes y procedimientos con los que nos hemos acomodado lo suficiente como para ir tirando y viendo pasar al tiempo y ponernos a ser eficaces, atinados, empleados del mes y candidatos o a repetir o al ascenso. Y ese es el peligro mayor, que nos arrastre a su fantasiosa mejoría cuando estamos tan a gusto en medio de donde estamos.

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