Cantos rodados, 15

A dónde acabará este cáncer, ya sabemos: el cuerpo que lo tiene,
-Éste en particular que lo celebra y lo usa para sus cantos- acabará
Entregando todos sus materiales en la puerta de salida, y allí el icono,
Como una ilusión en la pantalla, haciendo un ruido ínfimo de polvo, se borrará
No más, mientras los chicos que diseñan inventan otro modo de mostrar
Que allí hubo una vez sustento de lo que llamamos vida.

Pero ha de seguir trotando por sus calles mucho tiempo escrito, impreso,
Visto, conservado. En su retozo, unos dirán pañolones de lágrimas que se tiendan
Encima de los empedrados por donde van los cascos con sus ruidos
De animal que perdura, asusta y se desplaza -¿alguien se acuerda
Del Jinete sin Cabeza que galopaba por las noches en un caballo negro,
Y nadie podía verlo impunemente? No sé por qué lo recordé (aunque
Me gusta que se me halla aparecido cruzando como por una fotografía
De Gabriel Figueroa llena de nubarrones siniestros y luces de historieta)
Pero cuando era niño era de las más espantosas imágenes
Que podían presentarse ante mí-. Otros dirán: ah, qué desgracia,
Otra oportunidad desperdiciada. Y sé de muchos que pudiendo decir algo,
Como pasa siempre entre la gente, habrán de aprovechar
Para quedarse callados. Pero en ese silencio que provenga
Se guardará durante un tiempo, como la carne viva de una herida,
El recuerdo. Y con eso es más que suficiente.

Cada día endereza su destino, cambia de rumbo, propicia imaginaciones
Que lo llevan por caminos distintos: que perdura, que se arrepiente, que
Mejora, que acaba con toda resistencia, que denigra, como va, hasta donde llegue,
Que lo amenaza una nueva investigación que están haciendo y que no llega.
Y cuesta irle siguiendo el paso, ser el que lo pastorea y tener paciencia
Para oírlo y al mismo tiempo para acomodar su nombre y sus efectos
Entre las cosas con que hay que trabajar, excavar, participar del juego colectivo.

Porque hay un lugar a donde el cáncer –éste en particular, en este cuerpo
Que lo celebra y lo usa para entretener sus difíciles mañanas de enfermo-
Tiene que ir; en mexicano puro se diría: a chingar a su re puta madre,
Y ya se entiende a dónde en el buen español de todo el mundo.

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