Inmersión, Canto 4º, 2

Sin melindres, el tiempo acepta lo que venga. ¿Aquí quién es
El tiempo? -se pregunta al notar que hay divisiones
Que no caen en las cuentas de minutos y segundos
que solían llevarse. Perdónenlo,
Está muy desconcertado.
No es que esté pensando
quién manda aquí porque esto es un desorden,
Al contrario, ahora es cuando inventa la sonrisa
Con que lo conocemos desde los retratos de la antigüedad-
¿Qué ya no son las horas
De sesenta minutos? Pues enséñenme cómo están contando
Porque intuyo que hay un secreto divertido en lo que pasa.
¿Y a quién se le ocurrió cambiar el juego? ¿Se podía?

¡Ay!–interrumpo tomando ejemplo de los desórdenes que veo
porque parece que no he entendido nada-,
¿les puedo decir lo que me duele, que no tiene
que ver con esto aunque está atravesado por las mismas flechas?
Que no puedo beber,
que tengo que estar sobrio por defecto, que me caen rete mal
unos mezcales, que nadie me lo impide pero no disfruto;
me apesadumbro, me invalido, me da cáncer;
ese sí que es castigo innecesario.
Un mezcal, un tequila, un ron añejo, lo mejor de lo mejor
Ya no me sabe.

Pero sigo: El tiempo natal que ya es vetusto cuando brota
Tiene también lo fresco de la yema cuando nace
Así que está dispuesto sin remilgos a montarse
En los lomos a pelo de la casualidad advenediza,
Y a cantar.

Entonces desfilamos todos para una pasada en limpio
De la vida. Se queda el tiempo con su desnuda voz nombrando
Las cosas en un acto creativo. Ya no eran la vida y lo suyo,
Como siempre, sino palabras sin usar puestas en marcha
Con un propósito nuevo. Algunas aprenden rápidas cadencias
Derrotistas y comienzan a tirar hacia abajo con su peso;
Es natural, en una situación precaria hay que ganarse los centavos
Del modo que se pueda. Pero había cajas de piezas recientes
De ingeniosos colores, había sencillos aparejos
Para enjaezar los términos que apenas brotaban a la pista
Con esperanzas flamantes. Es decir, se mira de otro modo;
la fina dirección del ojo ya muy entrenado,
Comienza ensayos mudos de inédita digitación
En un tablero sin cuerdas, percutores ni clavijas. ¡Va
De nuevo, muchachos! Agárrense a la cauda. ¡Va de nuevo!

Y comienza a zumbar, como la cola de un quetzal
Mientras está volando en torno del objeto ritual de su deseo.
Que él ve tan sabroso y tan redondo.

¿Que quién es él? Es el tiempo. Versátil y discreto.

Y está frente a la muerte.

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