MESTER DE LA NOCHE
A pasos diminutos voy ganando tu cuerpo
en el laboratorio de la noche,
centímetro a centímetro tu piel
se va volviendo mía. El sudor, el nervio
que marca cada toque de asombro,
la dejadez dormida del músculo,
el pudor vigilante que me hace retroceder
kilómetros de tierra ya ganada,
el reto de acariciarte sin que despiertes,
de entrar a lo largo, larguísimo,
del pasillo de la noche
con sus grasas oscuras y su felpa negra
al misterio adornado de tus sueños
y ponerles por ósmosis
la calentura de amor con que te voy siguiendo
a lo largo del baño onírico
de perfecta musa.
Así hago valer la noche,
hago rendir al cuerpo su natural tributo,
y pongo por delante mi propio riesgo erguido
para que sueñes que me quieres,
que jugueteas conmigo en una cama cálida
de amantes conocidos, para que sueñes
que abres los ojos, que sales de la nube,
palpas, hueles, sientes, acaricias
y me das las ofrendas del sueño
en ramillete de besos y gemidos mutuos
que acaban por llevarnos a la plácida
tierra de los sueños de después.