Ayer

En México había habido toda la vida unos tanquecitos de oxígeno que vendían en las farmacias, no sé si todavía lo hagan, pero aquí no, aquí está muy regulado el asunto y hay que hacer el trámite hospitalario para que te abastezcan de eso que respiramos todos y que anda por la envoltura de la tierra como alimento general y básico de los organismos vivos.

Como cuando uno enciende el coche una mañana pensando que andará como siempre y nomás hace ruiditos y no arranca, y luego, cuando piensa uno que será la batería o alguna pieza gastada y viene el mecánico y nos dice que está todo desconchinflado y hay que cambiarle no sé cuántas partes, así estaba yo ayer en la mañana. Pero, bueno, ya estoy aquí.

Discúlpenme pero es que antenoche de plano no dormí porque así como a Aquiles le faltaba el espíritu para serenarse y perdonar las ofensas de Agamenón, así me faltó el oxígeno toda la noche para recostar mi cabeza en la almohada y dormirme. Sentado en un reclinable tosía sin parar, y acostado, el aire no entraba por donde tenía que entrar, como la razón en la cabeza de Alonso Quijano, y así se me acabaron las velas con que me procuro la luz de la noche y vino la despiadada aurora del verano -que por fortuna es junio y las noches son cortas-.

Así monologaba nuestro héroe ayer por la tarde o por la noche con el calosfrío de la falta de sueño. -Del 20 de febrero del año pasado a ayer han pasado cerca de quinientos días en los que no había fallado ni uno para escribir este papel, así que imagínense la cantidad de hojas que ya llevamos trabajadas; si algún día hay alguien que se ocupe de ordenarlas y publicarlas en libro harán un tomo gordo y de letra no muy grande.

Pero ayer de plano amaneció y les dije a Milagros y a Marta, mi hermana, vámonos para el hospital a ver si me dan una botellita de oxígeno que me ayude con la horizontalidad; pero se nos fue la mañana en antesalas y pláticas de consultorio, además de dos puñaladas por la espalda que me dio el doctor, porque aunque el pulmón parecía inundado otra vez como hace tres años, resulta que no, que estaba seco y nomás sufrí de balde el horror embozado de las epidérmicas, de modo que cuando volvimos a casa estaba yo tan desgraciado que pensé: No, puras quejas y lamentaciones van a salirme, y renuncié, por pudor, a compartirlas con ustedes.

Hoy no crean que estoy muy rodeado de gaitas y castañuelas que acompañen mis melódicos cantos pero por lo menos dormí unas horas despedazadas y recogí algo del humor que se me había quedado por completo desacompasado y aquí me tienen dispuesto a enmendar mis fallas y seguir con el juego hasta donde se pueda. Cuando me den la bombona de oxígeno supongo que cambiarán las condiciones, aunque eso puede tardar algunos días; por lo pronto tengo una pastilla para dormir con más energía de mando que las que antes usaba. Espero que sepan, aunque mis explicaciones estén cojas y maltrechas, perdonarme por la ausencia de ayer.

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